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Columna
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Los vasos

Miquel Alberola

El pánico electoral que satura al PP desde que José María Aznar decidió pasar a la historia con los pies sobre la mesa junto a las botas de George Bush, también ha penetrado en el Ayuntamiento de Valencia. Hasta ahora Valencia ha sido el principal granero de votos del PP en la Comunidad Valenciana, debido en gran parte a Rita Barberá, que se ha demostrado como un extraordinario tifón electoral cada vez que la ciudad ha sido llamada a las urnas. Tanto es así que cuando el ex alcalde de Benidorm, Eduardo Zaplana, tuvo que someterse a ellas como candidato a la presidencia de la Generalitat, ni se le pasó por la cabeza hacerlo en la lista de Alicante, que siempre fue la suya. Ir a rebufo de Rita Barberá era la mejor garantía, y no se la jugó. La alcaldesa de Valencia posee una especificidad electoral que va más allá de la marca de su partido, y a ella se va a tener que aferrar y con ímpetu, tratando de evitar al máximo ser percibida como una integrante más de un lote que, si vienen torcidas, puede arrastrarla a la oposición. Su principal preocupación, sin embargo, no la constituye el PSPV, sino la vieja aliada que le dio la alcaldía en 1991. En el ámbito municipal, y sólo ahí, Unión Valenciana experimenta un ascenso beneficiándose del desgaste que ya acusa el PP como consecuencia de la guerra. Así lo refleja algún sondeo interno, en la más pura sintonía con la teoría de los vasos comunicantes. UV fue una escisión de Alianza Popular, y su mejor momento electoral coincidió con la peor coyuntura de los populares. Y viceversa, puesto que en el fondo ambas formaciones compiten por un mismo electorado. En los últimos años la opción que ahora lidera José María Chiquillo ha sido descapitalizada políticamente desde el PP y reducida al extraparlamentarismo, pero si logra meter la cabeza (la de Chiquillo) en el Consistorio podría enquistarse, incluso alentar la expectativa de mejorar su posición a medida que el declive popular se intensifique. Y lo que es peor para el PP: el proceso sufrido en los últimos años por UV ha cargado de ansiedad, resentimiento y desconfianza a sus supervivientes frente a unos pactos en los que, como partido, siempre ha salido perdiendo.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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