Bolos y balas
"En mi país hay 280 millones de habitantes, y al menos 100 millones son auténticos idiotas; yo hablo para los 180 que aún tienen medio cerebro, a ésos a los que Hollywood no respeta". Ésta es una declaración de Michael Moore acerca de su documental Bowling for Columbine, estrenado en Madrid el viernes pasado. El filme de Moore es una ácida, irónica y desconcertante visión y reflexión sobre la violencia de la sociedad norteamericana, donde circulan libremente 250 millones de armas que se cobran 11.000 muertos al año.
Bowling for Colombine acaba de ganar el Oscar a la mejor película documental. Moore aprovechó su intervención en el Kodak Theater para arremeter contra Bush y su guerra. Esta producción, tachada de antipatriótica por el sector hollywoodiense que le abucheó, en Francia ha sido incluida para obtener puntos en el programa básico del bachillerato. Este premio es un rayo de luz en la hermética moral americana. Un auténtico gesto de autocrítica, no como la cínica y absurda supresión de la alfombra roja por considerar la Academia una frivolidad exhibir modelitos en tiempos de guerra. En Hollywood lo más chic ahora es ir vestido de camuflaje y conducir un Hummer, el todoterreno del Ejército yanki.
La aguda película de Moore genera dos sentimientos contradictorios en el espectador: inquietud y alivio. En primer lugar se agradece que un auténtico americano como Moore, del profundo Michigan, con gorra de baseball y sobrepeso, presente al mundo una mirada analítica sobre su propio país. Es reconfortante, en estos tiempos de enajenación belicista norteamericana, escuchar una voz díscola dentro de la sociedad estadounidense.
Michael Moore, escritor, productor de series de televisión, director de vídeos, dramaturgo y actor teatral, encuentra en el miedo y en la paranoia la explicación al incremento de asesinatos con armas de fuego en su país. Moore descarta factores como el consumo de violencia en los videojuegos y las películas, el pasado sangriento sobre el que se forjó Estados Unidos o la adoración por parte de los adolescentes de iconos "satánicos" como Marilyn Manson, quien interviene en la película mostrando un coeficiente intelectual bastante más elevado que el de otro entrevistado por Moore, el presidente de la Asociación Nacional del Rifle, el ben-húrico Charlton Heston.
La esquizofrenia estadounidense con las armas, que, tal como revela el filme, se pueden obtener en un supermercado o como regalo abriendo una cuenta bancaria, es un fenómeno típicamente americano, pero que contagia al resto del mundo. Ahí está la parte inquietante del documental. Por un lado, la política ultranacionalista, prepotente y tiránica de Bush ha sembrado de guerra el mundo como prevención a un posible ataque iraquí, espoleado por un miedo que precisamente Moore subraya como causa principal de que los norteamericanos se maten a tiros entre ellos. Por otro, parece que el fenómeno globalizador norteamericano que impregna el planeta de Britney Spears y Starbucks, está inoculando también en nuestras ciudades un virus de violencia. El francotirador del tarot americano parece haber inspirado al asesino del naipe que ha matado en Madrid a cinco personas, no sólo porque imita la firma cartomántica, sino por la cinematográfica encarnación del asesino en serie dejando misteriosas pistas.
Madrid está batiendo récords de homicidios: 28 en lo que va de 2003, uno cada 66 horas, el doble que al año pasado en el mismo periodo. La adquisición de armas de fuego ha aumentado, especialmente pistolas provenientes de las guerras de Yugoslavia, que se pueden comprar fácilmente por unos setecientos euros en pueblos del norte de Portugal. Los madrileños hemos sucumbido a la adopción de modelos americanos como la fast food o los baggy pants, pero ahora empieza a ser inquietante la progresiva copia de sus homicidios por impactos de bala y sus psicópatas de baraja.
El título Bowling for Columbine hace referencia a la última actividad que desempeñaron los asesinos del Columbine High School en 1999 antes de acribillar a doce compañeros y luego suicidarse: jugar a los bolos. En Columbine los bolos eran una asignatura complementaria a la gimnasia. Mientras en Madrid deberíamos no calcar tanto el comportamiento americano, los yankis deberían imitar a los franceses y en vez de obtener puntos para el instituto tirando una bola, ganarlos para la vida viendo esta película.
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