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Crónica:NUESTRA ÉPOCA
Crónica
Texto informativo con interpretación

A favor y en contra

Timothy Garton Ash

Después de ver a Colin Powell remachando su actuación en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas con las conversaciones telefónicas interceptadas, las fotos de satélite y esos momentos televisivos cuidadosamente construidos, me pregunté: ¿en que cambia esto mi opinión sobre la guerra de Irak? La respuesta es: no mucho. Sigo sin estar convencido por la defensa a favor, y lleno de dudas por las razones en contra.

"Tiene la barrera bien clavada en el culo", me comentó hace poco un amigo acerca de la postura del poeta laureado británico sobre Irak. Decir de alguien que mira los toros desde la barrera raramente es un cumplido. La mayoría de la gente admira la decisión y desprecia la vacilación. La contienda política exige la toma inmediata de posturas y la exageración de las diferencias menores. Los medios de comunicación, en competencia feroz por los espectadores, los oyentes y los lectores, reclaman a gritos posturas polarizadas: da mejor en televisión, ya saben.

La guerra debería ser siempre el último recurso. ¿No se podría controlar a Sadam por medio de la actual combinación de disuasión y contención?
Si Sadam alguna vez obtuviera un arma nuclear efectiva y con capacidad de ser lanzada, ello sería un enorme desastre para el mundo
Por confuso que fuera el Irak posterior a la guerra, y sin duda sería confuso, como Bosnia, Kosovo y Afganistán en la posguerra, difícilmente sería peor

Cuestiones difíciles

Pero sobre Irak, a pesar de todo me gustaría seguir defendiendo una postura de torturada ambivalencia liberal. Ser liberal no significa que siempre se vacile en mitad de las cuestiones difíciles. Yo estuve totalmente en contra de las invasiones soviéticas de Checoslovaquia y Afganistán; en contra de las intervenciones estadounidenses en Nicaragua y El Salvador; a favor de la intervención militar en Bosnia y Kosovo, y a favor de la guerra contra Al Qaeda en Afganistán, todo ello por buenos motivos liberales. El caso de Irak es distinto y más difícil. Veo cuatro fuertes argumentos a cada lado.

A favor

1. El régimen de Sadam es uno de los más repugnantes del mundo actual. Ha cometido genocidio contra los kurdos, y mantiene a su propio pueblo aterrorizado. Eliminarle sería una bendición para su país y para la región. Por confuso que fuera el Irak posterior a la guerra -y sin duda sería confuso, como Bosnia, Kosovo y Afganistán en la posguerra-, difícilmente sería peor.

2. Sadam ha atacado dos veces a países vecinos. Según ha documentado Powell, ha almacenado grandes cantidades de horrendas armas químicas y biológicas, y oculta lo que queda de ellas. Sigue tratando de conseguir armas nucleares. Si alguna vez obtuviera un arma nuclear efectiva y con capacidad de ser lanzada, ello sería un enorme desastre para el mundo, como lo sería en Corea del Norte, pero bastante más, por ser Sadam quien es y estar donde está. Yo apoyo la CDND: la Campaña para el Desarme Nuclear de los Dictadores.

3. Ha desobedecido abiertamente 16 resoluciones de la ONU a lo largo de 12 años. Es evidente que no quiere desarmarse, o cooperar plenamente con los inspectores de Naciones Unidas. (¿qué dictador soberano que se precie querría?). La justificación en el derecho internacional para una acción militar es más fuerte en este caso que en el de Kosovo. Una segunda resolución de la ONU proporcionaría la "autoridad adecuada" que exige la teoría de la Guerra Justa.

4. Consecuencias (optimistas). Podría ser un catalizador del cambio democrático en Oriente Próximo. Un Irak pacífico, próspero y reconstruido, una "Alemania Occidental iraquí", podría ser un modelo para toda la región. Próximas paradas, Arabia Saudí e Irán. La expansión de la libertad podría a la larga transformar el contexto regional, ya que solucionaría el problema entre Israel y Palestina, al igual que la democratización de Europa del Este trajo finalmente la solución a la división de Alemania.

En contra

1. La guerra debería ser siempre el último recurso. Por prodigiosamente precisas que sean las nuevas bombas de alta tecnología estadounidenses, morirán iraquíes inocentes. ¿No se podría controlar a Sadam durante los próximos años por medio de la actual combinación de disuasión y contención?

2. La teoría de la Guerra Justa pide que haya una "buena intención". A fin de cuentas, creo que Blair tiene buenas intenciones. No estoy convencido sobre la Administración de Bush. Distintas personas allí tienen distintos programas, por supuesto, y los motivos humanos siempre son desiguales. A modo de burda pauta, presentaría el índice de motivos más o menos de esta manera:

- La sensación de que esto es parte de una "guerra contra el terrorismo" más amplia, que desde el 11 de septiembre de 2001 es una lucha por la seguridad nacional de Estados Unidos: 20%.

- La convicción sincera de que Sadam con armas de destrucción masiva supone una grave amenaza para el mundo libre: 20%.

- La frustración de no haber sido capaz de capturar a Osama Bin Laden o poner fin a Al Qaeda, junto con la convicción de que por lo menos se puede usar el enorme poder militar para derrotar a Sadam: 15%.

- Un cálculo inicial del asesor político de Bush, Karl Rove, que quizá ahora lamente, de que le daría ventaja en la política nacional: 10%.

- La sensación de que no hay vuelta atrás. ¿Cómo puede Bush presentarse a las próximas elecciones presidenciales con Sadam todavía en el poder?: 10%.

- La esperanza de transformar Oriente Próximo, también para ventaja a largo plazo de Israel: 5%.

- El petróleo: 5%.

Se pueden variar los porcentajes al gusto de cada cual, pero, por muchas vueltas que le den, la suma no equivale a un conjunto mayoritario de buenas razones liberales.

3. Los lazos de Sadam con Al Qaeda son marginales. Todas las pruebas que Colin Powell pudo reunir no demostraban mucho más. No servirá de nada asegurar que la guerra contra Irak es la continuación de una lucha inteligente contra el "fascismo islámico" que comenzó el 11 de septiembre de 2001. Osama Bin Laden considera apóstata al régimen de Sadam Husein. Son dos cosas muy malas, pero también son dos cosas muy distintas.

4. Consecuencias (pesimistas). A pesar de que los terroristas islámicos odian a Sadam, una invasión imperial británico-estadounidense incrementará las oportunidades de atentados terroristas árabes en Europa y Estados Unidos. Si se quiere democratizar Oriente Próximo, una guerra imperial no es la mejor manera de empezar. Apoyar una revolución de terciopelo en Irán, fomentar la reforma democrática en Arabia Saudí y dar un varapalo a los testarudos Sharon y Arafat para que avancen hacia una solución del conflicto entre Israel y Palestina sería mucho mejor. De cualquier modo, el modelo de Alemania Occidental y Japón, dos democracias nacidas de la ocupación, son excepciones históricas. Lo más probable es que veamos una Yugoslavia iraquí desgarrada entre los kurdos, los shiíes y los suníes. Los Estados Unidos de Bush no tienen ninguna gana de levantar países, y la sopa de siglas de las administraciones internacionales de Bosnia, Kosovo, Afganistán, etcétera, difícilmente son ejemplos alentadores. En general, las consecuencias regionales tienen más probabilidades de ser malas que buenas.

Ambivalencia liberal

Tengo la corazonada de que si se inyectara a Tony Blair un suero de la verdad en plena noche, confesaría compartir la mayoría de esta ambivalencia liberal. No creo que tenga informaciones secretas que nos convencerían a todos si se nos permitiera verlas. Y el Foreign Office constantemente le está susurrando advertencias al oído. Pero en público está lleno de convicción apasionada, incluso misionera. ¿Por qué? Por ser quien es, por supuesto: un intervencionista liberal cristiano y gladstoniano. Quizá es porque cree que mantener la solidaridad y la influencia británicas con Estados Unidos es más importante aún que las probables consecuencias negativas de una guerra contra Irak. Pero también porque es un primer ministro, no un escritor o un analista. Tiene que decidir. Tiene que dirigir. Tiene que convencer a un público escéptico y a un partido resentido.

Eso no quiere decir que todos tengamos que hacer lo mismo, exponer sólo un lado de un complejo dilema con convicción apasionada y simplista. Aunque eso dé mejor en televisión.

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