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Entrevista:TROTAMUNDOS | JESÚS DEL POZO | DISEÑADOR | AIRE LIBRE

El hallazgo de una fascinante gema en Egipto

Cójase el globo terráqueo. Elimínese la mitad norte. Del ecuador hacia abajo campan los afanes viajeros de este adalid de la moda que sólo gusta de hacer la maleta si le mueve el placer, no los negocios. Así fue en octubre, cuando se dirigió a la tierra de los faraones.

Llegó, vio y gozó tanto que amenaza con regresar pronto.

Me hubiera gustado ir ahora y pasar 10 o 15 días en una casita en Asuán, para leer y navegar por el Nilo, pero el asunto de la guerra lo desaconseja. De todos modos tengo muy fresco el viaje de octubre. ¿Sabe que fui con un grupo de amigos, algunos de ellos egiptólogos?

Se habrá ahorrado el discurso prêt-à-porter de los guías.

Claro, y además pude visitar lugares a los que no tienen acceso aún los turistas, como excavaciones en curso. En una de ellas presencié la extracción de una gema maravillosa, entre verde y rosada, con fragmentos de oro. Fascinante.

Ni Indiana Jones. Cuénteme más.

Me interesó especialmente conocer las costumbres de los egipcios, lo que comían y, sobre todo, sus conocimientos. Tenían instrumentos quirúrgicos de precisión, sillas de parto similares a las modernas y ya practicaban la inseminación artificial, según vimos en unos bajorrelieves.

Creo que navegó por el Nilo, pero no en crucero turístico.

No, era un barco privado magnífico, con ocho camarotes. Desde allí viví momentos divertidos, como cuando se aproximaban comerciantes en las falupas de allí para vendernos las chilabas típicas, con un español chapurreado. Cerca de Asuán llegaron por el río unos niños en un barco que parecía de cáscara de nuez. Nos cantaban Cartagenera mientras achicaban el agua que les entraba con las manos. Imagínese.

Imagino que a la postre el viaje son retazos, imágenes potentes.

Recuerdo que dimos un paseo en calesa de caballos y cómo nos invadió un olor a vida, a algo que no huele la ciudad. También la dignidad del pueblo egipcio, pobre, pero muy seguro de su civilización.

Me dicen que es viajero intrépido, casi insensato.

Soy tremendo, nunca tengo sensación de inseguridad. Me adentro por los lugares más arriesgados y luego me entero de que he corrido peligro. Pero nunca me ha sucedido nada. En Hong Kong me encontré a Nureyev en el barrio más lumpen.

Además de riesgo, ¿encuentra inspiración para sus diseños?

Siempre. Todos mis viajes me aportan ideas, igual que cualquier espectáculo al que acudo o un buen plato de jamón de bellota, no nos engañemos.

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