Los pelotas

Hay algo mucho peor que un jefe despótico: su nube de pelotas. Hay un pelota vergonzante, el que da un poco de jabón al jefe y luego le pone a caldo como si una cosa fuera compatible con otra. A este tipo de pelotas pertenecemos casi todos, y el jefe que no lo sepa es que nunca ha sido indio. Pero hay otro tipo de pelotas, a mi juicio, admirable y misterioso también: el pelota convencido. El que antepone su jefe a su propia vida. Es el pelota que narra con arrobo las hazañas del jefe, que cree que su jefe es un ser superior y por eso es el jefe. Es el pelota que modifica el mundo para que esté a gusto del señorito, para que el señorito no se lleve un mal rato. El pelota sufre cuando algún subordinado le lleva la contraria al jefe, incluso sufre más que el propio jefe, porque el pelota es más papista que el Papa. De ahí su insondable misterio.
A los mítines políticos asisten personas que ejercen legítimamente el derecho a escuchar a sus líderes. Pero al ver al público de los mítines en televisión uno sospecha que hay quien confunde un acto político con ir a misa. Lo bueno de los mítines es que se puede aplaudir, y lo malo, piensa el pelota, es que no se puede decir aquello de "palabra de Dios", y hay veces que oyendo al jefe dan ganas. El domingo pasado, a un chaval, disidente temerario, se le ocurrió decir en un mitin del PP algo tan extraordinario como "no a la guerra", un grito que, por cierto, están pronunciando la mayoría de los españoles, pero los implacables pelotas taparon la boca al insurrecto y le dieron lo suyo. Qué gran oportunidad perdió el jefe, don José María, de mostrarse magnánimo y pedirles a los pelotas que dejaran explayarse a la oveja descarriada. Pero lo paradójico es que, mientras el jefe explicaba a su parroquia de una forma pedagógica que en otros países a los disidentes, por expresar su opinión, les matan, al chaval le estaban rompiendo las gafas y echándole a patadas del recinto. Era como si en el fondo el jefe estuviera diciendo: "Todavía tienes que dar las gracias, muchacho". Si no fuera porque lo vieron nuestros ojos en el telediario, me hubiera parecido un chiste de Gila.
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