Bush aceptará una nueva resolución de la ONU sólo si es inmediata e implica acción
El presidente de Estados Unidos se muestra impaciente y asegura que "el juego ha terminado"
George W. Bush siguió apremiando ayer al Consejo de Seguridad de la ONU. El presidente de Estados Unidos insistió en que apenas quedaba ya tiempo para la diplomacia y que estaría dispuesto a aceptar una segunda resolución sólo en el caso de que se aprobara deprisa e implicara "acción". "El Consejo de Seguridad debe decidirse pronto", declaró. Su secretario de Estado, Colin Powell, indicó que el próximo informe de los inspectores, el próximo viernes 14 de febrero, resultaría "crucial". Bush se mostró impaciente al declarar: "El juego ha terminado".
El Gobierno de EE UU ha decidido elevar al máximo la presión sobre sus aliados más reticentes a la guerra, estableciendo de forma implícita una fecha límite al margen de la actuación de la ONU. Colin Powell considera que el informe de Hans Blix y Mohamed el Baradei, la semana próxima, será lo bastante crítico con las autoridades iraquíes como para atraer a Francia y otros miembros del Consejo de Seguridad hacia las posiciones estadounidenses. Nadie en la Casa Blanca cree que Bush espere más allá de final de febrero.
Sea cual sea el tono de los inspectores, Powell cuenta con que el Reino Unido introduzca después del informe un proyecto de resolución que pueda obtener los nueve votos necesarios para ser aprobado, aunque sea con las abstenciones de Rusia y China, que se dan por seguras en Washington, y quizá la de Francia, que se considera posible. Si hubiera amenaza de veto por parte de alguno de esos tres miembros permanentes, o las negociaciones se estancaran, Bush prescindiría de la ONU y ordenaría el inicio de la invasión de Irak, con el apoyo de numerosos países, pero sin el de la ONU.
Permitir mentiras
"Si el Consejo de Seguridad estuviera dispuesto a permitir las mentiras y los fraudes de un dictador, demostraría ser débil", dijo ayer Bush. Sadam "ha recibido las exigencias del mundo como si fueran una broma", siguió. "Si quisiera desarmarse, ya lo habría hecho. Se le dio una última oportunidad, pero la ha desaprovechado".
Mientras Bush lanzaba su ofensiva diplomática final para conseguir el respaldo de la ONU, el despliegue militar estadounidense proseguía con rapidez y se acercaba a su nivel máximo, previsto para mediados de mes. Unos 113.000 soldados de EE UU se encontraban ya en los alrededores de Irak, casi la mitad de ellos en Kuwait, y 35.000 más viajaban hacia la zona. El Pentágono anunció que no más tarde del día 15, el total de fuerzas alcanzaría los 150.000 efectivos. Otros 35.000 soldados británicos estaban también acuartelados en el golfo Pérsico. Cuatro portaaviones estadounidenses tienen territorio iraquí al alcance de sus aviones y misiles, y el Departamento de Defensa ha decidido enviar dos más, el Kitty Hawk y el Nimitz.
Bush ha firmado, además, una orden secreta que establece las condiciones en que EE UU lanzará ciberataques masivos contra los sistemas informáticos de un país enemigo, según informó ayer The Washington Post. El Pentágono quiere utilizar por primera vez, en la invasión de Irak, bombas de microondas, capaces de inutilizar los instrumentos electrónicos del adversario.
El general Norman Schwarzkopf, que estuvo al mando de la coalición que expulsó de Kuwait a las tropas iraquíes en 1991, y que se había expresado en contra de una nueva guerra, declaró ayer que las pruebas presentadas por Powell le parecían suficientes para cambiar de opinión. Schwarzkopf consideró obvio que el ataque era inminente: "La guerra podría empezar mañana mismo, porque ya hemos concentrado [cerca de Irak] un poder aéreo abrumador". "Estaría bien contar con el apoyo de algunos de los aliados que se resisten", añadió, "pero no creo que sea absolutamente necesario".
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