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Tribuna:LA OFENSIVA CONTRA EL TERRORISMO
Tribuna
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Asesinato en febrero

Hoy, 22 de febrero, tercer aniversario del asesinato por ETA de Fernando Buesa y de su escolta, Jorge Díez, la pregunta que me hago es: ¿qué vamos a rememorar en este fatídico febrero? ¿Sólo al hombre que conocimos, al que quisimos y respetamos? ¿Sólo al padre, al esposo, al amigo, al compañero de partido, al abogado, al alavés del que nos sentimos orgullosos, al vasco que representó a tantos ciudadanos con tanta dignidad durante tantos años en las instituciones?

Son facetas de la vida de Fernando que hoy echamos en falta, bienes valiosos que no hemos perdido, sino que nos los robaron cuando le mataron. Y tantas otras que podríamos enumerar. La más importante de todas: ya no tenemos a una persona que era verdaderamente buena y verdaderamente inteligente. La vida me dice que seres humanos así no son frecuentes.

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Pero creo que estamos rememorando también otra cosa; la memoria de todas las víctimas, memoria que hoy representa la dignidad de Joseba Pagazaurtundua, última víctima de ETA. Que tiene que ver con la sensación de cólera y con la sensación de angustia que nos producen sus ausencias, cuando a solas, mirando a la pared, a la noche, al horizonte, al mar, a esos espacios simples y abstractos, donde nuestra mente descubre esas verdades claras que nos estremecen, que nos duelen, que nos hacen más lúcidamente humanos. Entonces es cuando nos damos cuenta de que nunca volveremos a contar con ellos.

Llevamos tiempo descubriendo el sentido de su asesinato, de los asesinatos. Porque llegamos a pensar, para tranquilizarnos, que estos crímenes no obedecen a otra lógica que la de la muerte: todos hemos de morir, decimos. La ruleta del fin de la vida. La danza de la muerte. Le ha tocado a él, les ha tocado a ellos. Les ha señalado la muerte con sus fríos dedos, en forma de vejez, de ataque cardiaco, de cáncer, o de coche bomba.

Después llega lo previsible. Oraciones, liturgia fúnebre, buenas palabras hacia la persona que se ha ido, lágrimas. Lágrimas de pensar o lágrimas de mala conciencia. Incluso lágrimas de culpabilidad. También lágrimas de hipocresía.

Pero hoy no estamos rememorando una muerte. Estamos recordando un asesinato, los asesinatos. Porque las muertes no tienen sentido. El crimen sí lo tiene. A la muerte todos le gustamos lo mismo. La muerte no elige, sino que espera. Los criminales eligen, se adelantan a la muerte. Y matan porque así explican lo que quieren destruir. Nos informan de lo que no quieren. Nos lo señalan con su terror. Es un lenguaje brutal, pero es un lenguaje.

Por eso tenemos que profundizar más, indagar sobre cuál es el sentido último del crimen. Es una necesidad. Acabo de enumerar algunos valores que como hombre tuvo y que prevalecen en el tiempo. Quiero recordar lo que se dijo en el juicio por sus asesinos. Lo mataron porque era socialista y porque era un ciudadano que defendía en Euskadi la única democracia posible, la que emana del Estado de derecho constitucional. La que defiende la pluralidad.

Podemos ir más a fondo para descubrir por qué lo eligieron a él. Por eso, es preciso penetrar en el rostro inhumano de aquellos que quieren seguir matándonos y decirles: no fue inútil su muerte. Fue inútil su asesinato. No sigáis matando. No os servirá de nada. Sabemos distinguir el sentido de vuestros actos homicidas. Hemos descubierto lo que queréis destruir, y lo vamos a conservar, lo vamos a transmitir, lo vamos a multiplicar. No vais a poder con nosotros. Sois una repugnante inutilidad.

Por eso, hoy he querido traerles su recuerdo, con el siniestro sentido que buscaron con su muerte.

Hace ya muchos años que los mejores hijos de esta tierra defendieron el primer Estatuto y la Constitución de la República de los ataques de unos ejércitos cuya ideología consistía en creer que el Derecho y las Instituciones debían arrodillarse ante el empuje de una política basada en la obediencia ciega, a unos destinos nacionales incontenibles.

Hoy en Euskadi, en nombre del derecho de los pueblos, se siguen pisoteando los Derechos del Hombre. Fernando Buesa lo supo siempre y lo dijo en las instituciones. Había que defender la democracia. Había que defender la pluralidad. Había que defender a los débiles. Había que construir puentes.

Pero hoy, tres años después de su asesinato, ¿dónde queda la defensa del Estado de derecho en Euskadi? ¿Dónde queda el compromiso de acabar con el terrorismo por parte del nacionalismo gobernante? Quienes acabaron con él lo sabían. Ése es el sentido de su asesinato. Hagamos lo posible para que su muerte y la de todas las víctimas del terrorismo no hayan sido inútiles. Les debemos nuestro compromiso, lo contrario es cobardía, algo que sobra en esta nuestra querida tierra.

Javier Rojo es secretario general de los socialistas alaveses y secretario de Política Institucional del PSOE.

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