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El ministerio selecciona los mejores expedientes

Los tres primeros en Ingeniería de Telecomunicaciones son alumnos de Elche y Burjassot

En las universidades valencianas han estudiado buena parte de los "número uno" españoles: 19 de los 181 premios fin de carrera dados a conocer recientemente por el Ministerio de Educación tienen marchamo valenciano. Los beneficiarios de estos premios comparten algo más que la procedencia y unos expedientes, donde los sobresalientes y las matrículas de honor se suceden en tropel. Todos se enfrascaron en los estudios con buen talante, "por vocación". Ahora, ya titulados, entienden los circuitos de los artilugios que sin saber por qué destriparon sin entender por qué. Y es que da la casualidad de que la mayoría de los expedientes más brillantes se hallan en las enseñanzas técnicas. Durante la carrera fueron estudiantes que asistían a clase para tener sus propios apuntes, porque un "buen profesor es mejor que el mejor manual", y destacan que "lo importante no son los maratones finales, sino llevarlo al día".

Con currículos que presagian futuros prometedores, llama la atención que casi todos sigan estudiando, "sin ser fichados" por las empresas y continúen en las universidades como becarios o con pretensiones de afianzar ahí su vida laboral, tras acabar la carrera hace ya dos años. Los premios nacionales del curso 2000-2001 se entregaron el pasado 27 de enero en el Auditorio Nacional de Madrid. Se repartieron 68 primeros premios (2.704 euros cada uno), 63 segundos (2.103,54 euros) y 50 terceros de 1.803,04 euros.Las universidades valencianas pueden pavonearse de tener a los tres mejores ingenieros técnicos de Telecomunicaciones españoles del curso 2000-2001. El primer puesto fue para Francisco Javier Martínez, de la Miguel Hernández. La segunda y tercera posición la obtuvieron Rebeca Martínez y Álvaro Herráez, de la Universitat de València. Ambos compartieron aulas, aunque no se conocían por pertenecer a distintas promociones, y no hubo pulso entre ellos por acopiar méritos, para el Premio, aseveran ambos, en alusión al cisma abierto entre Pilar Navarro, licenciada en Derecho por la Universidad de Almería y su contrincante, quien consiguió el primer lugar con peor media.

Con 23 años, Francisco Javier Martínez está acabando la Ingeniería Superior en la Politécnica de Madrid. "Cuando empecé elegí la Miguel Hernández, por cercanía", precisa este murciano de Archena, que volvía cada fin de semana a esta localidad para jugar en el equipo de fútbol. Cuando decidió proseguir los estudios, escogió la Politécnica de Madrid porque, según explica, en la Politécnica de Valencia se deben cursar dos años y medio, en lugar de dos, por lo que se pierde un curso. No obstante, el brillante expediente no garantizó su ingreso : "Tuve que superar 5 exámenes, de 5 áreas específicas, en 50 minutos cada uno, con un descanso de 10 minutos entre ellos, y con fiebre", relata pues sólo se ofertaban 20 plazas para los 200 candidatos. "No somos unos cerebritos. He conseguido llegar hasta aquí porque estudio sobre cinco horas diarias", reconoce. En la recta final de los estudios se plantea volver a Murcia y ejercer la profesión por cuenta propia: "En Madrid comparto piso con dos Ingenieros Superiores de Telecomunicaciones y a uno le acaban de despedir. La crisis se cierne en el sector y está muy mal remunerado en España".

Rebeca Martínez también es consciente de que la oferta de empleo ha disminuido, pero a ella no le importaría "temporalmente" emigrar para trabajar. Con 27 matrículas de honor y sobresalientes, en 50 asignaturas, esta ingeniera técnica en Telecomunicaciones se fue a estudiar Ingeniería Electrónica a la Universidad de Cork (Irlanda). Dos años de estudios allí, y con uno aquí, en curso, obtendrá la misma titulación por la Universitat de València. Son los vericuetos que afrontan los valientes ante la inexistencia de un espacio común europeo de la enseñanza. Con 24 años, la ingeniera que en selectividad obtuvo un 5, posee una trayectoria apabullante: becaria del CERN y contrato en prácticas para una empresa irlandesa. En ambos casos, su contrato recogía todos los derechos laborales, a diferencia de los becario españoles. "Cuando estaba en Irlanda me comunicaron que el Colegio de Ingenieros de Telecomunicaciones Técnicos me había concedido un premio, de 50.000 pesetas y la universidad me pagó el billete de avión para que fuera a recogerlo, con la condición de traer dos fotos para su publicación", rememora. Mientras acaba la carrera, espera la respuesta de la Agencia Aeroespacial Europea con quien realizó una entrevista telefónica.

El tercer mejor expediente español en Ingenieria Técnica de Telecomunicaciones, Alvaro Herráez trabaja en la Universidad Politécnica de Valencia, durante cuatro horas, como técnico en el departamento de Ingeniería de Sistemas y Automática y, aprovecha para acabar la Ingenieria Superior de Telecomunicaciones. "No te llueven ofertas de trabajo por ser Premio Nacional. No te llaman si no te mueves", señala. Todo ello ha contribuido a cambiar su perspectiva: "Ahora me preocupo por aprobar, pero no me obsesiono por las notas. Prefiero la experiencia del trabajo". Como alumno de las dos universidades echa en falta en ambas "una mayor orientación a la empresa". Tiene 23 años, una ingenieria acabada y otra en camino, y tiempo para sus aficiones: "Los sábados son para mí. Toco la trompa en la banda de San Antonio de Requena y juego en un equipo de fútbol sala".

También se formó en la Facultad de Físicas el mejor Ingeniero en Electrónica español. Joan Vila cursó allí con galardones la Ingeniería de Telecomunicaciones, especialidad en Sistemas Electrónicos, logrando el premio extraordinario fin de carrera que concede el centro y el premio de rendimiento académico que otorga la Generalitat, no entró en la convocatoria del Ministerio al no solicitarlo. Con matrícula de honor en COU y una nota de corte que le permitía cribar carrera escogió la Universitat por la especialidad: la técnica de Telecomunicaciones en Gandia era en Imagen y Sonido. El ingeniero no ha percibido que las empresas prefieran a sus colegas de la otra universidad por tener la Universitat una tradición más humanista. "Todos los años una multinacional irlandesa acude a la Universitat para contratar ingenieros electrónicos", dice. De momento descarta utilizar este recurso porque le gustaría dedicarse a la docencia en la facultad donde ha cursado dos carreras, realiza el doctorado y prosigue como becario. Mensualmente percibe 850 euros sin ningún derecho laboral: "Uno de los premios nacionales, de la Universidad de Granada, también becario, recibió el galardón de mano de la ministra con una camiseta naranja, el símbolo de que a los becarios nos exprimen".

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Sergio Baselga tampoco se ha movido de la Universidad Politécnica de Valencia donde cursó la Ingeniería de Topografía consiguiendo un segundo Premio, y ahora ha llegado al Primero con la Ingeniería en Geodesia y Cartografía. "Me fascinaba las matermáticas y las salidas al campo". Se asesoró, previa consulta a profesionales, e ingresó en la carrera que combina el tándem. Ahora es profesor de dos asignaturas en Topografía, a través del Programa Cantera de la universidad, que permite la incorporación de los mejores expedientes. El principal obstáculo de la docencia "es conseguir que el alumno interactúe", dice pese a que tiene la ventaja de impartir clase a alumnos que fueron compañeros. Los proyectos de este ingeniero y docente pasan por afianzar el puesto en la universidad y completar el doctorado que efectúa.

Sólo una ingeniera

En la convocatoria de Premios Fin de Carrera 2000-2001 que se otorgaron en Madrid a final de enero los universitarios valencianos recogieron un total de 19 distinciones nacionales. Por áreas, las más premiadas fueron las enseñanzas técnicas con 12 distinciones, un bastión masculino porque sólo hay una ingeniera valenciana en la docena de galardonados, que es Rebeca Martínez, de la Universitat de València.

Las ciencias sociales, con 3 premios suceden muy de lejos a las ingenierías. Los estudiantes de ciencias de la salud y humanidades acapararon dos galardones, en cada área. Por universidades y sus centros adscritos, los premios se reparten de la siguiente manera: Universitat (8), Politécnica (7), Alicante (2) y Miguel Hernández (2). A la convocatoria se presentaron 1.225 alumnos de las universidades españolas y se concedieron 181 premios por un importe total de 406.584 euros.

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