Bodiroga rompe al Madrid
El Barcelona domina con claridad el 'derby' más desnivelado de los últimos tiempos
Bodiroga, el Barcelona, rompió un Madrid de cristal en uno de los clásicos más decantados de los últimos tiempos.
El partido lo confirmó todo: que el Barcelona se ha convertido en un comecocos frío y calculador, que tiene prohibida cualquier carrera de más, que domina a base de ritmos de juego pausado en los que el equipo al entero debe saber el cuándo, cómo y en qué momento. Posee arsenal de sobra para elegir también el quién, pero, en eso no hay duda, cuando la cosa está más fea o apurada, esa pregunta tiene una respuesta segura: Bodiroga, 20 puntos y 7 rebotes.
El Madrid no encontró antídoto y resistió a duras penas 25 minutos. Y eso también vino a ratificar el negro pozo en que se ha metido el Madrid. Hoy por hoy es un equipo disperso, en el que no acaba de encontrar sitio Mulaomerovic, en el que Hernández Sonseca no acelera su prometedora carrera, en el que Tarlac parece recuperado pero, por una cosa u otra, no adquiere el tono mínimo exigible, en el que las cualidades de Digbeu o Alston no acaban de encajar, y en el que Alfonso Reyes no dice esta boca es mía.
BARCELONA 72 - REAL MADRID 59
Barcelona: Jasikevicius (13), De la Fuente (2), Bodiroga (20), Fucka (11), Dueñas (2) -cinco inicial-; Nacho Rodríguez (9), Femerling (4), Alzamora (1) y Navarro (10). Real Madrid: Victoriano (7), Angulo (0), Mumbrú (6), Alston (14), Tarlac (6) -cinco inicial-; Mulaomerovic (3), Digbeu (6), Herreros (15), Hernández-Sonseca (2) y Alfonso Reyes (0). Árbitros: Sancha, De la Maza, García. Eliminado por faltas personales: Dueñas (m.34). Pabellón Font de Sant Lluís. Unos 8.000 espectadores.
Sólo así se entiende que el Barcelona lo tuviera ayer tan relativamente fácil, a pesar de lo mucho que tardó Navarro en meterse en el partido, a pesar de que cinco minutos antes del final Dueñas ya había sido eliminado por las cinco faltas personales.
El Madrid echó el hígado para defender. Alguna vez asfixió a Bodiroga, pero el yugoslavo explotó a conciencia su capacidad camaleónica. Cuando no podía desempeñar el papel de alero, se constituía en un magnífico repartidor de juego, y cuando lo perseguía, por ejemplo, Angulo aprovechaba su mayor altura para pedir un balón bombeado o para meterse bajo el aro en busca de un rebote ofensivo con el que la jugada se hizo repetida. Un jeroglífico para el Madrid.
El equipo blanco lo pagó caro y además empezó con alguna merma importante, como la rapidez con la que Tarlac se cargó con faltas. El Barcelona abrió la primera brecha (13-6). El Madrid, remiso en el tiro exterior, encontró munición gracias a Alston, que por momentos se movió como un pez entre Dueñas y Fucka. Pero el equipo de Imbroda necesitaba demasiadas faltas para defender y era evidente su desventaja en determinados emparejamientos. Momento de pensar en situarse en una defensa en zona que desbordaron Bodiroga y Nacho Rodríguez a base de triples (27-19).
El siguiente movimiento de Imbroda le dio mucho mejor resultado. Metió más leña en el horno. Dio entrada a Herreros, a Digbeu, y de nuevo a Victoriano tras unos minutos nefastos de Mulaomerovic, con Hernández Sonseca y Alfonso Reyes en los postes. El juego del Madrid se embaló tanto que la defensa del Barcelona tardó lo suyo en ajustarse a las repentinas exigencias de un partido que había transcurrido en un duermevela mientras los bases rumiaban cada jugada.
Pero a base de triples, en unos minutos de locas carreras de Digbeu y Victoriano y con Herreros agradeciendo los espacios que no lograba cerrar a ese ritmo la defensa azulgrana, el Madrid volvió a apretar el marcador 27-25.
Todo lo que sucedió en el tercer cuarto tuvo un aire de algo ya visto: otro pequeño apretón del Madrid que no servía si no para ratificar la autoridad del Barcelona para tirar del hilo cuando se veía en apuros.
Así sucedió de nuevo (de un 31-29 a un 44-34). Fue el momento en que Navarro, a cero en el primer tiempo, empezó a tomarle el aire al juego, en el que mantenía sus constantes Bodiroga. Sólo faltaba que se añadiera Nacho Rodríguez que, con un par de triples, lanzados con impunidad porque la defensa del Madrid se enredó en los bloqueos, puso tierra de por medio (52-41).
El partido entró ya muy decantado en el último cuarto en el que al Madrid sólo le faltó pedir la hora ante el suplicio en que se convirtieron para él aquellos últimos minutos.
El partido no fue ninguna cosa del otro jueves y el derby clásico quedó un tanto desnaturalizado por la nítida diferencia entre unos y otros, como no se recordaba hace mucho tiempo.
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