_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Víctimas

Estoy completamente seguro de que los miembros del PP reciben los huevos que impactan contra las fachadas de sus sedes con inmensa alegría. Seguro que consideran bienvenidos los insultos, las broncas, los vidrios rotos y las manchas de tomate que ahora les historian las camisas en cuanto se atreven a aparecer por televisión. Así, han pasado de verdugos a convertirse en víctimas. Pobres de nosotros, inocentes ciudadanos que sólo defendemos nuestras convicciones como todo hijo de vecino, que somos partidarios de la paz igual que cualquiera, que perseguimos la seguridad en el mundo y que por eso embarramos a este país en una guerra salpicada de cadáveres de niños, qué culpa tenemos de nada, si no es de defender nuestros ideales con todas las garantías con que ampara la Constitución. Y de repente llegan estos bárbaros, estos criminales de la oposición con sus barbas, sus banderas y sus proclamas revolucionarias, y soliviantan a la inocente población de las ciudades para que salgan a la calle y la emprendan a pedradas con nuestro logotipo; y ahí siguen esos judeomasones, ocultos entre las multitudes, ocupados en diseñar los cuadros de mando que luego se encargarán de destrozar nuestro patrimonio, nuestra imagen, nuestra dignidad. Pero en el fondo qué bien que nos llamen asesinos y que nos escupan por la calle, porque así podemos acogernos al antisemitismo, declararnos proscritos, blancos del terrorismo y la injusticia popular. Cuidado, hay que tener mucho cuidado, porque este no es un comportamiento adecuado a la ley ni a las buenas costumbres: no se puede motejar impunemente al prójimo por el mero desacuerdo con unas ideas, la libertad y el derecho se encuentran por encima de todo, los líderes de la oposición -dice el señor presidente- se están encargando de fracturar la sociedad española en dos peligrosas mitades.

Por lo que parece, resulta ahora que los verdaderos terroristas son los dos concejales de Espartinas que boicotearon un mitin de Javier Arenas con dos pancartas en que se oponían a la guerra; por lo que parece, el causante del malestar general es el concejal de IU en Mairena del Aljarafe que exigió responsabilidades a Mayor Oreja por la participación de nuestro país en el conflicto de Irak. Según la lógica de estas mentes preclaras, una patada en la espinilla constituye una afrenta contra la integridad personal mucho más grave que un disparo a bocajarro, en el centro del corazón. Y sin embargo, a nadie se le cae la cara de vergüenza por ejercer el victimismo, proclamar su condición de perseguido cuando, a la vez, se es cómplice en una masacre mayor y mucho más sangrienta. La miopía de los mandamases del PP está metiendo a su partido y a este país en un callejón que ofrece pocas posibilidades de escape: pero que al menos asuman sus responsabilidades y no carguen con ese muerto a los vecinos de enfrente. El partido en el poder es tan libre de defender sus opiniones como cualquier otro partido y otro particular, sí, pero no de obligarnos a compartir esas ideas: si ustedes solicitan guerras, cohetes y dólares, háganlo desde la calle Génova y no desde los ministerios. En caso contrario, aténganse a las consecuencias.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_