_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Errando el blanco

Ha llegado a mis manos el folleto en azul que el Partido Popular ha confeccionado al efecto de defender su política de alineamiento incondicional con la actual Administración USA en el conflicto iraquí. Flaco favor le han hecho al Partido Popular y a su Gobierno quienes han confeccionado tan deficiente papel, flaco favor al PP y, de paso, a todos los demás. Por de pronto en las diez páginas de texto del folleto no figuran ni una sola vez las palabras "opinión pública", "autorización parlamentaria", "guerra", "Estados Unidos", "Bush" o "gobierno americano" cuando todos sabemos que el folleto forma parte de una campaña política para intentar recuperar a una opinión pública que es contraria a una guerra que pretenden desencadenar el gobierno americano de Bush y en la que el gobierno popular ha adoptado una posición de apoyo incondicional a los Estados Unidos, incumpliendo sus obligaciones en el seno de la UE, dicho sea de paso. No es que estemos ante propaganda, que lo estamos, es que estamos ante una propaganda que se basa en el escamoteo de la realidad, escamoteo efectuado con tan poca habilidad que al escamoteante se le ve el plumero. Es decir, estamos ante mala propaganda, ante una que parece confeccionada por un creativo que cree que se puede vender la guerra como si fuera una colonia para hombre. Cuando el país se halla repleto de pegatinas de No a la guerra y todos saben que estamos a la puerta de una, y el Gobierno ha adoptado una política de apoyo a la intervención militar, no parece especialmente hábil una propaganda que elude enfrentarse simultáneamente a la realidad y a la propaganda de la competencia, pues, en esas condiciones, ¿cómo se puede vender el apoyo gubernamental a la intervención?

Si el Gobierno careciera de argumentos para amparar y defender su política una propagada así seguiría siendo estúpida, pero al menos sería de una estupidez comprensible. Pero no es así. No resulta demasiado difícil configurar un argumentario integrado por razones plausibles para justificar y sostener la posición del Gobierno Aznar: desde los riesgos de una situación que entrega a un tirano paranoico la estabilidad del mercado energético mundial, y con él el de nuestro bienestar, a la necesidad de restaurar la credibilidad de las Naciones Unidas obligando a un Estado militarista a pasar por el aro del desarme, al de la intervención humanitaria para salvar a los iraquíes de un régimen cuyas hazañas pueden seguirse en los informes de Amnistía Internacional. Claro que a una Administración a la que ni siquiera se le ha ocurrido pasar Tres Reyes en prime time de la primera cadena, qué se le puede pedir. Alguien debería explicar en la calle de Génova que la primera condición de eficacia de la propaganda política es su credibilidad, y que intentar vender una intervención militar con el lenguaje rosáceo de las cuatro primeras páginas de texto del folleto tiene las mismas posibilidades de éxito que tendría el intento de venderle un frigorífico a un esquimal. Francamente, González vendía mejor.

Es más, la elusión de la realidad llega a veces al surrealismo: "La situación actual es la de 1990", ya saben, Sadam ha vuelto a invadir Kuwait, conserva íntegra su aviación e incólumes sus divisiones blindadas, está arrojando misiles Scud sobre Tel Aviv y su Guardia Republicana está a cuatro horas de pozos petrolíferos de la provincia oriental saudí, Gorbachov sigue presidiendo la URSS, los EE UU han forjado una coalición internacional en la que están todos los que son, con tropas francesas patrullando la frontera iraquí. Y nosotros sin enterarnos.

Pero es que el folleto me parece no busca defender la política gubernamental: busca atacar al PSOE. La cosa es tan burda que de las diez páginas de texto del folleto cuatro se dedican a defender la política del Gobierno y seis a atacar al primer partido de la oposición y a su secretario general nominatim. Como el folleto se ha difundido en todos los periódicos del país y en un contexto en el que la política de la oposición (de toda, conviene recordarlo), tiene el respaldo de la opinión pública el folleto desciende de la propaganda a la patochada. Me figuro que en Ferraz se estarán frotando las manos: el Partido Popular le está haciendo una estupenda campaña de imagen al secretario general socialista. Chapeau.

Sin embargo, me parece que lo más interesante del folleto no es lo que dice, sino lo que acredita: que en la calle de Génova están tan aterrados por la evolución de los acontecimientos, tienen tal miedo a que los electores den una patada al presidente en las posaderas de los alcaldes y candidatos autonómicos populares el próximo mayo, y a que esa derrota anuncia la caída de la Casa Aznar, que el pánico obnubila su raciocinio. Y no cabe duda que la combinación entre la arrogancia sectaria de La Moncloa y el pánico cerval de la calle de Génova tienen en común cegar el entendimiento. De ahí que la práctica política conservadora en la materia sea una sucesión de errores.

Por lo demás, en cuanto al fondo, me parece que la política de nuestro Gobierno es errónea. Mi jefe, ese señor anciano de origen polaco que viste de blanco, ya ha dicho que la guerra preventiva es inmoral. Pero es que, además, sea o no inmoral, la guerra preventiva es peligrosísima: si se admite, ningún orden internacional es posible y el mundo recaerá al universo hobbesiano de la guerra de todos contra todos, en el que un país mediano como España tiene mucho que perder y nada que ganar. Además, en un caso como éste se trata de algo tan poco inteligente como matar moscas a cañonazos. De eso es de lo que el PP debería hablar. Dedicando su esfuerzo, su tiempo y su dinero en descargar sus malos humores sobre el PSOE está cometiendo un error, está errando el blanco.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Manuel Martínez Sospedra es profesor de Derecho de la Universidad Cardenal Herrera-CEU.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_