El "día A"
La guerra ha entrado en su fase más devastadora. Estados Unidos ha puesto en marcha una fase operativa que responde fielmente al nombre asignado por el Pentágono: impacto y pavor. En palabras del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, se ha abierto una nueva era en la guerra aérea, con una concentración de poder destructivo nunca alcanzada antes. En nombre de la moral, la Administración de Bush, apoyada por Blair y Aznar, está cometiendo un acto de tremenda inmoralidad. Esta estrategia desproporcionada e inhumana puede acabar resultando militarmente efectiva, pero alimentará no sólo el miedo, sino también el odio.
Pobres iraquíes, castigados por su régimen, y ahora, por sus liberadores. Al término del viernes, día santo para los musulmanes, los bombarderos B-52 que habían despegado del Reino Unido al mediodía descargaron cientos de misiles y bombas sobre la capital iraquí. Era el "día A". En palabras de un Rumsfeld frío y cortante, más entusiasmado por la tecnología que preocupado por quienes sufren la lluvia de fuego, estamos asistiendo a un hecho "histórico", dada la precisión sin precedentes "para minimizar las bajas inocentes".
El objetivo es destruir todas las defensas y comunicaciones, no sólo para cortar la transmisión de órdenes y aislar a las unidades, especialmente en ciudades como Bagdad, Tikrit, Kirkuk y Mosul, sino también para sembrar el pánico entre los militares iraquíes, destrozar su moral y forzar la rendición. Sobre el terreno, los primeros avances de los marines encontraron escasa resistencia, lo que les permitió penetrar más de 150 kilómetros en suelo iraquí. Las fuerzas británicas conquistaban a última hora la plaza de Umm Qasr y la península de Fao, puerto de salida del petróleo iraquí por el golfo Pérsico, y rodeaban Basora. Las tropas aliadas se mueven todavía dentro de la zona de exclusión áerea del sur, que ha sido profusamente bombardeada durante los últimos diez años, con la consiguiente destrucción de sus defensas. El objetivo declarado del ataque terrestre, en palabras del general Myers, es ocupar los campos petroleros del sur antes de que pudiera plantearse su destrucción. El bombardeo masivo de Bagdad busca descabezar los centros de mando y forzar la rendición militar.
Mientras la guerra se intensifica en Irak, se agudiza en Bruselas la división interna de la UE y se profundiza en España el foso que separa al Gobierno y la oposición. El llamamiento del rey Juan Carlos a que "las fuerzas democráticas de nuestro país redoblen sus esfuerzos de diálogo y entendimiento" para "poder servir mejor a los intereses de España" no debe caer en saco roto en estos momentos dramáticos. Aznar había abierto la víspera un "espacio a la aproximación y el acuerdo de futuro", que él mismo se encargó de cerrar ayer con unas durísimas críticas a las que se sumó el otrora flemático Rajoy, que acusó al PSOE de pasar "de la pancarta" al "piquete". Aznar tiene la intención de trasladar el míércoles al Congreso el acuerdo de los Quince en el Consejo Europeo de Bruselas sobre Irak. Dada la división reinante en Bruselas, ese texto debería ser un punto de partida, no de llegada para el Parlamento español.
Blair, padre espiritual de Aznar en esta guerra, mostraba en la cumbre europea un gesto de preocupación que se echó de menos en el español, francamente autosatisfecho. Para Blair, las diferencias entre los Quince son "evidentes". Lo que no quita para el que fuera loable esfuerzo de la presidencia griega por recuperar una cierta unidad de cara al futuro, lo que se tradujo en una posición común en torno a asuntos como el proceso de paz en Oriente Próximo, el papel de la UE en la ayuda humanitaria a Irak y el de las Naciones Unidas tras la guerra. Chirac fue rotundo al afirmar que Francia no aceptaría que la ONU aprobara una administración de EE UU y el Reino Unido para Irak.
Hay síntomas de que los países europeos están haciendo lecturas muy distintas de lo ocurrido. Blair bloqueó ayer todo avance hacia una posible Agencia Europea de Armamentos. Y, a la vez, franceses, alemanes y belgas empezaron a hablar de constituir un núcleo en torno al cual construir la Europa de la Defensa, aunque Chirac también considerara que París y Londres están condenados a entenderse. Ya con la guerra de Kosovo tenían que haber aprendido que si querían autonomía de EE UU los europeos debían dotarse de medios militares suficientes. Aunque es probable que en esta crisis ni siquiera ese esfuerzo hubiera servido para evitar la guerra unilateral de la belicosa Administración de Bush, justificada para liberar Irak. ¿A qué precio?
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