El dios de la guerra
Formamos parte del eje del Bien y estamos enfrentados al eje del Mal. El eje del Mal lo configuran Irán, Corea del Norte e Irak, y el eje del Bien lo integran Bush, Italia, España y los británicos, una retahíla que, no sé por qué, me suena a aquella santa alianza que nos enseñaron de pequeños, cuando nos decían en el colegio que el turco había sido vencido en Lepanto por España, el Papa y Venecia. Tantos años después, España está de nuevo alineada con Venecia (en realidad, con Berlusconi), aunque no con el Papa, al que vemos muy cercano al eje del Mal, no en vano el Romano Pontífice se ha manifestado del todo contrario a una nueva guerra contra Irak. Y es aquí donde surge la gran polémica: ¿podemos considerar como buenos católicos a José María Aznar y a Ana Palacio dado que parecen alinearse en contra de los deseos y las rogativas del vicario de Cristo en la Tierra? ¿Incurrirán en grave pecado ambos dirigentes hispanos de perseverar en su militancia en el eje del Bien? Y todavía más: ¿ya han incurrido en ese pecado simplemente por tener "malos pensamientos", o acaso "deseos impuros" respecto de la conflagración en marcha?
Es un asunto para moralistas y teólogos, ciertamente, pero no podemos olvidar que en esta materia también tiene su peso específico el muy devoto George Bush, quien, de momento, ha convertido su residencia oficial en el tabernáculo de un nuevo fanatismo religioso. De una pasión sobrenatural que, aunque dirigida hacia otro Dios, guarda más de un parecido con el extremismo mahometano de Bin Laden y de sus seguidores. Los que han estado en la Casa Blanca en los últimos meses hablan y no paran de los muchos rezos que cumple el presidente a toda hora, de las conmovedoras levitaciones que se procura Condoleezza Rice, de los espirituales negros por los que se arranca cada dos por tres Colin Powell y de las muy viriles y eficaces jaculatorias que acuñan, a dúo, Donald Rumsfeld y Richard Cheney. Dos dioses, pues, están enfrentados en el bando occidental: el dios de Bush y el dios de Juan Pablo II. Y el católico Aznar opta por el luterano.
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