Victimización terciaria o víctima por tercera vez
El autor advierte de que un mal tratamiento informativo de los casos de malos tratos pueden agravara el daño que sufren las víctimas
El pasado día 4 ingresó en el Servicio de Pediatría del Hospital del Mar de Barcelona un menor con signos aparentes de malnutrición y probable negligencia en su cuidado. Nuestro servicio de Pediatría es el lugar de referencia de la ciudad para situaciones de maltrato y abuso sexual a menores y tiene una especial profesionalidad en la gestión de estos problemas. Por ello, es política establecida entre su personal la discreción, confidencialidad y respeto escrupuloso para las víctimas, que además son menores, y para las personas o grupos sobre los que recaen las sospechas porque no han sido formalmente inculpados.
En 1999, con el apoyo de la Generalitat y el Defensor de los Derechos del Niño de Cataluña (Síndic de Greuges), se consiguió redactar un protocolo básico de actuaciones en casos de abusos sexuales y otros maltratos a menores, cuyo objetivo era coordinar a los diferentes profesionales que intervienen en estos casos. Son pediatras, fiscales de menores, forenses, jueces, ginecólogos, policías y asistentes sociales, quienes, como actores de una serie de actuaciones, necesitaban de un plan ordenado para proteger a las víctimas, detectar elementos de sospecha y confeccionar una base de datos para que epidemiólogos y políticos pudieran ofrecer propuestas orientadas a optimizar la salud de la población.
El morbo y el efecto epidémico del anuncio generó un alud incontrolable de noticias
Con esta herramienta, la mejora en la coordinación de las intervenciones ha sido evidente. Más aún, se ha demostrado razonablemente eficaz como solución frente a las dudas o problemas que pudieran surgir. Hay, pues, que felicitarse. No obstante, a pesar del paso dado en la dirección correcta, existe un agujero en el documento que habría que completar y que se ha puesto de manifiesto con el caso del niño aludido; este agujero no es otro que el de la gestión de la información.
Mientras que a las 48 horas de su ingreso todo discurría con la discreción acostumbrada, saltaban a los medios de comunicación el caso del niño del Raval envuelto y atado o la liberación del niño maltratado y mal alimentado por su madre, e incluso la fotografía del pequeño.
¿Quién filtró la historia? A partir de ahí, el morbo, la desinformación y el efecto epidémico del anuncio generaron un alud incontrolable de noticias basado en una dinámica cercana al escándalo y al espectáculo mediático.
El suceso estaba servido, personajes dispuestos a explicar su testimonio con obscenos detalles minimalistas, insinuaciones sobre la maledicencia de unos padres de determinada etnia, la foto que animaba a imaginar lo que apenas se veía o que faltaba por demostrar, filtraciones interesadas y noticias espurias se fueron sucediendo en televisión, prensa y radio. La resultante fue, en definitiva, un público enajenado por la contaminación de lo vulgar y la no ponderación de la noticia.
En conjunto, nada de ello es nuevo ni nos es ajeno. Son indicadores de una sociedad con aceptable nivel de consumo y baja formación, que demanda espectáculo, aunque sólo sea para redimirse. Los valores del mercado estimulan la mediocridad y permiten que personas sin rigor, sin método y sin pedagogía, midan a palmos, toquen de oído, calculen a ojo y opinen con el olfato.
Este es, sin duda, el resultado amoral que puede tener consecuencias concretas a medio o largo plazo: el estigma de una víctima y la demonización de su entorno familiar, etnia o barrio, grabado en televisiones, narrado en noticias de radio, fotografiado, él y su sospechosa madre, en casi todos los periódicos.
Si la agresión la ha hecho víctima por primera vez, la liturgia judicial puede sumarle la segunda, aunque se está trabajando para evitarla. Nosotros, la sociedad, los que filtran amputada la noticia y los medios de comunicación que la recogen, podemos añadirle fácilmente la tercera.
Cuando los niños que soportan estos dramas hayan logrado que algunos recuerdos no les persigan, siempre quedará la memoria, demasiado compartida y no bien ponderada, de los hechos en archivos y hemerotecas para bien o para mal.
Oriol Vall Combelles es responsable del Servicio de Pediatría del Hospital del Mar de Barcelona.
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