Asperezas bien suavizadas
El asunto de fondo de La vida de nadie es duro, durísimo, pues se inspira en la monstruosa personalidad de Jean Claude Romand, persona y personaje del que damos algunos pormenores en el comentario, incluido en otra página de este periódico, del filme francés El adversario. Pero Eduard Cortés, que hace su debú como director en La vida de nadie esquiva el lado brutal y sanguinario - asesinó a sus hijos, su mujer y sus padres para seguir manteniendo su inconcebible red de imposturas- de ese sujeto y se limita a mantener (con algunas variantes) el demente entramado de mentiras en que consistía toda su vida, sacándolo además de su sombría Francia e instalándolo en un barrio burgués y luminoso de Madrid, donde la abyecta y abominable desventura de Romand, que impide a la gente común identificarse con él y apiadarse de él, pierde distancia y se nos acerca.
LA VIDA DE NADIE
Dirección: Eduard Cortés. Guión: Cortés y Piti Español. Fotografía: José Luis Alcaine. Intérpretes: José Coronado, Adriana Ozores, Marta Etura, Roberto Álvarez, Adrián Portugal. España, 2002. Género: drama. Duración: 103 minutos.
Es esencial para alcanzar esta cercanía el tacto y la sabiduría con que Cortés sitúa a José Coronado en el centro de una trama que le permite irradiar ganchos identificadores y convertir el vidrioso asunto de fondo en un suceso vivible y manejable desde las leyes de la cordura. Hace un gran trabajo Coronado, pero frente a él, Adriana Ozores esculpe una réplica exacta, magistral, en el personaje de la esposa estafada y atrapada por la tela de araña de la locura de su marido. Y el gran dúo, escoltado por la magnífica Marta Etura, Roberto Álvarez y un reparto bien trabado, da consistencia a un filme que roza la blandura pero que la elude con ingenio y soltura.
Babelia
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