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Reportaje:

Arquitectura de calidad para el tractor

Javier López y Ramón Pico, de 36 años, logran ser finalistas de la Bienal Española con sus viviendas de autoconstrucción

Margot Molina

El equipo formado en 1993 por los arquitectos andaluces Javier López y Ramón Pico, ambos de 36 años, acaba de recibir un importante reconocimiento a su trabajo. Su proyecto de viviendas de autoconstrucción en el poblado de Doña Blanca, en El Puerto de Santa María (Cádiz), está entre las 22 mejores obras de cuantas se han construido en España durante 2001 y 2002.

La selección, realizada por el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España para la VII Bienal de Arquitectura Española, ha tenido en cuenta alrededor de 300 proyectos. López y Pico, que han firmado juntos más de 80 obras desde que abrieron su estudio en Sevilla, son los más jóvenes de los arquitectos seleccionados en esta edición de la bienal junto a otro equipo, el formado por Victoria Acebo (León) y Ángel Alonso (Santander).

El suelo lo pone el Ayuntamiento y los materiales y los técnicos, la Junta

Las 25 viviendas en régimen de autoconstrucción en el poblado de Doña Blanca, un proyecto al que accedieron por un concurso público, les han servido al onubense Javier López y al gaditano Ramón Pico para entrar por primera vez en esa especie de Olimpo de los arquitectos en que se ha convertido la bienal, ya que es un reconocimiento que otorga la misma profesión. Las dos obras ganadoras, Viviendas en la vaquería Carme de Abaixo en Santiago de Compostela, de Víctor López Cotelo, y Puerto internacional de Yokohama, de Alejandro Zaera y Farshid Moussavi, así como todas las seleccionadas, formarán parte de una exposición que podrá verse el próximo julio en Comillas (Santander) y viajará después a Madrid y Barcelona. En esta edición de la Bienal de Arquitectura Española, que se falló el pasado día 8, el jurado ha estado presidido por el arquitecto sevillano Antonio Ortiz, que forma equipo junto a Antonio Cruz, y ha contado con profesionales tan prestigiosos como Rafael Moneo, Luis Fernández-Galiano y Carlos Ferrater.

"El que nos hayan seleccionado con este proyecto ha sido muy importante porque es una obra pública con más condicionantes de los que normalmente te encuentras en las Viviendas de Protección Oficial (VPO). Al tratarse de casas de autoconstrucción y de un ámbito rural hemos tenido que diseñar de la forma más simple posible", comenta Ramón Pico. Las casas, de inspiración racionalista, son cubos blancos de 780 X 780 centímetros, lo que supone una superficie útil de 70 metros cuadrados, están ubicadas en los extremos de las parcelas y su posición varía en función de la orientación solar.

Las 25 viviendas ocupan una hectárea en un poblado de colonización creado a finales de la década de los sesenta en la marisma del río Guadalete, en El Puerto de Santa María. El suelo lo cede el Ayuntamiento, la Consejería de Obras Públicas financia a los técnicos y los materiales, y la mano de obra es la de sus futuros propietarios. Este sistema, muy utilizado en Latinoamérica, supone que las casas las construyen sus futuros propietarios pero nadie sabe cuál será la suya; una vez terminadas se sortean entre las 25 familias. "Como las parcelas están situadas en un terreno agrícola, un poblado que en origen era para los colonos que trabajaban allí, son muy grandes, entre 500 a 800 metros cuadrados. Estaban pensadas para familias que tenían que guardar en ellas tractores, aperos de labranza u otra maquinaria agrícola. Ahora, en la mayoría de los casos, ya no es necesario; pero las dimensiones están establecidas así por el Ayuntamiento y sus propietarios disponen de un gran terreno para convertirlo en jardín o patio", explica Javier López.

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La construcción comenzó en 1996 y no terminó hasta el pasado año porque los futuros propietarios tenían que continuar con su trabajo y sólo disponían de los fines de semana. "Algunos no tenían ni idea, pero el Ayuntamiento de El Puerto de Santa María contrató a un jefe de obra que fue supervisando y enseñando a los agricultores", dice Pico. "El planteamiento de la vivienda, en dos plantas, tenía que ser muy sencillo. No podía tener estructura de hormigón, porque los constructores no sabrían cómo hacerla; así que se basa en tres muros de carga de ladrillos, como se hace tradicionalmente en los pueblos", añade López.

"Seguimos un programa básico de tres dormitorios, pero hemos tenido en cuenta la necesidad de ampliaciones, que se podrán hacer sin alterar el aspecto exterior de la vivienda", comenta Ramón Picó.

Los arquitectos, que se conocieron en Sevilla cuando ambos estaban en segundo de carrera y colaboran desde entonces, reconocen que a los agricultores, al principio, no les gustaba la vivienda porque mira hacia adentro de la parcela, "el salón no es un escaparate a la calle como les gusta a muchos" y, lo que fue más criticado, no tiene una cubierta de tejas. "Ahora ya las miran con más cariño", concluyen.

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Sobre la firma

Margot Molina
Ha desarrollado su carrera en El PAÍS, la mayor parte en la redacción de Andalucía a la que llegó en 1988. Especializada en Cultura, se ha ocupado también de Educación, Sociedad, Viajes y Gastronomía. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado, entre otras, la guía de viajes 'Sevilla de cerca' de Lonely Planet.

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