Una exposición rescata a una veintena de pintores olvidados de la posguerra
'Un grupo desagrupado' presenta en la Vital más de medio centenar de trabajos
En un tiempo oscuro, en la incomunicación de una posguerra cruel, un grupo de pintores mantuvo en Madrid la independencia creadora en la soledad del estudio, sin interferencias ni patrocinios oficiales. Julián García, comisario de la exposición Un grupo desagrupado, ve ahí los rasgos de la veintena de pintores a quienes les ha abierto sus puertas la sala de exposiciones de la Caja Vital de Vitoria (Postas, 13-15) hasta el próximo 30 de marzo.
"No están todos, pero sí los más representativos de aquellos pintores que trataron de salir adelante en un ambiente hostil a la creación independiente". Julián García ha rastreado por los estudios de quienes todavía viven (como Antonio Zarco, Agustín Úbeda o Fernando Sáez), las colecciones familiares de los fallecidos y los catálogos de coleccionistas privados para recopilar 55 obras dominadas por un expresionismo figurativo, en el que Juan Barjola (Badajoz, 1919) es el maestro.
Eso sí, la diversidad estilística ofrece ejemplos de incursiones en la abstracción, como las de Javier Clavo (Madrid, 1918-1994) o apuestas renovadoras en el paisaje como las de José Beulas (Gerona, 1921). Y no hay que olvidar las obras costumbristas de Mariano Peláez (Madrid, 1920) o Eduardo Vicente (Madrid, (1909-1968).
Las relaciones entre ellos no existieron, aparte de alguna tertulia informal. Sólo la Bienal Hispanoamericana de Barcelona (la primera convocatoria fue en 1951) supuso una apertura al reconocimiento público. La otra referencia internacional es la llamada Escuela de París, formada por pintores españoles en la capital de las vanguardias y a la que se unieron Agustín Úbeda (Herencia, Ciudad Real, 1925) y Juan Alcalde (Madrid, 1918) en sus últimos tiempos.
Los que mantuvieron su residencia en Madrid pronto tuvieron claro que su obra tenía una salida imposible en aquel ambiente de los años cuarenta. Algunos se dedicaron a la enseñanza, como Antonio Zarco (Madrid, 1930), catedrático de la Facultad de Bellas Artes de Madrid; otros sobrevivieron con trabajos "alimenticios": Demetrio Salgado (Salamanca, 1915-Madrid, 2000) fue el autor de los famosos cartelones de los cines madrileños. Y también hubo quien pintó bodegones por encargo para marchantes norteamericanos, cuyo nombre no quiso desvelar García.
En el fondo había una estimación de que la obra propia, el trabajo de estudio, no era susceptible de tratamiento mercantil. Esta visión romántica se traduce muchas veces en los cuadros, caracterizados por cierta ingenuidad y un gusto por los temas clásicos, con escasas incursiones en la crítica social o política, en la investigación pictórica o en el diálogo con otras artes. Ese individualismo de torre de marfil es el que le hace decir al comisario de la muestra: "Más que un grupo desagrupado nos encontramos con una generación desestimada".
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