Con técnicas artísticas
EN LA NUEVA generación de diseñadores de moda españoles, Miriam Ocariz (Bilbao, 1968) es una de las figuras más representativas de la corriente artesanal con notorias influencias de otras disciplinas artísticas. En este caso es el grabado. Ocariz se hace identificar por sus particulares estampaciones en las que el lazo tiene un papel más simbólico que literal y eso le ha granjeado una cierta notoriedad en los ambientes profesionales del sector de la moda más avanzada, que recibió con agrado el que la bilbaína fuera galardonada con el Premio Loreal al diseñador joven revelación en la Pasarela Cibeles de febrero de 2002. Desde entonces, su trabajo ha conocido un notable impulso y un comienzo de asentamiento productivo en la pequeña industria, y el estilismo menos conservador la mima.
El entrecruzamiento libre de trazos de distinto calibre, las referencias a una cierta ausencia infantil, la estrecha gama de dibujo negro sobre fondo blanco (con apenas apuntes en rojo) con un lirismo tenso y sofisticado, le han ido conformando un estilo con instrumentos propios donde cabría hablarse de liberación desgajada de los accesorios.
Las prendas seleccionadas para vestir a las azafatas de EL PAÍS responden a dos colecciones: los trajes de chaqueta son del invierno de 2002 y los trajes vaporosos de estampaciones vegetales, del próximo verano. Los trajes de chaqueta han sido elaborados a partir de un tejido de lana más algodón donde la serigrafía evoca libremente al cuadro escocés y la estructura es prácticamente clásica, con chaquetas cortas de tablas y solapas inglesas dobles que se acompañan de falda o pantalón y que esta vez, en el look final, la diseñadora ha agregado un pañuelo al cuello muy del gusto de los años sesenta.
El estampado foliado de los trajes veraniegos, con una amplia paleta de verdes brillantes, es otro detalle de cultura retro, muy del gusto de los modistas actuales, en los que el pasado revierte fragmentariamente con elementos aislados, sacados de contexto y exhibidos. Es el caso del "lazo-fetiche" que Ocariz ha colocado y superpuesto en camisetas y faldas con voluntad repetitiva y a veces como único mensaje transgresor. En este caso de los trajes de chaqueta, es el cuadro escocés vulnerado y abierto que sustituye a la lazada y articula tanto como facilita la armonía convencional de los elementos de corte, ajustando sobre la figura el poder de la gráfica.
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