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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Amores condenados

Exótico trasplante de la novela homónima del francés Georges Simenon al México de nuestros días, La habitación azul supone, en una primera visión superficial, un retorno a las ficciones de amores adúlteros, mujeres posesivas que utilizan al hombre como excusa para inconfesables planes, siempre presididos por la transgresión de la ley. Una revisión, en suma, de ficciones como El cartero siempre llama dos veces, Ossessione, Fuego en el cuerpo... No obstante, los amores entre el ingeniero Toño (Juan M. Bernal) y la hermosa Andrea (Patricia Llaca), ante la mirada atónita de la suegra de la ésta (Margarita Sanz) y de su marido (Mario I. Martínez), y la ignorancia apacible de la esposa del primero (Elena Anaya) esconden alguna clave furtiva, alguna vuelta de tuerca impensada que, al final, terminan por alejar al filme de tan ilustres antecedentes.

LA HABITACIÓN AZUL

Director: Walter Doehner. Intérpretes: Juan Manuel Bernal, Patricia Llaca, Elena Anaya, Margarita Sanz, Mario Iván Martínez, Damián Alcázar. Género: criminal, México-España, 2002. Duración: 95 minutos.

Tiene La habitación azul la habilidad para reproducir la peligrosa, sofocante, densa relación clandestina (una gentileza más de Simenon que del guionista, el por otra parte respetado novelista Vicente Leñero) y una buena captación del ambiente social y humano de un pueblo pequeño, algunos problemas que hacen más nítidas, ciertamente no a su favor, sus diferencias con los filmes antes mencionados.

Uno es su aire general levemente añejo: como ocurría con otro filme mexicano reciente,

El crimen del padre Amaro, tal vez no por casualidad, otra adaptación literaria, también aquí se observa que los cambios sociales y otra manera de ver y juzgar el adulterio, en términos contemporáneos, atentan contra la credibilidad de la trama. Otro, y ese se antoja de mayor peso, es una incorrecta elección del elenco, o para decirlo con más propiedad, del principal motor que conduce la narración: o bien Juan Manuel Bernal es un actor limitado y poco apto para encarnar al atribulado protagonista, o bien el director Walter Doehner, nuevo en esta plaza, no ha sabido transmitir al intérprete toda la densidad, la ambigüedad moral del personaje.

Sea por una u otra razón, lo cierto es que el pentágono protagonista (los dos matrimonios, más la suegra) se resiente justo por el lugar menos indicado: por el personaje que hace de bisagra entre todos, lo que resta credibilidad no ya a Toño, sino a toda la intriga. En el haber del asunto, no obstante, hay que apuntar el más que digno papel que desempeñan todas las actrices, y muy en especial Llaca y Anaya: son ellas las que dan densidad a la vivencia, las que aportan el plus de interés para que la visión de La habitación azul no sea una mera pérdida de tiempo.

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