_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El patio interior

En la correspondencia del locuaz embajador de España en la ONU con su torpe ministra, amén de dar cuenta de su propia competición en temperatura guerrera con el ardor de los otros (él puso más calor, qué orgullo, no faltaba más), teme el campechano diplomático que Blair, por la inquietud que le produce su "patio interior", se halle un poco retraído en este inmoral viaje a la guerra. No sé si se refiere a ese patio con fastidio o lo menciona con desdén desde la arrogancia del que se mueve en los inmensos patios exteriores. Pero siendo, como es, la voz de su amo, un servidor haciendo méritos, bien parece que coincida con Aznar en su desprecio por los democráticos patios interiores en cuyo espacio suele oír sólo un ladrido incesante de perros resentidos. Si es verdad que a Blair le inquieta el bullicio de protesta en su patio interior, tan acreditado democráticamente, ya hay al menos otra diferencia entre él y Aznar, además de las existentes entre el talante y el talento de uno y otro, porque el patio interior del presidente que actúa en nuestro nombre es para él un patio ignorado, el espacio habitado por una manada de ignorantes e irresponsables que algún día reconocerán un sabio generoso en quien ahora tienen por un aventurero.

Madrid volvió a ser el sábado pasado un bullicioso patio interior en el que las voces de la vecindad se alzaban contra el que, creyéndose dueño de la finca, la había puesto en venta por su cuenta o sometido a peligros desde unos sueños de grandeza que obligaban a los vecinos a reclamar a los loqueros. En realidad, no era una manifestación contra Aznar, sino a favor de él: una apelación a su cordura y un deseo de que sane que ha desestimado el presidente de muy malos modos. Y a tal estado lo ha llevado su enajenación que no sólo confunde la guerra con la paz, y contagia a su señora para que se lo explique fatal a sus electores de Madrid, sino que ha llegado a entender que anda revuelto el patio a favor de un tirano llamado Sadam. Pero la locura tiene efectos inesperados y del mismo modo que opta por la violencia o por su contrario, y en el caso de Aznar no es necesario describir la opción, recurre a la memoria o se instala en la amnesia. Aunque quizá lo que le suceda a Aznar sea lo que decía Machado por boca de Mairena: "Lo corriente del hombre es la tendencia a creer verdadero cuanto le reporta alguna utilidad". Y por eso, los habitantes del patio interior han tenido que recordarle que saben muy bien lo que es un sátrapa, porque lo han padecido y lo han combatido, mientras él, indiferente y con la foto del dictador en casa, no dejaba de estudiar para llegar a ser un día un mandarín.

Saben por esto lo que sufre un pueblo sojuzgado, pero también lo que un pueblo inocente sufre en una guerra. Y si no lo recuerdan hay pócimas de formidable actuación en la memoria como la muy emocionante que ofrece ahora a los habitantes del patio un creador extraordinario de mundos y palabras que se llama Juan Eduardo Zúñiga. Así que si el reputado lector Aznar bajara por un momento de los tejados de la guerra y entrara en el patio interior de Madrid -"Capital de la gloria" en el título de Zúñiga, escritor grande además de humilde y sencillo- seguro que dimitiría de su inesperada vocación bélica y se uniría a sus vecinos de este modesto patio que no aspira por ahora a ser capital de esa gloria que le reserva un megalómano.

Ana Belén, una vecina de esos patios interiores y sin esperanza por los que la vida se abre paso en los relatos de Zúñiga, sin dejar de pensar en las víctimas inmediatas de esa guerra loca, se preguntaba el sábado, en la Puerta del Sol, por las consecuencias que vamos a sufrir en este patio interior que tan irrelevante le parece a nuestro embajador en la ONU y a su presidente. Un día, desde aquí, cuando Arzalluz, otro desmesurado y desmemoriado, quiso decir que para Madrid la gloria y para Euskadi las bombas, hubo que recordarle con más cortesía que la que él emplea cuántas bombas, incluidas las de ETA, ha tenido que soportar este significativo patio interior. Pero ahora, en este patio cuya imagen dio la vuelta al mundo como escenario de una conferencia de paz, cuando el mundo se fiaba de nosotros como modestos intermediarios y según Aznar estábamos en un rincón, nadie espera menos terrorismo, sino más; todo el mundo sabe que esta guerra no va a reducirlo, sino a fomentarlo. Bush, Aznar e Inocencio Arias estarán en un búnker; nosotros, en medio del patio.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_