La derrota de los lodos
El Guadiamar se convertirá en paisaje protegido cinco años después de la catástrofe
Si no fuera por los carteles que advierten de los trabajos de restauración, hoy, a casi cinco años vista de la catástrofe, resulta difícil imaginar que un manto de oscuros lodos tóxicos cubrió durante meses las riberas del Guadiamar. La riada se extendió a lo largo de 62 kilómetros de este cauce, afectando a más de 4.600 hectáreas pertenecientes a nueve municipios sevillanos. En una primera fase, la operación de limpieza, sin precedentes a escala continental, supuso la retirada de unos siete millones de metros cúbicos de residuos, para lo que fue necesario actuar sobre una superficie equivalente a 4.600 campos de fútbol. Algunas zonas precisaron de una segunda limpieza, en la que se removió otro medio millón de metros cúbicos de lodos. Poco a poco, y salvo pequeños enclaves, la situación fue normalizándose.
De acuerdo a los datos que manejan los especialistas de la Estación Biológica de Doñana (EBD), que durante estos cinco años han evaluado la presencia e impacto de los metales pesados y el arsénico en las aves de este espacio natural, "los efectos del vertido sobre estas poblaciones animales, si han existido, no han tenido trascendencia desde el punto de vista de la conservación".
La distribución de los individuos encontrados muertos a lo largo de los últimos cuatro años, así como las concentraciones de metales pesados determinadas en sus tejidos, permiten afirmar, como señala el informe redactado por estos investigadores, "que en ningún momento se produjeron episodios de mortandad, provocados por el vertido, en las poblaciones de aves de Doñana". Sí es cierto que, a corto plazo, la población de gansos debió sufrir un incremento de su mortalidad durante la invernada de 1998/99 debido a la presencia de los contaminantes, fenómeno que se detectó en las zonas del norte de Europa a las que este animal acude a reproducirse. Aun así, señalan los expertos, "esta circunstancia se vio compensada, ya que la población de gansos de Doñana ha seguido creciendo".
La capacidad de acogida de la marisma para la avifauna en reproducción e invernada no ha variado a cuenta del vertido. El número total de aves y el tamaño de sus poblaciones, analizando los censos aéreos de los últimos 23 años, han estado determinados, precisan los biólogos, "por la pluviosidad y no porque el año fuera anterior o posterior al vertido".
De cualquier forma, siguen detectándose picos de contaminación para algunas especies y periodos de tiempo determinados, lo que, a juicio de la EBD, parece indicar que, al margen de los contaminantes liberados tras la rotura de la presa minera, existen en la zona "otras fuentes de contaminación relacionadas con el cadmio, el cobre y el arsénico, que deberían ser estudiadas". Asimismo, se sospecha de otros agentes tóxicos, como los pesticidas, o de la interacción entre distintas sustancias, como elementos relacionados con las malformaciones y daños genéticos detectados en algunos pollos de cigüeña nacidos en una zona próxima al área contaminada.
La esperanzadora evaluación realizada por la EBD ha sido corroborada por un estudio del Instituto de Desarrollo Regional, en el que han participado diferentes profesores de la Universidad de Granada. Los datos recopilados demuestran que en el cauce del Guadiamar habitan hoy más de cien especies de aves y reptiles. Tan sólo en lo que se refiere a avifauna reproductora se han localizado 67 especies diferentes, y algunas comunidades, como las de jilgueros, mosquiteros o buitrones, son particularmente ricas en individuos. También han regresado a la zona especies de gran valor, como el martinete, el aguilucho lagunero o la espátula.
Los efectos ambientales de la catástrofe de Aznalcóllar podían considerarse resueltos de una manera aceptable. Sin embargo, la Junta se embarcó en un proyecto de restauración a gran escala, proponiendo la creación del Corredor Verde del Guadiamar. La Consejería de Medio Ambiente acaba de iniciar el proceso por el cual se somete a información pública el decreto que servirá para otorgar al Corredor Verde del Guadiamar la figura de paisaje protegido, inédita hasta ahora en Andalucía.
A lo largo de este año, se invertirán en este espacio 4,6 millones de euros, que se destinarán a trabajos de reforestación, en los que se incluye la plantación de cerca de 90.000 árboles de especies autóctonas; la restauración de antiguas graveras, que serán reconvertidas en zonas encharcables especialmente útiles para las aves acuáticas; el desarrollo de nuevos programas de investigación, y la instalación de equipamientos de uso público en aquellas áreas destinadas al recreo de los ciudadanos.
Comentarios y sugerencias a propósito de Crónica en verde pueden remitirse al e-mail: sandoval@arrakis.es
¿Quién paga?
Hasta ahora no han podido precisarse las responsabilidades políticas, administrativas ni penales a cuenta de la catástrofe de Aznalcóllar. El Juzgado de Sanlúcar la Mayor, la Audiencia Provincial de Sevilla y el Tribunal Constitucional han rechazado la posibilidad de enjuiciar el caso, por lo que la vía penal se da por cerrada. Tampoco ha prosperado la intención del Ministerio de Medio Ambiente de hacer pagar a Boliden una multa de 45 millones de euros ni la demanda civil que la Junta presentó en noviembre y en la que reclamaba a la empresa cerca de 90 millones de euros.
Así las cosas, lamenta Juan Clavero, coordinador en Andalucía de Ecologistas en Acción, "la impunidad" en España "ante una catástrofe ecológica de esta envergadura va a ser total, porque los tribunales no han cumplido con el deber de tutelar un bien jurídico protegido, como es el derecho fundamental a un medio ambiente adecuado y a la salud pública".
A los ecologistas les inquieta que las lecciones de Aznalcóllar no hayan surtido efecto entre la clase política, y que ya se anuncien proyectos mineros que podrían derivar en nuevos riesgos ambientales. "La explotación de cobre de Las Cruces, situada en Gerena", precisa Clavero, "es de similares características a la de Aznalcóllar, y aún de mayores dimensiones, y puede convertirse en otra bomba de relojería que amenace al acuífero de Niebla-Posadas, a la ribera de Huelva y al propio Guadalquivir".
También se muestra crítico este colectivo con el corredor verde del Guadiamar, ya que, en opinión de Clavero, "ésta es una actuación que buscaba mejorar la imagen en aquellas zonas cruzadas por vías de comunicación o muy transitadas, como el vado del Quema, mientras que en el resto de terrenos afectados se han llegado incluso a efectuar trabajos de roturación que han eliminado la regeneración natural que se estaba produciendo".
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