_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los 3 tenores

Vi en directo, como tantos, la rueda de prensa de las Azores. Vi la bandera del imperio, también la del nostálgico imperio británico, y las banderas modernas de dos imperios antiguos e ibéricos, que, si ahora yacen en la modestia militar, en tiempos tuvieron su esplendor atlántico, sus conquistas y sus crímenes, su indiscutible grandeza y su fanatismo. Luego hablaron los tres tenores, el primero estratosférico, el segundo subsidiario, el tercero anecdótico. Con todo, a mí el que menos me alarmó fue el cuarto, Durão Barroso, del que conviene recordar que en los setenta fue líder del MRPP, un partido maoísta portugués muy radical y violento. Mas bien se sabe que, como cantó Camões: "mudam-se os tempos, mudam-se as vontades / muda-se o ser, muda-se a confiança...". Tres tenores en Azores. Y en el puerto el yate Azor. Tres tenores occidentales, primordiales, instrumentales. A uno lo entendemos bien, en su papel de ogro luterano. A fin de cuentas es el que manda en el planeta, el que tiene las armas, el que tiene la fe, el que pretende vengar el holocausto del 11-S. A otro tenor -Blair- se le entiende menos en su ánimo belicista, pero no deja de ser la madre patria del primero, y eso une mucho: basta recordar que cuando la guerra de las Malvinas, parte de la izquierda española, vieja enemiga de todo lo liberal (en eso coincide con el clero) llegó a estar a favor del tirano Galtieri y en contra de la señora Thatcher. Me olvidaba del tercer tenor, el de la medalla de bronce en estos campeonatos de la guerra. No entiendo qué pinta ahí, en el podio de Lajes. Ahora bien, dicen que se envaneció mucho cuando la victoria de Perejil y que, desde esa madrugada de gloria, es otro hombre. Más alto, más seguro, más castrense (y eso que, como Bush, no hizo la mili). Dolorido y pesimista, apagué el televisor. Bajé a la calle, crucé el puente de Sant Josep, visité la falla de Na Jordana, y allí me encontré de nuevo con los tres tenores, pero esta vez en la plenitud de su significado. Supe entonces que los de la tele eran caricaturas benévolas de Bush con el pene-sierra, de Blair con la sonrisa pesarosa, del otro disfrazado de trovadorcillo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_