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Reportaje:

Un idioma sin vergüenza

Un grupo de docentes enseña inglés con un método basado en técnicas de teatro que ayuda a combatir el miedo al ridículo

A veces, el miedo a hacer el ridículo es el principal obstáculo para aprender una lengua extranjera. Algunos estudiantes se paralizan ante la idea de tener que comunicarse en otro idioma y eso hace que, muchas veces, el primer aprendizaje sea romper la barrera de la vergüenza.

Esto lo saben muy bien los directores de la empresa Interacting Education and Training, los irlandeses Patrick Deas y Ed Cousins, que enseñan a otros profesores cómo impartir esta asignatura de la manera más práctica posible. "Y las técnicas que utilizan los actores de teatro son una buena excusa para hacerlo: improvisar, hacerse oír, hablar sin palabras...", señalan.

El proyecto didáctico de estos profesores, y también actores, es el siguiente: plantean situaciones irreales en el aula, a modo de teatro, para hacer hablar a los alumnos, sea como sea.

"Esta metodología fomenta la participación en los alumnos, algo fundamental"
"Muchas personas saben gramática, pero luego son incapaces de utilizarla"

La semana pasada, Deas y Cousins hicieron una demostración de su forma de enseñar a otros compañeros de profesión procedentes de distintos países (Alemania, Eslovaquia, República Checa, Reino Unido, Grecia), que se reunieron en España. Todos ellos participan en el programa Sócrates Acción Grundtvig (www.learningeurope.org) para intercambiar metodología y experiencias de trabajo sobre todo tipo de formación a personas adultas. Porque estas técnicas pueden servir para salvar el miedo al ridículo en cualquier aprendizaje: desde hacer una exposición en alto hasta levantar la mano para hacer una pregunta.

Interacting hizo su demostración didáctica en el instituto público Ágora, en Alcobendas (Madrid). Allí, Cousins y Deas reunieron a 120 estudiantes de 1º de ESO en un aula y los separaron en grupos de siete (uno por cada país). En cada grupo los chicos tenían que practicar diferentes fórmulas de saludos y de encuentros fortuitos mediante juegos. La función empezaba al toque de silbato. "Esta metodología de enseñanza hace que los chicos participen. Y en la adolescencia esto es fundamental, porque en estas edades los chavales se preocupan demasiado por la sensación de ser observados por el grupo y por no hacer el ridículo", señala la profesora de inglés de primaria, María del Carmen Piñeiro, colaboradora también de Interacting. Y añade: "Con estas actividades los alumnos se ven obligados a moverse, a tocarse unos a otros y, sin darse cuenta, se están abriendo a las respuestas de los demás. Se fomenta el contacto entre ellos, se sienten más unidos. En definitiva, más grupo".

Y como una cosa lleva a la otra, al final los chavales se contagian para perder la vergüenza y arriesgan más cuando tienen que ponerse a hablar inglés. "Se atreven porque saben que el grupo lo va a recibir bien. No temen hacer el ridículo aunque puedan meter la pata o equivocarse", dice Piñeiro.

En esta metodología didáctica, además, es fundamental el factor sorpresa. Los alumnos no saben nunca cuándo van a tener que hablar, lo que les estimula la espontaneidad. Así, una de las profesoras de inglés del instituto Ágora, Sonia Postigo, asegura: "Muchas personas saben gramática, pero luego son incapaces de utilizarla, porque no han aprendido a comunicarse con ella. Y estas actividades fomentan no sólo el interés por el inglés como asignatura, sino también como vehículo de comunicación".

Para el profesorado que participa en estas actividades también es un reto. Porque no todo el mundo sirve para subirse en una silla y tocar un silbato. "Es mucho más fácil impartir una clase magistral que soportar el alboroto que se forma en estas actividades, pero merece la pena", dice Postigo.

Nada se aprende tanto como lo que se ha vivido."Si el profesor escribe una lista de verbos irregulares en la pizarra y no se practican, los verbos se quedan ahí, en la pizarra", dice Piñeiro.

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