La gran minoría investigadora
Mujeres dedicadas a la ciencia en el ámbito universitario dan testimonio de su experiencia
Un vistazo a los resultados de las convocatorias públicas de investigación evidencia que la mayoría de los directores de proyectos son hombres. En la mayoría de las áreas, y sobre todo en las tecnológicas o de ciencias "duras" las mujeres están en clara minoría y si se miran los institutos de investigación se observa que casi todos sus directores son hombres. La excepción más obvia son los institutos de estudios sobre la mujer existentes en las universidades. El informe ETAN sobre mujer y ciencia de la Unión Europea señalaba el año 2050, en su cálculo más optimista, como un posible horizonte de igualdad en la ciencia. Para acortar o asegurar plazos, el año pasado se creó en Madrid la primera Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas, un colectivo que aún no tiene equivalente en Valencia.
En la asociación de Joves Investigadors, el sesenta por ciento son mujeres becarias.
En la universidad "existe todavía un fuerte desequilibrio entre el número de mujeres estudiantes y de profesoras, incluso en las carreras más feminizadas", señala Esther Barberá, directora del departamento de Psicología Aplicada en la Universitat de València. Pero mientras en centros como Psicología, se ha producido un aumento considerable de mujeres en cargos de responsabilidad en los últimos años, "este salto no se ha dado" en las "ciencias duras". Barberá,
responsable de proyectos sobre desarrollo psicoprofesional de las mujeres, el último de ellos Divers@:Género y diversidad, advierte que las mujeres "se exigen más y tienden a formarse más para entrar en el mundo de la investigación" y considera que en capacidad para las relaciones humanas, que no es un factor menor a la hora de formar equipos e impulsar proyectos, "están mejor posicionadas". En este reportaje, diferentes investigadoras valencianas dan testimonio de su tránsito por el camino de la ciencia.
- Ana Pont es directora de la Escuela Superior de Informática de la Universidad Politécnica y acaba de convertirse en catedrática, estatus del que sólo disfruta el 10% de las mujeres en la universidad española. Insiste en el diferente rasero para unos y otras: "La mujer siempre tiene que demostrar más. Te ves en la necesidad de convencer a tus compañeros y esto también afecta al acceso a las convocatorias oficiales. Lo tenemos más difícil". Esta "desconfianza inicial" asociada a la figura de la mujer investigadora se da, según Pont, en todas las disciplinas, pero las carreras técnicas tienen un "techo de cristal" añadido: la débil representación femenina en el aula. "Desde hace doce años las alumnas no suponen ni el 25% en nuestros estudios de informática. Falta cantera. En el departamento la presencia femenina no llega al 10%", explica, porque una vez tituladas se abre un doble camino: el mercado laboral o la investigación.
Para lograr una mayor paridad de sexos, Ana Pont, que dirige actualmente dos líneas de investigación de optimización informática, aboga por que el Gobierno y las universidades implanten medidas de discriminación positiva. Considera "muy importante" que la mujer se "libre de sentirse responsable" de las tareas domésticas, que deben compartirse, y la erradicación del machismo: "Una investigadora estadounidense", recuerda, "recomendaba en una prestigiosa revista científica que cuando quisiéramos publicar firmáramos con las iniciales". Las siglas no tienen sexo.
- Manuela Merchán. Dado el "gran esfuerzo y dedicación" que conlleva la investigación, no ha de sorprender que detrás de sus protagonistas "haya familiares de apoyo que posibilitan su labor", subraya esta investigadora del Instituto de Ciencia Molecular de la Universitat de València dedicada "plenamente" a la Química Cuántica ("un mundo claramente de hombres") con el "apoyo incondicional" de su marido. Madre de un hijo, dice no haber hallado en su trayectoria "ningún problema relevante ligado a mi condición femenina". Pero sí constata que "el desarrollo de una profesión suele requerir más esfuerzo para una mujer" y que, "normalmente a un hombre de entrada se le reconoce su valía intrínseca como investigador, pero una mujer tiene que demostrarla". Para Manuela Merchán, la única solución duradera vendría de "un cambio profundo a nivel de conciencia individual". Cree que la nueva generación de investigadores que se vislumbra "será capaz de materializar esa transformación de hecho y derecho. Mientras, duda de que medidas de "discriminación positiva" puedan anular los efectos, a veces "devastadores", provocados por años de "discriminación negativa".
- Carmen Nájera. Directora del departamento de Química Orgánica en la Universidad de Alicante, dedica más de 12 horas diarias a la investigación. Ha sabido abrirse paso en un trabajo que requiere "una dedicación excesiva", aunque reconoce que "el mundo científico está en manos de los hombres". Prueba de ello es que en su departamento sólo tres de 15 profesores titulares son mujeres. Las catedráticas en química orgánica apenas son el 15%. Carmen Nájera, que trabajó en laboratorios de Zúrich y Oxford, cree que en las ciencias, que requieren una mayor dedicación, hay menos mujeres investigando por "sus obligaciones familiares" y añade: "Hay que ir al extranjero durante largas temporadas". Pero piensa que en España no está mal del todo, cada vez hay más investigadoras en la universidad, cuando en países como Alemania su presencia es "simbólica". No cree que la falta de mujeres en la investigación sea "un problema de sexo, es más personal, de opción de vida". Sobre el futuro, Nájera cree que la situación será "parecida, hay mujeres que no quieren dejar la familia y prefieren seguir aquí". También es cierto, asegura, que hay muchos casos de investigadoras casadas con investigadores de la misma especialidad. "Eso ayuda mucho y es gratificante", asegura como compañera del catedrático de Química Miguel Yus. Con hijos emancipados, dedica todo lo que puede a investigar.
- Ivana Frasquet. Es la tercera mujer que preside Joves Investigadors, una asociación con el 60% de mujeres becarias. ¿Vuelco en el predominante modelo investigador masculino? "Cada vez hay más mujeres", afirma esta historiadora de 27 años que no percibe los prejuicios sexistas, quizá por ser de una generación que ha visto una mayor presencia de la mujer en el aula, o quizá porque, como becaria de investigación, la máxima preocupación la comparten con los chicos. "La gente piensa que el joven investigador dedica los 1.000 euros brutos mensuales a sus gastos. Como muchos estoy emancipada y pago una hipoteca", dice subrayando que el año próximo expira su beca en la Jaume I. Investigando sin cotización a la seguridad social ni subsidio por desempleo, un alto porcentaje de los becarios postdoctorales españoles tiene entre 30 y 35 años y su futuro es incierto. Mientras, el reloj biológico de la mujer sigue girando, aunque algunas becas no sean sensibles. Fue el caso de una convocatoria del INTA, dependiente del Ministerio de Defensa, en cuyas bases se negaba las prestaciones por maternidad. La intermediación de Jóvenes Investigadores permitió cambiar las bases. "¿Hasta cuándo debe esperar una investigadora a tener su primer hijo? Muchas optan por no tenerlo", sentencia.
- Carmen de Felipe. Investigadora del Instituto de Neurociencias de Alicante trabaja en temas relacionados con el dolor. "Somos una gran minoría", asegura. "Si te fijas en las personas que hacen doctorado o cursos de tercer grado son muchas mujeres, pero luego, siendo igual de inteligentes que los hombres, somos muy pocas". Cree que "el hombre es más luchador" y reconoce que es dificil compaginar la intendencia de la casa y un buen nivel investigador. "Las mujeres lo estamos haciendo bien, igual o mejor que los hombres en un plano competitivo, pero por alguna extraña razón que desconozco no alcanzamos puestos de responsabilidad", agrega. De Felipe asegura que las condiciones para acceder a becas y ayudas es "igual para hombres y mujeres, aquí no creo que haya discriminación sexual". Asegura que las cosas están cambiado y de cara al futuro se abre un camino distinto: "Soy una defensora de la igualdad, y aunque lentamente, vemos que cada día más mujeres investigan y ocupan puestos de responsabilidad académica".
- Pilar García Agustín. "Nunca me he sentido discriminada", asegura esta directora de titulación en la Jaume I, aunque añade: "He sacrificado mi vida personal", pero "ha sido una elección propia". Pilar García tiene 42 años y está preparando la cátedra. No tiene hijos. Se lo planteó, hace unos años, y decidió que no. Como titular de Fisiología Vegetal, se dedica "al cien por cien" a la docencia y a la investigación. "La sociedad está planteada así", argumenta y señala que, aunque es cierto que las mujeres no gozan en la universidad de papeles relevantes, "es igual que en otros ámbitos". Pone el ejemplo de la ayuda de 100 euros al mes que pueden percibir las madres trabajadoras con niños pequeños. "¿Por qué no se la dan a ellos para que los cuiden?", se pregunta. Aún así confía en que las cosas cambien. No es partidaria de las cuotas, tanto para la representación orgánica como para la evaluación científica, porque aunque se presente como una discriminación positiva, parte de la base de que existe la discriminación y se asimila. Conoce casos como los de una "buena" investigadora que es madre de tres hijos o la de otra compañera que se fue a Estados Unidos con dos hijos muy pequeños, pero los considera "excepciones".
- Isabel Zabala. Nueve años vicedecana de Química en la Universitat de València y titular de Química Física, Isabel Zabala pertenece a un departamento que refleja los desequilibrios existentes: son mujeres dos tercios de profesores asociados, un tercio de titulares y ninguna catedrática, con un 38% de becarias de investigación. Personalmente, reconoce no haber tenido trabas en su carrera por ser mujer y haber gozado de libertad en la elección de sus proyectos, la mayoría de investigación básica, donde los conflictos éticos o por intereses económicos son menores. Constata que "hay pocas mujeres que dirijan proyectos y la desigualdad crece a medida que subes el escalafón", pero puntualiza: "No sabría decir si nos frenan o nos frenamos". "Llegar a cargos de responsabilidad implica una dedicación que, históricamente ha sido más difícil para la mujer". Sabe de compañeras escandinavas cuya carrera se ha frustrado tras disfrutar de los generosos permisos que da el gobierno por maternidad (hasta dos años). "Este tipo de medidas han de ser para los dos sexos", subraya.
Reportaje elaborado por M. Fabra, M. Ruiz, E. Moltó y J. M. Játiva.
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