El trabajo de la muerte
Hace tres años, una producción barata de terror, Destino final, de James Wong IV, ponía en imágenes lo que le ocurría a una pareja de jóvenes cuando, por una casualidad sólo achacable a sus decisiones, desacomodaban el trabajo de la Muerte, a la que evitaban sin saberlo... sólo para volver a vivir la postergada cita con la Dama de la Guadaña, pero en otras circunstancias.
El imprevisto éxito del artefacto entre su público natural, los jóvenes, precipitó esta secuela, que responde a los mismos argumentos entonces puestos en imágenes, con un pequeño añadido: el personaje que interpreta Ali Larter, en realidad la superviviente de la primera parte, cuya función es la de ilustrar y dar excelentes pistas al nuevo grupo de sufridos mortales que buscará burlar su destino... y de paso, intentar evitar ella misma lo que se le viene encima.
DESTINO FINAL 2
Director: David R. Ellis. Intérpretes: A.J. Cook, Ali Larter, Michael Landes, Terrence 'TC' Carson, Keegan Connor. Género: terror. Estados Unidos, 2003. Duración: 90 minutos.
Con un director nuevo, David R. Ellis, pero con idénticos propósitos que el realizador de la primera parte, aquí tenemos Destino final 2, un filme del que, ya desde su impactante segunda secuencia -un accidente múltiple en carretera rodado con un altísimo sentido del ritmo y con indisimuladas dosis de sadismo-, pone todas las cartas boca arriba: sólo (es un decir) se trata de hacer lo más difícil todavía; se busca, ante todo, alimentar la escoptofilia sádica del espectador, finalidad última de toda película de terror que se precie, poniendo a los personajes ante situaciones de barroca, elaborada crueldad. En esa crueldad, y en la cuidadosa planificación de cada una de las situaciones en que la trama coloca a sus personajes, radica todo el sentido del filme.
Sorpresas efectistas
No hay que buscar, pues, ni mensajes religiosos, cuidadosamente obviados -¿qué es la Muerte, sino el designio divino?-, ni posibles segundas lecturas: la película es tan directa como un derechazo a la barbilla, y en este sentido, tan sutil como Jack el Destripador acariciando a su amante. Pero hay que reconocer que no le falta una gracia, terrible, es cierto, pero efectiva: véase el elaborado ritual que llevará a la eliminación del chico que va al dentista.
Esta segunda parte de Destino final está hecha con contenida eficacia e interpretada por un elenco de intérpretes de los que no figurará en ninguna antología del oficio; y gustará, qué duda cabe, a los amantes adolescentes del género, sobre todo a aquellos que aman ser perturbados por los efectos sorpresivos y sanguinolentos; el resto, abstenerse.
Babelia
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