Tablada, verde y de todos
La presentación del Avance del Plan General de Ordenación de Sevilla aprobado por el pleno del Ayuntamiento, con la abstención del PP, permite visualizar la ciudad que deseamos para un futuro próximo. En su desarrollo los técnicos de la Oficina del Plan han contado con la opinión de la ciudadanía mediante un proceso de participación directa, ya sea a través de internet o con su presencia física en distintas mesas de análisis y de discusión o debate. La exposición pública, que ahora se realiza, es un paso más de dicha participación, esta vez dirigida a todos los sevillanos sin ningún otro requisito.
La construcción democrática de la ciudad desde la reflexión como espacio de habitación y encuentro entre personas, es una conquista muy reciente, amparada y regulada por la legislación. Sobre este proceso inciden, no obstante, poderosos agentes que pretenden canalizar hacia sus intereses la toma de decisiones, de forma que en vez de ser la Sevilla de todos los ciudadanos sea sólo la de unos pocos.
En el Avance se parte, sin embargo, de un principio poco o nada justificado que no obstante se acepta como indiscutible: la necesidad de crecer, de aumentar la superficie de suelo urbano y urbanizable. Las diferencias de criterio, si existen, se producen en la intensidad del fenómeno no en su existencia.
Se argumenta hipócritamente la escasez de viviendas y consecuentemente su elevado precio, pero no se dice qué tipo de vivienda se pretende edificar, ni que actualmente esa escasez es compatible con la existencia de decenas de miles de viviendas de nueva construcción deshabitadas.
De otra parte se comprueba cómo, desde hace años, el crecimiento en la construcción de viviendas en Sevilla es muy superior al que ha experimentado la población, prácticamente estabilizada, de forma que ni los nuevos hábitos de vida ni los modelos familiares son capaces de explicar estas tendencias, sólo comprensibles desde planteamientos estrictamente económicos-especuladores. Si el análisis lo ampliamos al área metropolitana los resultados son aún más estridentes.
Es necesario recordar que el uso del suelo fértil y productivo para convertirlo en suelo edificado no es una cuestión exclusiva de mercado. Con el cambio se consume de forma irreversible, esto es para siempre, un recurso valioso que no somos capaces de reponer. Además se multiplican las demandas en materia, energía y servicios que supone un suelo urbanizado y que deberán ser satisfechas por otros territorios y por la colectividad.
En este proceso de crecimiento ilimitado e insostenible de suelo urbano aparece el área de Tablada como zona de disputa entre las previsiones de la Oficina del Plan de Sevilla expresadas en el documento de Avance del Plan y un grupo de presión de constructoras que pretenden en su argumentación, llevada al paroxismo, cubrir las aproximadamente 360 ha. de terreno rústico con miles de viviendas, destinadas a unos inexistentes sevillanos.
Con independencia de que tal actuación pudiera producir jugosos beneficios económicos para sus promotores, en todo caso obtenidos sobre una base de dudosa legalidad, la falta de ética no es nada dudosa, hay que afirmar una vez más que tal pretensión sólo responde a intereses especuladores de unos pocos y no al interés general de la ciudad y de sus habitantes.
Tablada representa la oportunidad que necesita la ciudad para organizar su área metropolitana. La ausencia de infraestructuras, (aéreas y subterráneas), su posición central en la aglomeración urbana, el carácter natural del espacio y su apertura a las extensas marismas del sur sin solución de continuidad, su vinculación y dependencia del Guadalquivir con el que comparte una dilatada ribera y para el que representa el lecho de inundación que alivia las avenidas extraordinarias, son todos ellos factores singulares e insustituibles que desaconsejan el uso urbano que unos pocos pretenden.
Una ciudad que se quiere moderna, culta y sostenible no puede repetir, esta vez de forma definitiva, el profundo error que ha marcado sus relaciones con el río al que debe su existencia. El Guadalquivir, el elemento geográfico y cultural con más peso en el territorio, ha sido ninguneado por la ciudad; se le ha constreñido entre diques, cortado su cauce, expulsado fuera del ámbito urbano, se han privatizado sus orillas a veces más allá de lo imaginable (véase si no la trasera de la fábrica de tabacos en los Remedios), se le utilizó para dispersar los contaminantes de la ciudad reduciendo las comunidades de peces y otros organismos a su mínima expresión, se elimino la vegetación de sus orillas, etc. Si bien este comportamiento pudo explicarse históricamente como propio de una ciudad pequeña, rural y conocedora de su incapacidad para controlar un río de carácter espasmódico, en la actualidad ni el río ni la ciudad son los mismos.
Las relaciones de la Sevilla que deseamos y el Guadalquivir deben basarse en el reconocimiento y potenciación de las extraordinarias posibilidades que éste ofrece. Es difícil explicar tanto desconocimiento gratuito, en el sevillano de a pié y en el ilustrado, pocos son los conocedores de sus orillas, del régimen de sus mareas, de la calidad de sus aguas, etcétera. Dibujar sus cauces en la travesía urbana y metropolitana es obra de iniciados, reconstruir su historia reciente, reto casi imposible. Sin embargo nadie duda de la importancia del Guadalquivir en la imagen de Sevilla.
La llanura de inundación de un río representa un mecanismo de regulación y minimización de riesgos frente a avenidas, recuérdese las ocurridas este verano en centroeuropa o la de hace días en el Ebro. Es verdaderamente revelador que mientras en otras ciudades europeas se están desmantelando diques, recuperando llanuras inundables, restaurando antiguos cauces de avenidas, aquí en Sevilla se continúe dando crédito a propuestas que pensábamos definitivamente superadas.
En efecto, Tablada representa no sólo un espacio natural susceptible de dar cabida a demandas de ocio compatibles con su papel regulador de los efectos de las avenidas que han caracterizado el pasado reciente del río, sino también una oportunidad para restablecer las conexiones que nunca debieron perderse de la ciudadanía con un Guadalquivir vivo, en continuo diálogo con el mar al que fecunda con sus aportes y del que recibe una gran diversidad de organismos que ascienden con las mareas por su cauce hasta las puertas de la ciudad.
En Tablada, por sus dimensiones y posición, se encuentra la última posibilidad real de recuperar un hábitat de extraordinaria importancia y que ha desaparecido prácticamente como es el bosque de ribera. Una sociedad consciente de su capacidad técnica y de su pasado no puede resolver las oportunidades que se le presentan, dilapidando los restos de su capital natural para satisfacer las ansias económicas de unos pocos.
Con este motivo se ha constituido una Plataforma Ciudadana con un único fin, la defensa en su integridad del territorio de Tablada, a ella invitamos a todos los sevillanos.
Fernando Sancho Royo es Profesor Titular de Ecología, Universidad de Sevilla. Plataforma Ciudadana para la Defensa de Tablada Verde y Pública. Información y adhesiones: www.svq.com/tablada
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.