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Columna
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Perasovic

José Luis Ferris

El escolta croata del Club Baloncesto Lucentum se salió hace unos días de la línea de seis veinticinco y colocó un triple entre magistral y soberbio que le elevó directamente a la gloria. Velimir Perasovic es uno de esos jugadores que convierten a un equipo modesto y recién ascendido -como lo es el Lucentum de Alicante- en un conjunto respetado y sólido que, hoy por hoy, aspira a luchar por la cabeza de la liga ACB. La experiencia, la confianza y la capacidad resolutiva que alberga y genera este hombre de 1,97 están más que confirmadas, y la afición alicantina tiene que felicitarse por el prodigio de contar con él, de tener en su equipo a un fabricante de sueños.

No hace mucho, Perasovic colocó un triple ejemplar desde fuera de la cancha y se ganó la gloria. Acababa de recibir la noticia de que una niña con la que tengo mucho que ver convalecía de un problema medular en una clínica de Alicante. Marina juega desde hace años al baloncesto en las filas del CB San Blas y tiene junto a la cama un retrato de esos dos ídolos que le multiplican los años por 6 y por 4, a saber: Paul McCartney y Velimir Perasovic. El croata recibió el mensaje y, sin dudarlo ni un momento, se presentó en la habitación del hospital con su equipaje de batalla (dorsal 6) firmado minutos antes para ella: "A Marina, con el afecto de un amigo". Lo que ocurrió entonces exige mucha pericia narrativa para ser contado. Los ojos de la niña se abrieron como ventanas para resumir, entre húmedos e incrédulos, la geografía de la emoción, el mapa entero de una fascinación cumplida. Luego hablaron de aventuras comunes, por supuesto, de la renovación del jugador por un par de temporadas más, de esa familia que le echa tanto de menos en Croacia, del All Star y de la gira Back in the world de McCartney, los Beatles, claro, "tengo todos sus discos".

Cuando Perasovic desapareció de la escena tras un beso profundo en el rostro de Marina, el perfume de los sueños siguió allí. El escolta del Lucentum saboreó un triunfo diferente y la niña se abrazó feliz a la almohada creyendo un poco más en la grandeza de los grandes, en la medida humana de esos héroes que rozan lo imposible.

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