El gusto de conocer Brujas en bicicleta
EL AÑO PASADO, toda la familia pasamos 17 días viviendo a dos kilómetros de Brujas, en el barrio de San Michael. Brujas es otro mundo. Parece un eslogan, pero pasear por las calles de la ciudad belga a partir de las seis de la tarde, cuando cierran los comercios, es algo inolvidable para un vallisoletano que acude todos los días a su trabajo en bici, con el gran peligro que supone circular por una gran avenida (la de Salamanca) que sólo está acondicionada para los coches. Recorrer Brujas en bici es el placer de todo cicloturista.
Que ésta es una ciudad para recorrerla pedaleando lo demuestran diariamente sus ciudadanos, que así lo hacen para todo y con cualquier tiempo, incluida la lluvia. Se puede circular en este medio de transporte en unas 50 calles y en ambos sentidos, aunque para los coches sea uno solo el sentido de la circulación. Es más fácil que te atropelle una bici que un coche, pues pululan a sus anchas por todo el centro.
En caso de que visiten la ciudad y no se hayan llevado su bici, pueden alquilarla en varios lugares: el más conocido, la estación de ferrocarril (8,80 euros por día), y el más barato, De Ketting, en la calle Gentpoortstraat, 23 (5 euros la jornada). En la oficina de turismo (en la plaza Brug) se puede conseguir un folleto (por 1,24 euros) que describe cinco rutas ciclistas por los alrededores. También informan sobre excursiones guiadas.
Una ruta imprescindible empieza en la ronda (Ring) de Brujas. Esta vía periférica, que circunvala todo su precioso casco antiguo, está acompañada por un carril-bici que descubre al ciclista canales, molinos de viento y puertas de entrada a la ciudad. Si comenzamos el recorrido desde la estación de ferrocarril en dirección Buiten Begijneves, vamos acompañados, por la izquierda, por un hermoso canal hasta encontrarnos con dos imponentes puertas -Gentpoort y Kniispoort-, y luego con una tercera -Dampoort-, donde podemos admirar cómo se abren las compuertas del canal y cómo se levanta el puente levadizo para dejar pasar las barcazas y los barcos de recreo que quieren atracar a la altura de Buiten Kruisvest, donde se encuentran cuatro antiguos molinos de viento.
Desde Dampoort sale un canal, acompañado por hileras de árboles y un tranquilo carril para bicicletas, que lleva hasta Damme, un pequeño y encantador pueblo a siete kilómetros. Podemos seguir por Fort Lapin hasta Komvest, hasta llegar a otra puerta de entrada, Ezelpoort, donde retomamos uno de los canales. A partir de la siguiente puerta -Bloeput- seguimos por Guido Gezellelaan rodeados por un frondoso parque hasta alcanzar la última entrada -Smedenpoort- y reencontrarnos con la estación de ferrocarril.
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