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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un desastre de AVE

El Gobierno tiene prisa por inaugurar la línea de alta velocidad entre Madrid y Lleida, primera parte de la que debe llegar hasta Barcelona, primero, y hasta enlazar con Francia, después. Pretende hacerlo de modo que las fotografías estén listas antes de las elecciones. Pero ¿qué línea?, ¿a qué velocidad? El trazado y los trenes están programados (y la inversión dimensionada) para alcanzar los 350 kilómetros por hora, de modo que el Gobierno de José María Aznar pudiera presumir del tren más rápido de Europa. La verdad, sin embargo, es menos grandilocuente: los trenes no pasarán, al menos de momento, de los 200 kilómetros por hora. Y, además, vibran, bailan y están mal presurizados.

No es eso lo peor. La línea incumple las normas de seguridad, según reconoció el lunes el secretario de Estado de Infraestructuras, Benigno Blanco. Pese a todo, y en contra de los informes de los propios técnicos, Fomento se empeñó en realizar viajes inaugurales y programó 10 de ellos para esta semana y la próxima. El resultado ha sido el que vaticinaron los expertos ferroviarios: un desastre. Es posible, aunque ingenieros del GIF (entidad encargada de la construcción de la línea y de la señalización) han rechazado la hipótesis, que se produjera un sabotaje en la catenaria. Pero en una línea que ya no había funcionado los tres días anteriores.

Las prisas se han cobrado una dimisión: la del presidente del GIF, Juan Carlos Barrón. La existencia de problemas en la línea, en todo el trazado, es algo conocido por quienes se han interesado por la situación. Pese a que Fomento afirmaba una y otra vez que todo, incluso el calendario, respondía a los planes previstos, lo cierto es que la estación de Zaragoza no está terminada, como tampoco lo está la de Lleida. Algunas subcentrales eléctricas han sido puestas en funcionamiento sin haber sido comprobadas. Eso, entre Madrid y Lleida, tramo que tenía que estar listo en diciembre y que a día de hoy no funciona ni en los trayectos de prueba.

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Y a medida que el tren se acerca a Barcelona, el asunto empeora. Hay obras que ni siquiera se han licitado y en algunos puntos aún se ignora el trazado definitivo, a un año escaso de la supuesta inauguración del tramo completo. Todo es bastante grave. Porque se trata de inversiones públicas (4.198 millones de euros entre Madrid y Lleida) que, en el mejor de los casos, parecen mal gestionadas. Pero conviene no perder de vista que se trata de unas infraestructuras que exigen el máximo grado de seguridad. Es mejor reconocer que no se cumple un calendario a lamentar luego algo irreparable. De hecho, hay tramos de la línea cuya construcción ya ha sido aplazada, como el trazado entre Barcelona y la frontera francesa. Inicialmente también tenía que entrar en servicio en 2004. La fecha que se baraja en estos momentos es siempre posterior a 2008.

Hay un aspecto que el AVE comparte con otros problemas que han sacudido al Gobierno y que resulta mucho más grave: su no reconocimiento oficial. No hubo huelga general, los manifestantes son pocos, el chapapote no existe, en Irak se busca una solución de paz, el AVE no sufre retrasos. Todo el mundo ha dicho alguna vez una mentira, pero hasta ahora, cuando era sorprendido, acostumbraba a enrojecer de vergüenza. Este Gobierno hace lo contrario: saca pecho y se enreda en su propio embuste, sin muestra alguna de rubor y arrepentimiento.

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