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Análisis:COYUNTURA NACIONAL
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Persisten los desequilibrios

Hace unos días, el Banco de España dio a conocer los datos de la balanza de pagos de diciembre y, como consecuencia, de todo el pasado año. Tradicionalmente, la economía española ha generado notables desequilibrios en su balanza de pagos en las fases de expansión, que se corrigen en las fases de desaceleración o recesión. Estas fluctuaciones son comunes al resto de economías, pero suelen ser más intensas en el caso de la economía española como consecuencia de la mayor amplitud de sus ciclos.

El último ciclo no ha sido una excepción. Como puede verse en el gráfico izquierdo, el saldo de las operaciones por cuenta corriente (comercio de bienes y servicios, rentas y transferencias corrientes), que había pasado a ser superavitario tras la recesión de 1992-93, comenzó a ser deficitario de nuevo a partir de 1998, en cuanto el PIB superó su nivel potencial o tendencial de largo plazo. El punto de máximo deterioro se alcanzó en el año 2000 con una cifra equivalente al 3,4% del PIB, sólo tres décimas menos que el máximo del ciclo anterior alcanzado en 1990. La ralentización del crecimiento del PIB a partir de 2001 propició un cambio de tendencia que, sin embargo, no ha continuado en 2002. En este último año, el déficit aumentó ligeramente, alcanzando 17.771 millones de euros, un 2,6% del PIB.

Desde 1997, el ahorro en porcentaje del PIB sube nueve décimas; la inversión lo ha hecho en casi cuatro puntos

La causa fundamental de que el déficit por cuenta corriente no haya seguido reduciéndose, como cabría esperar al disminuir el crecimiento de nuestra economía, es que el crecimiento del PIB de los países con los que comerciamos principalmente y de donde proceden los turistas que nos visitan se ha reducido igual o más que el español, con lo que se ha mantenido el diferencial de años anteriores, mientras que en anteriores fases cíclicas similares a la actual la economía española se desaceleraba más.

Lo anterior puede sonar bien: el déficit que tenemos obedece a que crecemos más. También se nos dice eso de la inflación. Sin embargo, esto no puede tranquilizarnos. En primer lugar, si el crecimiento del PIB durante la fase expansiva no ha sido mayor que en el ciclo anterior y, en cambio, hemos generado un déficit similar, eso quiere decir que no ha aumentado nuestro potencial de crecimiento equilibrado, que en definitiva es lo que hace falta para que puedan mantenerse a largo plazo tasas de crecimiento elevadas y superiores a las de los países de nuestro entorno.

En segundo lugar, la financiación del mayor crecimiento relativo la estamos haciendo a base de endeudarnos. Como sabrán los lectores, un déficit exterior por cuenta corriente quiere decir que el país no ha sido capaz de ahorrar lo suficiente para financiar su inversión. El gráfico derecho muestra claramente esto. Desde 1997, el ahorro, como porcentaje del PIB, sólo ha aumentado nueve décimas, mientras que la inversión lo ha hecho en casi cuatro puntos. Ciertamente, uno puede endeudarse para financiar una inversión productiva, pero lo que no puede hacer es aumentar su endeudamiento eternamente, porque tarde o temprano alcanzará una situación de insolvencia. Si mantenemos el actual déficit o incluso lo aumentamos en cuanto comience a acelerarse la economía, nuestra deuda seguirá creciendo. No parecen éstas buenas bases para asentar una expansión duradera durante los próximos años.

Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros Confederadas para la Investigación Económica y Social (FUNCAS).

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