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Reportaje:GUERRA EN IRAK | La situación en Bagdad

Un escudo de humo cubre Bagdad

El Ejército iraquí quema petróleo en trincheras y descampados de la capital para tratar de protegerla de los ataques

Francisco Peregil

El horizonte de Bagdad evocaba ayer estampas de una ciudad preparándose para afrontar una batalla medieval. Algo tan antiguo como el humo era el escudo con el que el Ejército iraquí pretendía repeler los ataques aéreos de Estados Unidos. A la una de la tarde, decenas de columnas de humo provocadas por la quema de petróleo empezaron a arder en la periferia de la ciudad. Formaban un anillo negro que se elevaba cada vez más sobre las casas. Los niños seguían jugando al fútbol descalzos, bien sobre el cemento o sobre la tierra. La mayoría de los comercios continuaban cerrados por tercer día consecutivo. Los soldados descansaban en sus trincheras. Y a las cinco de la tarde en España, las siete en Bagdad, una gigantesca cúpula de humo cubría casi todo el cielo de la ciudad.

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En algunos puntos, como el cuartel de Rashid, los soldados incendiaron el petróleo sobre trincheras que habían cavado días antes. Y en otros lugares utilizaron descampados. La gente, una vez más parecía o fingía tomárselo con cierta calma. "Son cosas de militares", comentaba uno de los pocos comerciantes que abre durante la guerra y que ha encarecido sus productos de forma considerable. "Yo creo que puede servir para impedir las fotos por satélite", señalaba un conductor. Sirviera o no el escudo de humo, el hecho es que nada más hacerse de noche comenzó de nuevo a llover fuego.

Esa misma mañana, el panorama en la ciudad acusaba los estragos de los mil misiles que los norteamericanos habían lanzado la noche anterior. Desde la carretera que pasa al lado de una tapia de tres metros se podía ver el Palacio de la Paz, uno de los más conocidos de la ciudad, con una cúpula enorme y grandes esculturas sobre el tejado, visiblemente alcanzado, como si un proyectil hubiese penetrado limpiamente en su interior y lo hubiese quemado por dentro. Dos minutos en coche más allá, a la orilla del río Tigris, había otro edificio, parte del complejo presidencial, aplastado como una caja de cerillas. Y cinco minutos después, sin bajarse del coche, se podía observar el estado ruinoso en que quedó la sede del Servicio Central de Inteligencia. A pesar de que este edificio se encuentra rodeado de varias viviendas civiles de más de diez pisos de altura, ninguna de ellas fue alcanzada.

"Los americanos no quieren derribar los puentes ni las centrales eléctricas ni las refinerías", comentaba un mecánico, "porque saben que después tendrán que reconstruirlas. No lo hacen por nuestro bien, sino por el bien de ellos. Los americanos crearon el problema primero. ¿Y ahora, qué quieren?".

En la otra punta de la ciudad, un edificio militar parecía alcanzado también, aunque levemente. "La bomba explotó en el aire", comentaba un vecino peluquero. "Pero su efecto, incluso en esta casa, fue terrorífico. Las ventanas se abrieron y se cerraron tres o cuatro veces. Y nosotros, que como usted ve somos una familia de nueve miembros, nos metimos aquí, en este descansillo de dos metros cuadrados, que es el único que no tiene cristales y ahí nos quedamos durante tres o cuatro horas, sin atrevernos a salir. No hemos pegado ojo en toda la noche". En efecto, desde el nieto de cuatro años hasta la abuela de 72, todos aseguraron pasar la noche allí de pie. "Yo quería subir al tejado", comentaba un hombre de 38 años, "porque combatí en Kuwait y a mí estas cosas no me asustan, pero mi mujer me lo quitó de la cabeza".

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Fuentes del Ministerio de Exteriores indicaron que la mayoría de los edificios oficiales alcanzados estaban vacíos, sin nada ni nadie. Y que el resto estaba ocupado por civiles. Sin embargo, uno de los vecinos próximos al cuartel que ayer se encontraba vacío, con las ventanas rotas y abiertas y las paredes parcialmente quemadas, indicó que todos los días solía acudir gente a ese lugar. Las mismas fuentes indicaron que algunos milicianos del Partido Baaz, en el poder, habían sido heridos por la propia artillería iraquí de fuego antiaéreo. "Cuando se tira al cielo y no se da al blanco, el hierro cae y puede hasta matar a una persona", señaló un vecino.

Cuando a uno de los vecinos que viven cerca de los cuarteles bombardeados se le plantea si cree que los norteamericanos quieren demostrar al pueblo iraquí que sólo pretenden derrocar a Sadam Husein y no hacerle daño al pueblo, contesta: "Esto es una guerra y yo los he visto en Kuwait. Cuando entren en Bagdad, si la batalla va a ser calle a calle, como parece, a ellos no les importará la vida de un niño, ni de una mujer, ni de un anciano. Es la guerra. Y funciona así. Además, cuando tengan que dejar a la ciudad sin luz y sin comunicaciones, lo harán. Tengo un amigo en Basora que me lo ha dicho: que llevan varios días sin corriente eléctrica. Y eso harán cuando asedien Bagdad".

Grandes columnas de humo se divisaban ayer en las afueras de Bagdad hacia el sur.
Grandes columnas de humo se divisaban ayer en las afueras de Bagdad hacia el sur.ASSOCIATED PRESS

Las 'ratas' acechan la capital

En la campaña para la liberación de Kuwait, en 1991, la Séptima Brigada Blindada británica, más conocida como las ratas del desierto, acompañó a las tropas de EE UU hasta los últimos combates en el sureste de Irak contra la Guardia Republicana de Sadam. En la actual guerra contra Irak, esta brigada de élite está dispuesta a llegar más lejos: consolidar su posición en Basora (donde ayer participaba en intensos combates con las fuerzas iraquíes) para convertirse en la punta de lanza de la toma de Bagdad.

Las ratas del desierto nacieron en 1938, como una fuerza especial de operaciones de exploración del Gobierno británico en el norte de África. Durante la II Guerra Mundial repelieron con ferocidad la invasión italiana y alemana, con la célebre Operación Crusader (1941), una acción que año tras año conmemora el Ejército británico.

Después de la guerra, la Séptima División Blindada fue desmantelada, pero en 1981 resurgió, conservando el jerbo (un roedor africano) como distintivo. Además de sus campañas en el Golfo, las ratas han entrado en acción en Bosnia y Kosovo, donde también han participado en misiones de mantenimiento de la paz.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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