_
_
_
_
_
FÚTBOL | Finaliza una era en el Barcelona
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El Barça sale de la UVI

Aunque Gaspart ha tardado mucho en decidirse (se va antes de que le echen), renunciar a su cargo y convocar elecciones son las mejores medidas que ha tomado. Por una vez que hace lo que muchos socios quieren, hay que felicitarle por rendirse a una presión a la que él ha contribuido más que nadie. Quedan cabos por atar pero hay que aplaudir la reacción anunciada en una alocución que contuvo los mejores matices del estilo Gaspart: generosidad, solemnidad, franqueza y una latente ironía en ciertos momentos de un discurso guiado por una retórica confusa. No es lógico que los corresponsables del desconcierto no se unan al cese, es cierto, pero hay que recordar que algunos directivos intentaron racionalizar el caótico proceder de Gaspart y que, en una primera fase, la reforma se impone a la ruptura que pueda apuntar el futuro. La mezcla de mutación nuñista y empanada unitaria lastró los buenos deseos del presidente, un culé que ha demostrado ser mejor hincha que directivo. ¿Su peor error? Fichar a Van Gaal, aunque atribuirle la culpa al holandés sería simplificar un proceso que se inició antes de que Núñez se fuera y eligiera a Gaspart como sucesor sin prever que se patearía su herencia.

Más información
Joan Gaspart se rinde

La transición ordenada (eufemismo que define la tregua) nos libera del dramatismo que identifica el gaspartismo. Se corre un tupido velo sobre las presiones que han sacudido el subsuelo culé, sobre cómo algunos tótems del oasis catalán (empresarios, banqueros, políticos) han mostrado su inquietud, generando una ola que ha acabado en maremoto. No se aclara si el oscurantismo y el despilfarro se perpetuarán bajo otro disfraz, pero lo anunciado por Gaspart suena bien. Antes de lanzarse a una jauría electoral en el que todo vale, convendría pensar en el club y animar al equipo. La dimisión de Salvador Alemany fue la decisiva. Y dejó un mensaje lúcido: "No puede ser que el protagonismo lo tengan los directivos y los que quieren serlo. Debe de corresponder a los deportistas".

Los que administren la transición tendrán que establecer un criterio de transparencia que responda a las exigencias de los socios, demostrar si el club no funcionaba por culpa de Gaspart o por un modelo conceptualmente insostenible. El presidente no se marcha por un resbalón sino por una suma de errores para los que ha contado con muchos cómplices. Conviene hacer un diagnóstico que no interfiera en el día a día. El Barça ha salido de la UVI. Empieza un periodo de convalecencia, rehabilitación y control de las constantes vitales. Si el paciente reincide en los excesos, pondrá en peligro su vida. Si cree en sí mismo y confía en médicos honestos y preparados, incluso podría llegar a curarse. La lección que se puede sacar es que no basta con ser barcelonista para dirigir el Barça. Que no lo olviden los futuros candidatos a la presidencia.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_