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Desde el Pacífico
Columna
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Las sospechas del enorme poder de Google

GOOGLE TIENE RESPUESTA para todo, y se acuerda de cada pregunta que hacemos, lo cual empieza a preocupar a los defensores de la privacidad. Podría obtener el nada halagador premio Big Brother USA 2003. Su candidatura ha sido oficialmente depositada por un crítico y está siendo considerada por el PrivacyInternational.org, un grupo de protección de derechos humanos.

Además del cookie insertado en nuestra computadora para reconocernos en cada visita, Google identifica a nuestra dirección IP, la cual prácticamente revela el lugar desde el cual nos conectamos y puede ser utilizado para desplegar publicidad a medida.

Los miles de servidores de Google le permiten guardar rastro de nuestras preguntas, de la hora y día en la cual fueron formuladas y de los sitios visitados consecuentemente. "Si sé qué preguntas le hizo a Google ayer puedo dar una descripción bastante precisa de lo que estaba pensando", nos declaró en una entrevista por correo Daniel Brandt, responsable de Google Watch, un sitio que vigila lo que hace la compañía.

Además de la 'cookie' insertada en nuestra computadora para identificarnos en cada visita, Google localiza nuestra dirección, que revela desde dónde nos conectamos
La casi omnipotencia de Google preocupa a pequeños empresarios cuyo número de visitas depende de la posición obtenida tras una búsqueda
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PRIVACY INTERNATIONAL:
GOOGLE WATCH:
CHILLING EFFECTS:
AMERICAN DIALECT SOCIETY:

La barra de tareas que los más astutos agregan a su navegador para poder interrogar sin pasar por la primera página de Google, le transmite datos sobre todos los sitios que visitan. "Google conserva (esos datos) sin límite de tiempo", afirma Brandt. La cookie inmortal aguanta hasta el 2038.

La casi omnipotencia de Google preocupa a pequeños empresarios cuyas entradas dependen de la posición obtenida en la clasificación de este sitio de referencia. Ser excluido de las primeras respuestas equivale a una condena, por la sencilla razón de que la mayoría de los usuarios no pasa de los primeros 20 resultados.

Es el corazón mismo de la tecnología de Google la que está en juego. El secreto de los algoritmos esta guardado con el mismo celo que la fórmula de Coca-Cola, pero se sabe que PageRank (nombre de la tecnología) establece el valor de un sitio en base al número de enlaces que apuntan en su dirección. "Un enlace que permite ir de la página A a la página B es interpretado como un voto de A a favor de B", explica Google. Además, PageRank pondera los resultados al dar una importancia mayor a los votos de sitios que reciben más tráfico, y no indexa todas las páginas de un sitio.

Con este sistema, "los ricos se vuelven más ricos", estima Daniel Brandt. Considera que su empresa es víctima de esa tecnología, y afirma que la posición monopolística de Google contribuye a que "toda la estructura de la web sea más rígida".

Para romper esta rigidez y mejorar su posición, algunas empresas utilizan (entre otros recursos) link farms, páginas llenas de enlaces que apuntan a su sitio. Cuando detecta la maniobra, Google baja la posición de dicho sitio. A veces, las compañías implicadas responden con acción judicial (una lista se encuentra en el sitio ChillingEffects.org). Pero todo indica que el motor de búsqueda seguirá con esta política ya que los relegados no tienen mejor recurso, que pagar por un espacio publicitario en la parte alta de Google.

El respetable Wall Street Journal reconoce la existencia de un problema; pero los dirigentes de Google no colaboran. No responden a preguntas de The New York Times, sobre la posible entrega de los datos a una agencia gubernamental, o de C|net, sobre la eliminación del sitio de un grupo fundamentalista cristiano anti-aborto o de material pro nazi en Google.fr y Google.de.

Símbolo de su importancia, el verbo 'to google' (googlear) es ahora parte del vocabulario popular, según la American Dialect Society. La mayoría de quienes conocen a los dirigentes de la empresa los encuentran bien intencionados, pero el poderío de su empresa les confiere una responsabilidad que va más allá de sus imperativos comerciales. El reclamo de Brandt para que sea declarada "de utilidad pública" difícilmente tendrá éxito, pero la exigencia de mayor vigilancia gana terreno.

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