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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Aquí no puede ocurrir?

Después de las convulsiones empresariales provocadas por el caso Enron y la cadena de fraudes contables y accionariales descubiertos en compañías estadounidenses, muchos inversores, accionistas y observadores económicos consideraron que era cuestión de tiempo que un problema similar brotase en los mercados europeos. Ahold, el grupo holandés de supermercados, el tercero del mundo y con 625 tiendas en España, reconoció el lunes pasado que su filial estadounidense Foodservice había contabilizado ganancias inexistentes nada más y nada menos que por 500 millones de dólares durante los ejercicios 2001 y 2002. De nuevo, un caso de falsedad contable que demuestra hasta qué punto es vulnerable la información económica y financiera que los mercados consideran vital para la toma de decisiones. Como en los casos de Estados Unidos, el fraude contable ha tocado directamente el corazón del sistema, que es la confianza de los inversores en la fiabilidad de las cuentas de las empresas; las bolsas acusaron el golpe y la compañía perdió el 63% de su valor bursátil en una jornada de severo castigo.

Es difícil encontrar rasgos positivos en un caso de tergiversación de la contabilidad. Ahold ha actuado con cierta rapidez, destituyendo y castigando a los directivos implicados. Quizá la celeridad puede explicarse también por los precedentes del otro lado del Atlántico, que sin duda convencieron a los responsables de la compañía de que la impunidad en este tipo de delitos es más improbable cada día que pasa. La terapia conocida para acabar con la manipulación de la contabilidad empresarial consiste en endurecer las normas de información que deben facilitar las compañías a los mercados, aumentar las sanciones a los infractores, reclamar las responsabilidades oportunas a las sociedades de auditoría, pedir a las empresas que faciliten el control externo de sus cuentas y reforzar el papel de los organismos de regulación del mercado, que son los encargados de defender a los accionistas. En España, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y el Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas (ICAC) deberían liderar la presión para que las empresas faciliten información veraz y rápida. El mejor modo para cumplir con esa tarea es abandonar la idea de que "aquí no puede ocurrir", que se ha oído en algunos foros en boca de destacados responsables de la regulación. Porque aquí, como en otros lugares, sí puede ocurrir.

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