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Crónica:FÚTBOL | La jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Osasuna borra del mapa al Madrid

Con un juego directo y a todo trapo, el equipo navarro pasó por encima del madridista, cuyas figuras se quitaron de en medio

Santiago Segurola

Tal y como suele ser costumbre, Osasuna atropelló al Madrid, que se dejó atropellar en El Sadar. Como no es novedad, podría pensarse en una especie de destino escrito. El Madrid huye de estos partidos como de la peste. Se le ve de lejos. Se le vió desde el primer minuto, abrumado por la marea roja, que no cedió hasta el último minuto. Sólo en el último acto del partido, en un cabezazo de Morientes que probablemente atravesó la raya, el Madrid hizo aquello que desestimó durante todo el encuentro: la búsqueda del gol. Se borraron casi todas sus figuras y de ahí a la barrida de Osasuna hubo un paso.

Algunas cosas no cambian en el fútbol, ni en estos tiempos, cuando tanto se habla de la distancia que procura el dinero. El Madrid tiene mucho y Osasuna anda escaso, pero poco importa cuando llega el momento de medirles en El Sadar, escenario de duelos vibrantes y muy ásperos, partidos que el Madrid los sufre como un tormento. Cualquier Osasuna, el de ahora o el de Iriguibel, sabe exactamente lo que tiene que hacer frente al lujoso Madrid, el de ahora o el de Butragueño. Fútbol sin tregua se llama al estilo del equipo navarro, con algunos matices que merecen atención. Es cierto que Osasuna jugó con la excitación de los que se juegan la vida, con el punto agresivo de quien sabe el efecto que produce en el Madrid, siempre frente a la guerrilla, y de esto se trató en el partido: de jugadores de rojo que aparecían por todos los rincones del campo sin dar un respiro a sus rivales, un juego a tambor batiente que resultó excesivo para las académicas figuras madridistas, que no lograron juntar dos pases casi nunca. Pero al vehemente fútbol de Osasuna no le faltó criterio y hasta detalles de clase. No hubo rifa de pelotazos y no le faltó elaboración fina, todo a la máxima velocidad, eso sí. En cambio, el Madrid hizo lo suyo a la mínima velocidad, y cuando pudo, porque no olió la pelota durante largas fases del partido. Se la regalaban a las casacas rojas sin el menor pudor.

OSASUNA 1 - REAL MADRID 0

Osasuna: Sanzol; Yanguas, Mateo, Josetxo, Antonio López; Puñal, Alfredo (Palacios, m. 82); Muñoz, Iván Rosado, Manfredini (Gancedo, m. 74); y Aloisi (Morales, m. 90).

Real Madrid: Casillas; Míchel Salgado, Helguera, Pavón, Roberto Carlos; Figo, Makelele, Flavio (Guti, m. 60), Zidane (Morientes, m. 73); Raúl y Ronaldo.

Gol. 1-0. M. 38. Manfredini culimina una jugada individual por la banda izquierda con un derechazo cruzado.

Árbitro: Medina Cantalejo. Mostró trajeta amarilla a Alfredo, Muñoz, Zidane y Figo. Expulsó a Figo con roja directa (m. 63).

18.766 espectadores en El Sadar.

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Al Madrid le pintó mal desde el principio. Del Bosque dijo en las vísperas que tenía miedo al partido. Venía avisado por los precedentes, sin ir más lejos el del pasado año. El entrenador se temía el mismo tipo de encuentro, con idénticas consecuencias. Así ocurrió. Osasuna jugó a todo trapo, con el aliento incansable de la hinchada, que no desmaya cuando llega el Madrid a El Sadar. Y como ocurrió la temporada anterior, el Madrid se sintió intimidado, sin la voluntad necesaria para sobreponerse a un partido que le resultaba detestable. No estaban las estrellas para lo fino, y mucho menos para lo grueso. Osasuna puso unas condiciones que nadie en el Madrid se atrevió a contestar.

La primera condición fue definitiva: la pelota apenas salió del campo madridista, del área en la mayoría de los casos, de manera que Helguera y su gente dedicaron la tarde a achicar a agua. Y no muy bien. Claro que no encontraron ayuda. Roberto Carlos dimitió, Zidane acusó dos patadas tempranas, Figo perdió los nervios y así sucesivamente. Nadie arrimó el hombro en un partido donde era más necesario que nunca. En El Sadar no se gana con los títulos de crédito, cosa que el Madrid sabe desde hace años. En El Sadar hay que añadir la parte extra de coraje, decisión y solidaridad que no se vio en el equipo de Del Bosque.

Bastaron cinco minutos para determinar el signo del encuentro, que no varió jamás. Osasuna empujó a su rival, lo metió en su área, le hizo saber la clase de tarde que iba a padecer y no paró hasta conseguir la victoria. No necesitó grandes ocasiones para proclamar su autoridad, que era evidente por poderío y deseo. Y por juego. De eso se encargaron Puñal, Alfredo y Manfredini, autores de un partido excepcional. La noticia fue Manfredini, un fichaje de última hora que salió convertido en el héroe del encuentro. El pasado año jugo en el sorprendente Chievo y esta temporada regresó a su club de origen, el Lazio, donde no le han dado oportunidades. En Osasuna las ha tenido inmediatamente, y será una bicoca de jugador si funciona siempre como lo hizo frente al Madrid. Le dio la tarde a Míchel Salgado y marcó un gol de mérito, por habilidad y precisión en el remate.

Osasuna administró el tanto con generosidad. Lejos de taparse, continuó en su ley, con empuje y fútbol vertical. Del Madrid no hubo noticias en el primer tiempo y casi tampoco en el segundo. Todo el protagonismo correspondió a Osasuna, que remató dos veces al palo en el segundo tiempo, donde no se apreció ninguna mejoría en las filas madridistas. Ninguno de sus grandes jugadores tuvo peso alguno en el encuentro, y hasta pareció que se borraba más de uno. El único problema de Osasuna radicó en su incapacidad para lograr el resultado que merecía. Aquel gol de ventaja era cosa pequeña para los méritos del equipo y daba para sospechar en la respuesta del Madrid, por mal que jugara. Es lo que sucedió en una acción que levantará polémica -el cabezazo de Morientes dio la impresión de traspasar la línea de gol- y que obligó a pensar en las razones que impidieron al Madrid fabricar una ocasión decente hasta el último minuto. Ni las fabricó, ni tuvo interés en hacerlo.

Ronaldo y Raúl se lamentan tras el gol de Osasuna.
Ronaldo y Raúl se lamentan tras el gol de Osasuna.LUIS AZANZA

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