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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Glosas a una decisión

José María Ridao

La designación de un "Eje del mal" y el establecimiento de la guerra preventiva como esquema de actuación para la acción exterior norteamericana está desencadenando múltiples consecuencias políticas y conceptuales, y entre ellas la de invertir los mecanismos de actuación en el ámbito internacional. Hasta ahora, las razones que empujaban a una guerra precedían a la decisión de declararla; hoy, por el contrario, la declaración de guerra es previa a las razones. Así, nada tiene de extraño que desde el 11 de septiembre, y más en concreto, desde el momento en que Estados Unidos decide que la respuesta a los atentados no se agotaría en Afganistán, hayan proliferado los estudios intentando identificar los motivos que alimentan la pulsión belicista en la que se ha embarcado la única superpotencia mundial y, arrastrados por su estela, el resto de los actores internacionales.

Dentro de esta búsqueda destacan los trabajos que, como Las guerras del petróleo, de Eduardo Giordano, intentan establecer una vinculación entre los conflictos que desgarran Oriente Próximo desde hace un siglo y la dimensión de sus reservas de crudo. Giordano evita en sus razonamientos incurrir en la interpretación más simple del problema, para la que la actuación de Estados Unidos no busca otra cosa que el control directo sobre los yacimientos. Su explicación es más compleja: opina que, contemplada la secuencia histórica de los conflictos en la región, el comportamiento de la economía estadounidense ha sido en todos los casos similar. Por una parte, las guerras han reactivado el negocio del petróleo y, en consecuencia, han maximizado los beneficios de las grandes compañías; por otro, han fortalecido el papel del dólar como divisa preferente del comercio internacional, atrayendo de paso los capitales hacia los mercados financieros de Nueva York.

Una segunda línea de inda-

gación acerca de los motivos para desencadenar la guerra tiene que ver con la personalidad del dictador iraquí. Hace apenas dos años, el escritor de origen palestino Saïd Aburish publicó una implacable biografía de Sadam Husein -ahora aparecida en España-, en la línea de un anterior trabajo sobre Arafat. El Saddam Hussein de Aburish tiene el interés de presentar al personaje en su contexto, de manera que se comprendan las claves que han permitido el establecimiento en Irak de un Estado totalitario, inspirado, expresamente, en las políticas de Stalin. Como conclusión, Aburish advierte contra los riesgos de que se intente imponer un gobierno clientelar en el enjambre iraquí, hasta ahora dominado por Sadam mediante la práctica del terror. Frente a esta aproximación de Aburish se sitúa la de Con Coughlin, un texto aparecido hace tan sólo unos meses y que, partiendo de las mismas premisas, no oculta, sin embargo, una abierta militancia en favor de la intervención estadounidense y británica. Con este propósito siempre en la recámara, Coughlin reconoce con Aburish la pasión del dictador iraquí por Stalin, pero desplaza sistemáticamente las comparaciones de su actuación hacia Hitler y el nazismo. ¿Quizá para reforzar subrepticiamente la idea de que, en efecto, Sadam forma parte de un Eje que vendría a ser como la continuación del que operó en la Segunda Guerra Mundial?

Los razonamientos de Con Coughlin dejan entrever con tan meridiana claridad el propósito último de su trabajo que, en no pocas ocasiones, invita a preguntarse si la pulsión bélica que se vive no amenaza con borrar de una vez por todas la frontera entre el conocimiento y la propaganda. Una frontera que, por su parte, el ensayo Plan de guerra contra Irak trataría de restablecer, según apunta Milan Rai, su autor, en las primeras páginas del preámbulo: "Es una pequeña contribución a la tarea de contrarrestar esa propaganda desvelando la realidad existente tras las distorsiones y mentiras oficiales y de los medios de comunicación". Apoyándose en voces como la de Comsky, Rai desgrana a partir de esta premisa hasta diez razones que, desde la ausencia de pruebas que vinculen a Sadam con Al Qaeda hasta los riesgos de recesión económica mundial, desde la catástrofe humanitaria que provocaría la guerra hasta la oposición de un sector de la oficialidad británica y estadounidense, aconsejarían evitar el conflicto contra Irak. Su propósito es loable, aunque tal vez inútil: la sensación que dejan los últimos acontecimientos internacionales es la de que, sean cuales sean las razones, la decisión de atacar Irak, de convertir la guerra preventiva en la doctrina militar para el inmediato futuro, lleva ya largo tiempo adoptada.

El presidente de Irak, Sadam Husein.
El presidente de Irak, Sadam Husein.REUTERS

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