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Columna
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Un intento de explicación

Tomando como punto de partida la última encuesta publicada en el Sur sobre las elecciones municipales en Málaga y la posibilidad que en la misma se apunta, de que la candidata socialista acabe desbancando al actual alcalde popular, a pesar de que éste es mejor valorado por los ciudadanos, se sorprendía Felix Bayón en su columna del pasado jueves de que así fuera y de la enorme resistencia del PSOE al deterioro electoral. La marca PSOE, venía a decir, compensa la debilidad de sus candidatos, a diferencia de lo que ocurre con la marca PP.

Aunque conozco la trayectoria política de Francisco de la Torre y de Marisa Bustinduy, no tengo la información suficiente como para poder opinar sobre sus aptitudes como gestores municipales y, por lo tanto, ni entro ni salgo en el análisis que hacía Felix Bayón sobre ese asunto. Pero sí creo que es de interés decir algo sobre la sorpresa que manifestaba, que compartimos muchos.

El PP sigue sin tomarse en serio la condición de Andalucía como autonomía. Y los ciudadanos lo perciben.

¿Por qué ese prestigio de la marca PSOE y ese desprestigio de la marca PP? ¿Por qué ocurre esto de una manera tan prolongada en el tiempo?

Es un asunto al que le llevo dando vueltas desde hace mucho. No es normal que un partido como el PSOE, que estaba en el poder desde 1982 y que en 1994 parecía haber entrado en un proceso de deterioro imparable, se recuperara en dos años y casi con los mismos dirigentes, y que desde 1996 no haya hecho nada más que ir a más. No es normal, a la inversa, que un partido como el PP, que en 1994 se queda a tiro de piedra de la presidencia de la Junta de Andalucía y que en 1995 ocupa las alcaldías de las ocho capitales de provincia, esté cada vez más lejos de ganar las elecciones autonómicas, haya perdido cuatro alcaldías y es posible que pierda alguna más en mayo.

¿Cómo se explica esto? ¿Cómo es posible que un partido se recupere de una crisis profundísima casi sin que queden rastros de la misma y cómo es posible que otro partido no sea capaz, ni siquiera con el viento a favor, de afirmarse como alternativa?

La única explicación que se me ocurre es que la derecha española nunca se ha tomado en serio la autonomía de Andalucía. No ha competido nunca en Andalucía con la mirada puesta en el Gobierno de la comunidad autónoma, sino con la mirada puesta en el Gobierno de España.

Le pasó a UCD. Los resultados de las elecciones generales del 77 y los de las generales y municipales del 79 ponían a UCD y al PSOE en pie de igualdad. Si no hubiera sido por la decisión del Comité Ejecutivo de UCD de 13 de enero de 1980 de impedir que Andalucía accediera a la autonomía por la vía del 151 de la Constitución, es prácticamente seguro que el PSOE no disfrutaría en Andalucía de la posición que disfruta. El Comité Ejecutivo sacrificó Andalucía en aras de su proyecto de dirección política de España. Sacrificio que acabó costándole su propia supervivencia primero como partido andaluz y después como partido español.

Algo parecido, aunque con una intensidad mucho menor, le volvió a pasar a la derecha española en 1994. Los resultados de las elecciones autonómicas de ese año, cuando se los pone en relación con los de las tres elecciones anteriores (82, 86 y 90) y con los de las elecciones estatales, dibujaban un escenario de ascenso casi irresistible del PP, que acabaría desbancando al PSOE en la siguiente convocatoria electoral. En ningún otro momento desde el comienzo de la transición se había encontrado la derecha española en mejores condiciones para ganar en Andalucía. Simplemente con dejar transcurrir la legislatura y esperar la amplificación que el deterioro del PSOE en España tendría sobre el deterioro del PSOE en Andalucía hubiera sido suficiente para llegar a la presidencia de la Junta de Andalucía.

Y sin embargo, nuevamente la derecha planteará su estrategia en Andalucía, no como si Andalucía fuera una comunidad autónoma para la que hubiera que diseñar una política específica, sino como un instrumento para ganar las elecciones generales. De la misma manera que UCD sacrificó Andalucía en el momento de la inicial puesta en marcha del Estado de las Autonomías, con la finalidad de intentar imponer una interpretación en clave nacionalista de la estructura del Estado con la que pensaba que iba a tener garantizada por mucho tiempo la dirección del Gobierno de la nación mediante la alianza con los nacionalismos catalán y vasco, el PP volvió a sacrificar Andalucía en 1994, con la finalidad de garantizarse el triunfo en las elecciones generales de 1996. La estrategia que puso en marcha Javier Arenas con Luis Carlos Rejón, mimética de la que ponían en práctica en Madrid José María Aznar y Julio Anguita, se reveló como una estrategia suicida en Andalucía, aunque en este caso sí tuviera éxito en España. Desde entonces apenas si se ha rectificado. El PP sigue sin tomarse en serio la condición de Andalucía como comunidad autónoma. No hay un solo dirigente del PP andaluz con voz propia. Y es algo que los ciudadanos perciben. La presencia del PP en Andalucía se hace visible cuando vienen los ministros. Nadie cree que la dirección del PP en Andalucía sea la que define la línea política que se va a poner en práctica. A medida que la autonomía andaluza se asienta por el simple transcurso del tiempo, más se nota.

Hasta que la derecha española no acepte la condición de auténtica comunidad autónoma de Andalucía, me parece que va a seguir donde está. No es un problema sólo de personas, que también, sino de líderes que tengan credibilidad ante la ciudadanía cuando se dirigen a ella. Manuel Chaves la tiene. Javier Arenas pudo tenerla y la perdió. A Teófila no le han dado ni oportunidad para tenerla.

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