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AMÉRICA LATINA

Daños colaterales en Latinoamérica

La intervención militar en Irak amenaza la recuperación en la mayoría de sus economías

Alejandro Rebossio

La guerra de Irak va a generar en Latinoamérica más perjuicios que beneficios. El incremento del precio del crudo, aunque beneficia a algunos países como Venezuela, perjudica a la mayoría de sus economías latinoamericanas, con la brasileña a la cabeza, al igual que la previsible reducción de las inversiones extranjeras en la zona y la posible caída de las exportaciones.

Chile y México temen, además, represalias de Estados Unidos por su negativa a apoyarles en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas

La guerra de Irak no costará vidas en Latinoamérica, pero generará más perjuicios que beneficios para los países y los ciudadanos de esta región, en opinión de la mayoría de los economistas. El impacto negativo depende de la prolongación del ataque liderado por EE UU contra el régimen de Sadam Husein. El actual encarecimiento del precio del barril de crudo favorece a algunos países latinoamericanos, pero crea graves problemas a una mayoría encabezada por Brasil.

Además otros factores juegan en contra de la región: un deterioro de la economía mundial disminuiría sus exportaciones, el conflicto bélico acrecienta la aversión al riesgo de los inversores y el rechazo de la mayoría de sus líderes a la guerra puede enfrentarlos a un enfriamiento de las relaciones con su par norteamericano, George W. Bush.

Sólo los países petroleros (Venezuela, México, Colombia, Ecuador y Argentina) podrán sacar ventaja de un encarecimiento del barril de crudo, en caso de que la contienda se prolongue o Sadam decida destruir los pozos iraquíes, como en la primera guerra del Golfo. También depende de la actitud de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP): si incrementa o no la producción ante una escasez de materia prima.

El caso venezolano

No todos se beneficiarían tanto como Venezuela. El 81% de sus divisas por exportaciones y la mitad de sus ingresos fiscales dependen del petróleo. Un alza de la cotización del barril le serviría de impulso para recuperarse de la depresión generada por la huelga general de diciembre y enero pasados. Sin embargo, la reciente paralización de la producción petrolera todavía le impide aprovechar al máximo la subida del oro negro. Si cae Sadam, un Irak dominado por Bush atraería la inversión de las petroleras multinacionales, en detrimento de los intereses del Gobierno de Hugo Chávez.

Un encarecimiento del petróleo, como el de los últimos dos meses, mejora las arcas fiscales de los países petroleros, pero también encarece el combustible y alimenta la inflación. Por ejemplo, Argentina no necesita tanto superar su marca de superávit comercial de 2002 -que logró gracias a la devaluación del peso- como recuperar su mercado interno, según el economista Roberto Bouzas, catedrático de la Universidad de San Andrés. Un barril de crudo a más de 60 dólares, como pronostican los más pesimistas, afectaría aún más el poder adquisitivo de los argentinos. Además hundiría en una recesión a la ya débil economía mundial.

El mayor perjuicio de un petróleo caro recaería sobre los países importadores de petróleo, entre ellos Brasil, Chile, Perú y Uruguay. El gigante que gobierna Luiz Inácio Lula da Silva necesita mejorar el bajo crecimiento del año pasado, pero debió aumentar los tipos de interés al 26,5% para controlar la inflación. Un esfuerzo que resultaría inútil si el combustible se dispara. Las importaciones de crudo y sus derivados representan el 13% del total de compras del socio mayor de Mercosur. Un alza del crudo disminuiría su superávit comercial, vital para que evite una suspensión de pagos este año.

El precio del barril, no obstante, comenzó a bajar en los últimos días ante la suposición de los mercados de que la guerra durará poco tiempo. En ese caso, la ganancia para los petroleros resultaría menor, pero redundaría en beneficio de toda la región.

El presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Enrique Iglesias, pronosticó que un conflicto breve provocará "escasas repercusiones" en Latinoamérica. De ahí que el BID mantenga su vaticinio de crecimiento del 1,5% al 2% para este año. En cambio, el alemán Dresdner Bank, en un reciente informe, advierte de que un enfrentamiento prolongado resultaría negativo para la región.

La invasión de Irak y las posibles reacciones contribuyen a expandir la aversión al riesgo, difuminada a partir de la crisis asiática (1997) y consolidada tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Dresdner Bank apunta que los países latinoamericanos encontrarían nuevas dificultades para acceder a los mercados voluntarios de deuda. Brasil intenta desde el año pasado evitar la suspensión de pagos de un pasivo equivalente al 72% del PIB. El FMI y el Banco Mundial respaldan el programa ortodoxo que aplicó el izquierdista Lula en sus primeros tres meses de gobierno. Pero Brasil necesita financiamiento y le preocupa que un conflicto largo aleje el capital extranjero para financiar su déficit en cuenta corriente.

Uruguay, que prepara un canje voluntario de sus títulos, y Ecuador, que suspendió pagos hace cuatro años, también sufrirían el desapego de los inversores, según Dresdner Bank.

Sólo Chile y México se mantendrían inmunes. Argentina apenas se vería afectada a corto plazo, pues ha dejado de pagar su deuda en diciembre de 2001, pero tarde o temprano deberá negociar con sus acreedores. Venezuela cuenta con una deuda controlada -supone el 44% de su PIB- y con reservas para afrontar pagos, pero podría caer en incumplimientos si se agrava su crisis política.

La aversión al riesgo afectará de manera desigual. Muchos inversores de Wall Street consideran que es hora de volver a apostar por los mercados emergentes, aunque no aún por Latinoamérica. Las acciones de los países en vías de desarrollo, en especial los asiáticos, están baratos en comparación con las de Estados Unidos y suponen una porción mínima de las carteras de los inversores norteamericanos. Las economías de China y el sureste asiático marchan bien, en contraposición con Latinoamérica, que sale de la peor recesión de las últimas dos décadas.

Temor a represalias

Un debilitamiento de la economía mundial perjudicaría sobre todo a Chile, uno de los mercados más abiertos de la región, y México, cuyo 90% de las exportaciones se destina a Estados Unidos. Ambos son los únicos dos representantes de la región en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y desde allí se negaron a apoyar el ataque a Irak. La incógnita radica en si Washington tomará represalias económicas contra ellos.

Lula y la mayoría de los líderes latinoamericanos también se opusieron a la intervención contra Sadam. Bush sólo recabó las adhesiones del presidente colombiano, Álvaro Uribe, y uno de los candidatos presidenciales de Argentina, Carlos Menem. Un grupo de legisladores de EE UU advirtió al embajador chileno en Washington, Andrés Bianchi, de que el rechazo de Santiago a la guerra puede entorpecer la aprobación en el Capitolio del nuevo tratado de libre comercio entre ambos países. México, socio de Estados Unidos, sufre desde el 11 de septiembre el desinterés de Bush por avanzar en la integración, sobre todo en materia de migraciones.

El economista Bouzas vislumbra que Latinoamérica deberá ubicarse en un nuevo orden global, con consecuencias sobre Naciones Unidas, la arquitectura financiera internacional y la Organización Mundial de Comercio (OMC).

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