Las artes culinarias de un buen intérprete
ALBURQUERQUE, ambiente clásico y cocina evolucionada de un joven 'chef' en Madrid
El escenario en el que se mueve la cocina española contemporánea es tan dinámico y variopinto que en ciudades como Madrid y Barcelona las novedades son inabarcables e impredecibles. De la noche a la mañana, el joven Manuel Alburquerque, responsable durante siete años del Vagón de Beni, encantador restaurantito de la sierra madrileña, ha dado la cara en un local que evoca el estilo angloburgués de la pasada década de los setenta. Sillas con tapicerías trasnochadas, bronces de mala calidad en las paredes y algunas colecciones de soldaditos de plomo prestan un aire kitsch a un entorno decadente. En medio de este ambiente clásico, la cocina moderna que se sirve en sus mesas choca y hasta desconcierta.
ALBURQUERQUE
6,5. Doctor Fleming, 7. Madrid. Teléfono: 913 44 10 04. Cierra sábados mediodía y domingos. Precio: entre 45 y 60 euros. Menú degustación, 48 euros. Menú ejecutivo, 30 euros (incluye dos copas de vino). Hígado de pato en terrina, 22,50 euros. Lubina a los aromas mediterráneos, 24. Paloma torcaz asada al romero, 17,80 euros. Torrija a la gelatina de vino, 6,30 euros.
Pan ...
7
Café ...
4
Bodega ...
6,5
Ambiente ...
6,5
Servicio ...
5,5
Aseos ...
6,5
Alburquerque no es un creador, pero sí un buen intérprete. No arriesga nada, ni falta que hace. No machaca la materia prima, ni la manosea, ni la desfigura como tantos malos cocineros con la lección mal aprendida. Trabaja, eso sí, con muy buenas materias primas y propone recetas evolucionadas de perfil elegante que recorren un arco de armonías conocidas y juegos gastronómicos ya ensayados en los últimos años.
Aperitivos
Como tiene mano y conocimientos técnicos sobrados, los resultados convencen a pesar de algunos reparos. Sus dos aperitivos, lasaña de membrillo con anguila y chupito de sopa (crema) de ajo, constituyen un buen comienzo, a pesar del exceso de ajo de esta última. Resultan muy delicadas la tarrina de hígado de pato con gominolas de fruta de la pasión, así como la ensalada de perdiz en escabeche. Y es un desatino la crema de lentejas con espuma de foie-gras, armonía perfecta pero demasiado grasienta, que aún se hace más pesada con el generoso cordón de aceite que la circunda.
Tampoco es una maravilla el guiso de callos con garbanzos, suculento, aunque malogrado por la excesiva entereza de las legumbres. Ni convencen las cigalas con pastel de cebolla y salsa romescu, colas de crustáceos de mucha envergadura que, lamentablemente, presentan muestras irrefutables de un visible atrasamiento. Por el contrario, la lubina al horno a los aromas mediterráneos, gruesa, jugosa y yodada, es espectacular, y la paloma torcaz al romero, impresionante, una muestra de la mejor cocina cinegética.
POSTRES, MENÚS Y BODEGA
EL RESTAURANTE Alburquerque, que se encuentra en un lugar céntrico, próximo a la Castellana, cuida de forma particular la vajilla y la cristalería, muy modernas, que no guardan relación con el ambiente circundante. Está bien el surtido de panes y es decepcionante el café, arrasado por las notas amargas, punto negro de la casa. Tampoco posee talla el servicio, inexperto, que comete errores de rutina y se mueve obsesionado con unas formas que le vienen grandes. Lo que sí posee categoría son los postres, repertorio goloso en el que Alburquerque demuestra verdadera talla. Un enunciado en el que figuran propuestas tan sugerentes como la sopa de chocolate caliente con bizcocho borracho y sorbete de pera; la torrija con ensalada de naranja, y la sopa especiada de verduras y frutos rojos, de una delicadeza infrecuente. Refinamientos dulces que se hacen extensibles a las golosinas de sobremesa. Una buena idea es optar por alguno de sus menús. El de degustación (48 euros), muy equilibrado, incluye varios platos, se sirve para mesas completas y no incluye bebida. El denominado ejecutivo (30 euros), más abreviado pero de gran calidad, incorpora dos copas del vino de la casa.
Otro aspecto que debería mejorar en un restaurante de semejantes pretensiones es la bodega, listado demasiado breve con ausencias de bulto, en el que, a pesar de todo, figuran vinos interesantes de España, Suráfrica, Italia, Argentina y Chile, y en el que no aparecen espumosos ni vinos dulces.
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