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La conciencia estética de la cirugía maxilofacial

Los avances médico-quirúrgicos permiten realizar una cirugía más curativa, pero también reparadora y funcional

El cáncer de mandíbula obligó al creador del psicoanálisis, Sigmund Freud, a pasar por el quirófano en más de 30 ocasiones desde 1923, tras presentarse los primeros síntomas, hasta 1930, cuando murió víctima de ese tumor que la cirugía maxilofacial de la época sólo pudo tratar de forma precaria. Cuando alguien padece un cáncer en la cara o en el cuello, su primera prioridad es salvar la vida. Pero su segunda prioridad es no quedar deforme. Veinticinco años después de haber sido reconocida en España como especialidad, la cirugía maxilofacial ha demostrado poder afrontar con éxito graves procesos que afectan a una parte fundamental del organismo, aquella que constituye el principal instrumento de sociabilidad, la cara.

En el cáncer de cuello y cabeza, la detección precoz permite tasas de curación del 90%
Mediante dispositivos controlados desde fuera se puede ir alargando el hueso

Malformaciones congénitas craneofaciales; problemas de las glándulas salivares; implantología dental; cirugía ortognática, que permite corregir problemas de mala oclusión de la mordida dental; tumores de cara, cabeza y cuello; patología oral o de la boca y secuelas por traumatismos de distinta naturaleza (accidentes, agresiones físicas, intentos de suicidio) son algunas de las intervenciones de la cirugía maxilofacial.

"Gran parte de la patología médico-quirúrgica de la cara, la cavidad oral, el cráneo y el cuello es competencia nuestra y a veces en colaboración con otros especialistas. Abordamos un territorio complejo, en donde hay órganos vitales o muy importantes, y que siempre permanece a la vista. De ahí que no debamos perder la trascendencia psicológica y social de este tipo de trabajo", afirma Julio Acero, presidente de la Sociedad Española de Cirugía Oral y Maxilofacial.

Hace años, la dimensión estética de esta actividad quirúrgica permanecía relegada, según Acero, a un segundo plano: "Centrábamos nuestros esfuerzos en extirpar el tumor o curar las heridas; en definitiva, en salvar la vida y resolver el proceso patológico, sin que tuviéramos medios adecuados para restaurar al paciente en su estética y función, algo que hoy forma parte de la práctica clínica habitual. Antes era frecuente que en ciertos tratamientos, como en el del cáncer oro-maxilofacial, quedaran grandes defectos o que el paciente tuviera que permanecer largo tiempo alejado de su actividad normal. También es cierto que entonces la proporción de curación de procesos oncológicos era menor que hoy. Lo mismo sucedía cuando tratábamos deformaciones craneofaciales más o menos severas. Digamos que primaban los conceptos de salud y funcionalidad. Ahora, a la misma altura que éstos, consideramos el concepto de la estética".

Según Carlos Navarro-Vila, catedrático y jefe del Servicio de Cirugía Oral y Maxilofacial del hospital Gregorio Marañón de Madrid, los nuevos procedimientos de diagnóstico por imagen y los avances en las técnicas quirúrgicas y en los materiales permiten realizar una cirugía más funcional y radical a un tiempo, especialmente en los casos de cáncer. Al disponer de alternativas reconstructivas más complejas y eficientes, es posible, en opinión de este especialista, "ser más agresivos en la resección tumoral y, de este modo, intentar prolongar la supervivencia del enfermo". En los cánceres de cabeza y cuello, cuya base terapéutica es la cirugía, la detección precoz permite alcanzar unas tasas de curación de hasta el 90%.

Los defectos craneofaciales de nacimiento ocupan otra gran parte de la actividad de esta especialidad. Como indica José Luis Gutiérrez, jefe del servicio de Cirugía Maxilofacial del hospital Virgen del Rocío de Sevilla y profesor titular de la Universidad, el labio leporino o fisura palatina (corte del labio superior y hendidura del paladar) es el más frecuente, seguido de las estenosis faciales, craneales y craneofaciales, que se expresan con las más diferentes malformaciones del rostro y la cabeza.

"Ahora podemos actuar", indica, "antes de los seis meses de vida del bebé con las llamadas técnicas a favor del crecimiento. Son diversos métodos que pueden aplicarse en distintas fases del desarrollo del pequeño. Un ejemplo sería el alargamiento o elongación de ciertos huesos. Mediante finísimas fisuras podemos actuar sobre estructuras óseas y fijar unos dispositivos que pueden irse regulando desde fuera y permitir un alargamiento pasivo del hueso a medida que el niño va creciendo".

Para las secuelas por traumatismos, los injertos y colgajos o plastias son dos procedimientos actualmente muy empleados en las lesiones faciales. Ambas técnicas se emplean cuando ha habido pérdida de tejidos, como hueso, piel, fibras musculares y otras partes blandas. Cada una tiene sus indicaciones, a juicio de Josep Pericot, jefe del servicio de Cirugía Maxilofacial del hospital de Bellvitge de Barcelona y uno de los especialistas españoles más veteranos.

El injerto consiste en extraer a distancia de la zona que se va a tratar una parte de tejido que se aplicará sobre la lesión y que sobrevivirá gracias a la vascularización aportada por la zona donante. El colgajo o plastia es un trozo de tejido procedente de una región próxima a la lesión, que se rota desde su lugar de origen hacia la región tratada y que sigue unido a la zona donante.

Según Pericot, el injerto es más conveniente "cuando la pérdida de tejido no es muy importante" y la parte de la lesión está lo suficientemente sana para recibirlo, mientras que "el colgajo se emplea más bien cuando se han producido importantes pérdidas de tejido". Las regiones donantes son diversas, aunque en el caso del injerto la más utilizada es el muslo. En el colgajo, al tratarse de zonas anejas a la lesión facial, se suele recurrir al cuello y al cuero cabelludo. La región donante "nunca se ve afectada en su funcionalidad y sólo queda una cicatriz cuidada con mucho mimo", añade.

Otros avances de la especialidad vienen aportados por la microcirugía, que se practica con ayuda del microscopio; la técnica de los expansores cutáneos, que en dos meses consiguen importantes superficies de piel por un método similar al del embarazo mediante la introducción de una especie de balón que se va dilatando, y los estudios de la anatomía periférica de la piel, que han posibilitado nuevos diseños y abordajes en el difícil manejo de esta estructura.

Las prótesis (placas y tornillos) de materiales biocompatibles, para reconstruir contornos y adaptadas a los defectos que se desean corregir, son otra aportación importante, junto a los sistemas reabsorbibles y ciertos tipos de tratamientos con láser. Las operaciones craneofaciales, que siempre se realizan con anestesia total, pueden prolongarse desde hora y media la más corta a más de 17 horas la más larga.

Los cirujanos Julio Acero, a la izquierda, y Carlos Navarro, en el hospital Gregorio Marañón de Madrid.
Los cirujanos Julio Acero, a la izquierda, y Carlos Navarro, en el hospital Gregorio Marañón de Madrid.RICARDO GUTIÉRREZ

Una especialidad multidisciplinar

La cirugía maxilofacial (denominada ahora cirugía oral y maxilofacial) es una especialidad quirúrgica reconocida como tal en España desde 1977. Se trata de una disciplina que en su programa de cinco años de formación hospitalaria (tras la obtención de la licenciatura en medicina y la superación del examen MIR) incluye una vasta preparación en cirugía general y en odontoestomatología, así como rotaciones por servicios como neurocirugía, otorrinolaringología, cirugía plástica y cuidados intensivos.

Muchos de los cirujanos maxilofaciales españoles poseen, además de los conocimientos adquiridos durante su formación en la especialidad, el título de odontólogo o estomatólogo.

Según Julio Acero, presidente de la Sociedad Española de Cirugía Oral y Maxilofacial, tal como reconoce el programa oficial de formación, la especialidad se ocupa de todos los conocimientos relativos al "tratamiento de cualquier patología que afecte al territorio de la cara, cabeza y cuello, sin olvidar la dimensión estética del problema".

"Perseguimos resolver el problema de la forma menos cruenta, es decir, causando la menor distorsión posible en esta parte tan visible de la anatomía humana, y teniendo muy presente en el mismo acto quirúrgico la estética, que es algo consustancial a nuestro trabajo", asegura Acero.

Para el presidente de los cirujanos orales y maxilofaciales españoles, las nuevas y complejas técnicas reconstructivas permiten abordar problemas "impensables hace 20 años" y reincorporar al paciente a su vida habitual "en un tiempo récord y con gran respeto por la armonía craneofacial".

En la Asociación Española de Cirugía Oral y Maxilofacial están adscritos 600 miembros, desigualmente repartidos por todo el territorio nacional, y cada año se incorporan al contingente unos 25 especialistas recién formados, según Carlos Navarro-Vila, presidente de la especialidad dentro del Consejo Nacional de Especialidades Médicas (CNEM) y catedrático de esta disciplina en la Universidad Complutense de Madrid. En nuestro país existen unos 60 servicios hospitalarios.

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