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Entrevista:UNAI ELORRIAGA | Escritor

"Creo que escribir una novela larga es maltratar al lector"

Aurora Intxausti

Unai Elorriaga (Bilbao, 1973) tiene en sus manos la versión castellana de Un tranvía en SP (Alfaguara), una novela escrita en euskera a lo largo de 10 años y con la que ganó en el Premio Nacional de Narrativa 2002. Se trata de su primera obra, en la que narra el encuentro entre la juventud y la vejez y en la que describe un mundo en el que hay capacidad para el humor, la ternura y el asombro. Elorriaga logra contarlo de una forma diferente. Los personajes se encuentran para compartir momentos puntuales de su existencia, y partiendo de mundos físicos y mentales diferentes descubren el amor, la ilusión, el sueño y el valor de las relaciones.

El autor, licenciado en filología vasca y traductor de profesión, acaba de publicar en euskera su segunda novela, Van't Hoffen ilea (El pelo de Van't Hoffen). Seguirá escribiendo en euskera porque su lengua literaria es ésa.

"Los mayores han vivido la guerra, y eso enseña mucho. Saben contar las historias"
"No dejaría a nadie que me hiciese la traducción al castellano, porque sé lo que es traducir"

Pregunta. ¿Cómo llega a crear el mundo en el que viven sus personajes?

Respuesta. No sé si he creado mucho, he visto más de lo que he creado. En mi familia hay bastantes personas que poseen la visión del mundo de los ancianos Lucas y María, y esa visión del mundo era la que quería reflejar en la novela. Ese tono de no importarte nada, de tomarte todo con humor, y yo, precisamente, tengo en la familia mucha gente que es así. Pensaba que debía aprovecharlo porque es un tesoro para la literatura y no lo he visto nunca contado. Puede que esté, porque yo he leído un porcentaje ínfimo de lo que se ha publicado en el mundo, pero yo no lo he leído y quería contarlo.

P. ¿Cree que los jóvenes no escuchan lo suficiente a las personas mayores?

R. Vivimos inmersos en un mundo en el que parece que los jóvenes sabemos todo y de todo. Tenemos tres carreras, sabemos diez idiomas y da la sensación de que no nos hace falta nada más. Tenemos que vivir deprisa, hacer las cosas en el menor tiempo posible, y la gente que no tiene ese ritmo se queda atrás. Las personas mayores han vivido la guerra, y eso enseña mucho. Han vivido otra época, saben contar las historias mejor que nosotros. La oralidad en las personas mayores es una maravilla. La propuesta de mi novela es la de tranquilizarnos y escuchar a la gente. A veces es más bonito ir por los caminos que viajar a gran velocidad por las autopistas. A veces, es más interesante lo que encuentras que lo ibas a buscar. Ahora están leyendo la novela mis tías de 70 y 80 años, mujeres que no han leído mucho en su vida, y están encantadas porque están asombradas de cómo he logrado describir lo que piensan los ancianos.

P. ¿Los protagonistas de la novela están desencantados de la vida?

R. Se toman todo como si nada fuese importante. Así piensa la gente que ha vivido la guerra, que ha visto morir a su lado a otras personas y que han descubierto que no ha servido para nada. Afrontan la muerte con tranquilidad.

P. Hablando de la guerra uno de los personajes dice: "Creo que nací en 1914. De pequeño fui a la escuela y de joven a la guerra, pero la guerra no era un buen sitio para estar".

R. Es difícil la guerra. No lleva a ningún sitio. Todos vivimos mucho mejor en paz y con otras esperanzas. No habiéndola vivido es complicado hablar de ella, pero nos la imaginamos.

P. ¿Le costó mucho trabajo construir la estructura de la novela?

R. Tuve la idea inicial hace 10 años, cuando tenía 20 años, y pensé que si algún día escribía una novela tenía que iniciarse con el encuentro de los ancianos Lucas y María y el joven Mario. Estuve seis o siete años dándole vueltas a la cabeza, recogiendo documentación sobre tranvías, polillas, sobre montes, y fui estructurando la novela hasta que llegó un día que vi la convocatoria de una beca y decidí presentar el proyecto. Después he estado más de dos años escribiendo la novela. Había días que estaba cuatro horas para escribir dos frases. Ramón Gómez de la Serna decía: "Qué difícil es que todo parezca deshecho", y yo digo: "Qué difícil es que todo parezca tan natural". Cada vez que pensamos una frase nos remitimos a las estructuras literarias que hemos heredado, pero yo siempre pensaba: "Tengo que encontrar la forma exacta de decir lo que quiero, y después de 20 vueltas salía lo que buscaba".

P. ¿Por qué es tan complicado escribir una frase sencilla?

R. Cuando le das muchas vueltas a una cuestión, al final logras crear una frase sencilla, eligiendo bien el verbo, el sustantivo, el adjetivo. Dándole vueltas a cada palabra, metes mucha información, aunque sea muy simple. Quizá el lector no reciba todo, pero sabe que hay una reflexión muy grande detrás de una frase muy corta. Por ejemplo, anochecer en euskera se dice "iluntzea", una palabra con mucha sonoridad que significa mucho más que en castellano. Tardé mucho en lograr encontrar algo que tuviese el mismo sentido: "Cuando el día empieza a dejar de ser día". Deseaba que estas palabras reflejasen el estado de Lucas, que se encuentra en el ocaso de su vida.

P. ¿A usted, como traductor, le ha resultado más sencillo traducirse al castellano?

R. Me ha costado muchísimo. Estilísticamente las dos lenguas son diferentes. Lo que había conseguido en euskera era un estilo, y tenía que conseguir el mismo tono en castellano. Lo que lograba en euskera con dos palabras, en castellano necesitaba una frase de dos a tres líneas. Haciendo la traducción directa quedaba espantoso. Ha sido muy difícil , pero muy bonito a la vez. He aprendido mucho de literatura, de estilo, de tono. Es duro y se sufre.

P. Acaba de publicar una nueva novela en euskera, Van't Hoffen ilea. ¿Va reduciendo los procesos de creación?

R. Una novela está bien escribirla en dos o tres años. Creo que es un buen nivel. No quiero escribir novelas largas, no me interesa, y, además, considero que escribir una novela larga es maltratar al lector. Hay novelas largas muy buenas, pero esas mismas novelas si hubiesen tenido menos páginas hubiesen sido mucho mejores. Tal vez son tonterías que se me ocurren a mí, tengo esa consideración y no quiero aburrir a nadie.

P. ¿Inicia entonces un nuevo proceso creativo con la traducción de este nuevo trabajo?

R. Sí, porque no dejaría a nadie que me hiciese la traducción al castellano, porque sé lo que es traducir. Yo quiero mucho a mis libros.

P. ¿No ha pensado escribir en castellano directamente y no pasar el proceso de traducción?

R. Mi lengua literaria es el euskera, el castellano lo conozco bastante bien porque he leído mucho, pero una cosa es leer y la otra escribir. He tenido muchos problemas a la hora de traducir, todo el día con el diccionario, porque no tengo costumbre. Mi cabeza, ahora mismo, para la literatura está hecha en euskera. Además, es mejor, porque así tengo la oportunidad de escribir en las dos lenguas.

Unai Elorriaga, fotografiado ayer en Madrid.
Unai Elorriaga, fotografiado ayer en Madrid.MANUEL ESCALERA
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Sobre la firma

Aurora Intxausti
Coordina la sección de Cultura de Madrid y escribe en EL PAÍS desde 1985. Cree que es difícil encontrar una ciudad más bonita que San Sebastián.

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