Dalí con Pujol
Mientras la Fundación Gala-Salvador Dalí inaugura estos días en el castillo de Púbol (Baix Empordà) la exposición Dalí grafista, en las librerías de Perpiñán se puede hallar, desde hace un par de meses y por 21 euros, un libro de Robert Descharnes, Dalí, l'héritage infernal (Ramsay/La Marge), que podría levantar ampollas, si no las ha levantado ya. Robert Descharnes, amigo y confidente de Dalí durante cerca de 50 años, mundialmente reconocido como uno de los mayores expertos en la obra del pintor ampurdanés, nombrado por éste miembro vitalicio de la Fundación Gala-Salvador Dalí y encargado por el mismo, en 1981, de identificar y eliminar las falsificaciones -pinturas, litografías, grabados, dibujos...- de su obra existentes en el mercado internacional, es entreviºstado, a lo largo de 254 páginas, por el abogado Jean François Marchi.
El libro tiene una primera parte en la que Descharnes sacia la curiosidad de maître Marchi, y la nuestra, contándole un montón de anécdotas sobre el "Divino" Dalí -en especial sobre sus relaciones con su esposa, Gala, y su "corte"- , al tiempo que le facilita informaciones sobre la génesis y la interpretación de la obra del pintor, y una segunda parte en la que el experto la emprende contra la Fundación Gala-Salvador Dalí, y de manera especial contra su presidente, Ramon Boixadós, al que acusa de un comportamiento dictatorial y de una ignorancia bochornosa en lo concerniente a la personalidad y la obra del artista, los cuales le incapacitan, a su juicio, para desempeñar, desde 1991, la presidencia de la Fundación Gala-Dalí. Huelga decir que, al margen de lo que pueda haber de verdad y de mentira en las duras acusaciones que Descharnes lanza contra la fundación, contra Boixadós y sus dakois, sean del pelaje político que sean, este ataque hay que situarlo en el contencioso moral y legal que el experto mantiene con la fundación -en especial desde el mes de octubre de 1994, en que es defenestrado de la misma por Boixadós- y con el Estado español, heredero de Dalí, en su condición de responsable o dirigente, no sabría precisarlo, de la empresa holandesa Demart, creada en 1983, para gestionar la marca Dalí hasta 2004, fecha del centenario del nacimiento del pintor.
En el dîner de têtes que se monta Descharnes en la segunda parte del libro, el primero en aparecer es (página 195) Jordi Pujol, "catalan madré", astuto, "président du gouvernement autonome de la province de Catalogne". El 24 de mayo de 1981, según cuenta Descharnes, Pujol llega con su mujer al hotel de París, para entrevistarse, a petición suya y por primera vez, con el "Divino". Para Pujol, Dalí es más bien un estorbo: "Le vieux Caudillo est sentationnel, un fois de plus, il étonne le monde", habría dicho Dalí a raíz del proceso de Burgos y de sus condenados a muerte. Pero, estorbo o no, el "Divino", a los ojos de Pujol, es una criatura catalana, ergo capaz de exprimirla, si no políticamente, al menos sentimentalmente. Sin embargo, en esa fecha Dalí todavía no está gagá, y lo primero que hace es mostrarle un cuadro a Pujol. "Siéntese", le dice Dalí. Y cuando Pujol está ya sentado, frente al cuadro, mirándolo , perplejo, el "Divino", de pie, pegado al president, va y se tira un pedo. Un pedo pantagruélico, o berlioziano, como prefieran. "Dans le nez de Pujol?", pregunta maître Franchi. "Quasi!", responde Descharnes, testigo de la escena, el cual añade: "En bon politique, Pujol a ignoré le vent".
Pero el pedo, le vent de Dalí, abandona la suite del Meurice, cruza los Pirineos y llega a Figueres, para, dirigido por Descharnes, "perfumar" el despacho de Ramon Boixadós, el gos, como, según cuenta el experto, le llama el personal de la fundación que preside, "porque ladra en vez de dar los buenos días". Y del gos, el pedo de Dalí, siempre dirigido por el fiel Descharnes, tan fiel que se hace difícil distinguir quién se lo tira, si Dalí o el experto, alcanza a Antoni Pichot; a "María Lorca (sic)", alcalde socialista de Figueres; al pobre de "Santos Toroella (sic)", al que, dice Descharnes, Dalí no quería ver ni en pintura; al ministro Enrique Baró; a la ministra Carmen Alborch. Un pedo que llega incluso hasta Miquel Roca, abogado, al parecer, de la fundación, acusado por el experto de impedir una entrevista que un periodista de TV-3 pensaba realizarle, y a la dirección del periódico Abc, la cual, presionada por Boixadós, había "llamado al orden" a una periodista de la casa poco atenta con los comunicados de la fundación con su litigio con Demart.
Pocos se salvan de la escabechina. Entre ellos, el presidente Tarradellas, al que Dalí ayudó vendiéndole, a muy buen precio, un cuadro que le había regalado antes de la guerra (la "nostra") y que, en parte, le permitió sobrevivir en la Francia de De Gaulle. También se salva Pasqual Maragall, al que Descharnes convierte en hijo de Joan Maragall, cuando en realidad su padre es Jordi Maragall, y Joan Anton Maragall es su tío, de la Sala Parès, el cual, según Descharnes, había apoyado al joven Dalí. Pasqual Maragall, alcalde de Barcelona, fue propuesto como patrono de la Fundación Gala-Salvador Dalí. Pujol dijo: "Si él entra, yo me voy". Y Maragall no entró (página 212).
El 2004 será, entre otras cosas, el Año Dalí. Giralt Miracle, el triunfador del Año Gaudí, lo prepara ¿Habrá pedo, Daniel? ¿Contra quién? ¿O será un centenario "pasteurizado", como opina el experto?
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