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Reportaje:GUERRA EN IRAK | La vida de los civiles

El pánico provoca un éxodo masivo de Bagdad

La población huye con sus pertenencias, las calles se quedan cada vez más desiertas y las víctimas civiles se cuentan por cientos

Ángeles Espinosa

El éxodo de Bagdad ha comenzado. Desde anteanoche, decenas de miles de personas abandonan la capital hacia el Este para buscar refugio en localidades próximas a la frontera iraní. Son sobre todo residentes de los barrios populares del suroeste de la ciudad, donde los ataques estadounidenses están siendo más fuertes. Las víctimas civiles de la primera batalla terrestre por la ciudad se cuentan ya por centenares. "Estamos en una situación crítica", reconoció a esta enviada Yamal Abdul Hasan, director del hospital de Yarmuk, el más próximo al frente y convertido a partir de ayer en hospital de campaña, desde donde se transfieren los heridos a otras clínicas.

"Es un recorrido que normalmente hago en hora y media, y ayer me costó dos horas más", relata M. N. de vuelta de Balad Ruz, la localidad adonde trasladó a su familia para ponerla a salvo de la batalla por Bagdad. "La carretera estaba congestionada, había gente durmiendo al aire libre, mujeres y niños. Me sentí como Tom, el protagonista de Las uvas de la ira, vi a muchos Tom en el camino", añade. "Se ha producido un movimiento de pánico generalizado", explica. "Entre los que huyen se ha extendido el rumor de que Bush ha pedido que abandonen la capital", afirma.

"Lo peor de la salida masiva es el efecto que pueda tener sobre la moral de nuestros soldados"
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Quienes se van lo hacen en cualquier vehículo disponible: coches, furgonetas o tractores abarrotados hasta arriba con sus pertenencias, tal como se observa en las calles cada vez más desiertas del centro de la ciudad, la única zona por la que pueden moverse los periodistas extranjeros. "Incluso se llevan los frigoríficos", se sorprende el interlocutor. La gente teme, por experiencia, que las casas resulten asaltadas durante su ausencia. Ya ha empezado a suceder en algunos barrios.

"No, no encontré soldados estadounidenses en el camino", asegura M. N., "pero sí soldados iraquíes que volvían de Kut dando un rodeo por Mandali, con aspecto derrotado y vehículos que circulaban a duras penas". "Lo peor de la salida masiva de Bagdad es el efecto que pueda tener sobre la moral de nuestros soldados", manifiesta preocupado. Sin duda, las bajas desmoralizan más.

"¡Abran paso!, abran paso!". La enfermera, con uniforme azul y pañuelo negro en la cabeza, conduce con firmeza la camilla hacia el quirófano. Sobre ella se desangra un soldado. Un compañero le acompaña con la cara desencajada. El Yarmuk está desbordado. El centenar de médicos y enfermeras del centro lleva trabajando 24 horas sin parar. Se nota en sus rostros. El director se halla reunido con todos los jefes de departamento para organizar el trabajo. Saben que a partir de ahora no va a haber descanso.

"Hay unos pocos soldados a quienes los ataques han pillado andando por la calle", admite Abdul Hasan, "pero la mayoría de los pacientes que hemos recibido son civiles". "Fueron más de un centenar durante toda la noche y en lo que va de mañana ya hemos registrado 36 ingresos". Casi todos vienen de Hay Furat, un barrio pegado al aeropuerto, lo que prueba que siguen los enfrentamientos en esa zona. Antes de que los periodistas abandonen el centro, llega una nueva ambulancia. En Yarmuk no tienen cifras de muertos, porque van directamente al depósito. Desde Estados Unidos se dice que fueron tres centenares.

"Vienen con todo tipo de heridas, en el abdomen, en las extremidades, hemos practicado numerosas amputaciones. Están utilizando bombas de fragmentacion", denuncia el responsable médico. "Quieren aterrorizarnos; si no, ¿por qué usan ese tipo de bombas, que están prohibidas?", se pregunta escandalizado. También hay unos pocos heridos de bala, señal de que se están produciendo combates terrestres. Incluso de arma blanca, según fuentes oficiales.

El caso que más ha impresionado al equipo médico es el de una familia del barrio de Mansur que quiso buscar refugio fuera de la capital y resultó calcinada en su vehículo cerca de Abu Gharib. "Los americanos disparan contra cualquier coche sin preguntar, porque parece que tienen miedo a algo", apunta un cirujano presente. Sólo la madre ha sobrevivido. "La hemos derivado a la unidad de quemados del centro médico Sadam", declara Abdul Hasan antes de explicar que, tras intervenir, distribuyen los casos a otros hospitales para mantener sus camas disponibles.

"¡Aleihum, aleihum, shabat!" ("¡A por ellos, a por ellos, chicos!"), asegura Fuad que gritaban los vecinos de Yihad cuando la noche anterior vieron llegar a los fedayín de Sadam. Fueron ellos lo que, según el relato de este testigo de excepción, cargaron contra las tropas estadounidenses que trataban de hacerse con el aeropuerto internacional Sadam, a una treintena de kilómetros al suroeste del centro de Bagdad. Yihad, su barrio, se halla junto a Hay Furat y a menos de tres kilómetros en línea recta de la terminal aérea.

"Poco antes de las nueve empezaron a bombardear intensamente Hay Furat", recuerda Fuad; "hubo al menos seis oleadas, y enseguida los fedayin salieron a su encuentro". "Fue como una película", subraya este médico retirado, al que impresionó el despliegue de fiereza de los irregulares iraquíes. Fuad vio varias decenas de todoterrenos armados con lanzagranadas en la parte de atrás que pasaron a toda velocidad hacia el aeropuerto; en cada uno viajaban seis u ocho feyadin.

"Enseguida empezamos a oír el ruido característico de las armas automáticas", declara. Una hora después cesaban los combates y volvían a oírse los cazabombarderos a baja altitud. Las bombas no dejaron de caer sobre Bagdad durante toda la noche. Ya por la mañana, sin electricidad (que luego fue restablecida parcialmente) y sin agua, los iraquíes escuchaban a su líder pedirles que continúen luchando. "La victoria será nuestra muy pronto", les prometio Sadam Husein. El régimen anunciaba la captura de 25 soldados estadounidenses al oeste de la capital y periodistas iraquíes aseguraban haber visto unos 50 cadáveres en el aeropuerto.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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