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COMUNICACIÓN
Columna
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La bolsa de los famosos

En 1985, mientras vivía en Estados Unidos, veía todas las semanas un programa de televisión en que, como en los actos de fin de curso, subían al escenario en orden, uno a uno, los personajes designados por el público como de su preferencia. En la hilera de esas personalidades destacadas, sonreía un premiado novelista junto a una extraña diseñadora, un premio Nobel de medicina al lado de un aclamado gobernador del Estado, un fornido jugador de baseball al costado de una delicada locutora, un ilusionista excepcional pegado a un astronauta. Lo que homologaba a todos ellos era la fama y lo que estimulaba el interés del público eran las variaciones en su cotización semanal. Ese viernes, por ejemplo, el primero de la fila podía ser el presidente Carter pero, a la siguiente semana, había sido superado por Tina Turner o por Larry Bird. La excelencia científica se cruzaba con la excelencia deportiva y la belleza cinematográfica con la eficiencia en los trasplantes de corazón. Al mercado de las acciones empresariales se añadía este mercado de las acciones profesionales.

No recuerdo el nombre de aquel espacio que respondía al tradicional estilo de las varietés pero, poco después, la fórmula fue afinándose para pasar de ser un pasatiempo sin más a convertirse en un entretenimiento de excitación bursátil. Desde 1996 funciona en Estados Unidos el llamado Hollywood Stock Exchange que constituye un verdadero mercado de valores referido al amplio universo de las estrellas; y, desde 1998, se puede jugar, además, en una bolsa de contenido musical titulada PopEx, con parecido espíritu financiero.

Ahora, además, la revista Business Week informa sobre una nueva serie en el canal británico BBC 3 que, desde el 14 de febrero, airea ante el público las cotizaciones de actrices, futbolistas, periodistas o cantantes, expuestos a una compraventa virtual iniciada en la red durante el verano pasado. El espacio se titula "Celebdaq", designación compuesta por "celeb" de celebridad y de "daq", dealers automated quotation que es también la muletilla del Nasdaq.

Para participar en este juego de apuestas personalizadas, inversiones sobre famosos convertidas en acciones, es necesario, antes que nada, inscribirse en una web (bbc.co.uk/celebdaq) donde, al comunicar el nombre, se reciben unos 15.000 euros virtuales. Con ese capital puede empezarse a especular: comprar Penélopes Cruz, Nicoles Kidman, Ronaldos, Raules, Spices Girls o Jacks Nicholson, y vender más tarde a cambio de otros títulos que pasean sobre el panorama del star system. De esta manera, no sólo se participa en incrementar el precio de un favorito o en menoscabar al otro, sino que la emisora, al término del programa, entrega 150 euros a quien haya realizado las operaciones más rentables de los últimos siete días. No se trata de un premio despampanante, claro está, pero ¿cómo no sentir que de esta manera los pintores, los rockeros, las actrices, deben lo que son a nuestro arbitrio?

Que el éxito provenía del aplauso popular ya se sabía pero lo nuevo es poder palpar que sus ingresos y hasta su orgullo dependen de nosotros. Antes, las celebridades, surgían, progresaban y triunfaban como efecto de algún designio providencial, pero ahora, en plena saturación democrática, nadie es nada sin votación popular. El valor debe refrendarse en el seno de las masas y la fama es la suma de los cargados alientos de cada uno. Igualmente, nadie es profesionalmente nada siendo únicamente una persona. Es preciso convertirse en producto y llegar, después, a ser una marca. Marca que sonará más o menos de acuerdo a la aceptación compradora de los clientes, los televidentes, los consumidores, los electores, los ciudadanos, los accionistas, lo mismo es. La entidad de cada cual, famoso o no, se decide mediante el juego del intercambio y el plus de valor procede del frotamiento mercantil. La diferencia entre el índice Nasdaq para valores tecnológicos y el Celebdaq para valores de seres humanos apenas radica en su fecha de fundación. Sus destinos, desde entonces, oscilan, titilan o discurren juntos.

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