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Columna
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Guerras

Cuando suenan con fuerza los tambores de guerra y Aznar mastica su soledad con cara de pocos amigos, sobre los cielos de Andalucía vuelan alas cargadas de destrucción y los ciudadanos de Rota y Morón, y en gran parte el resto de los andaluces, vivimos con el miedo metido en el cuerpo, resulta difícil escribir del acontecer diario de nuestra tierra. Alfonso Perales, ayer en el Parlamento andaluz, hizo lo que tenía que hacer: explicar a los andaluces los efectos de la guerra cantada para nuestra tierra. Aznar está sometido a lo que dice la Casa Blanca y nos mete de cabeza en la guerra, con territorio andaluz al servicio de los intereses de Bush.

Lo dicho, no es fácil escribir de otras cosas. Pero hay cuestiones que no se pueden pasar por alto: la intervención sosa, lamentablemente, poco esclarecedora del ministro de Interior, Ángel Acebes, sobre el incendio en la comisaría de Málaga y que costó la muerte nada menos que a siete personas. Información incompleta, torpe y escasamente creíble, además de tarde. Y como ya es norma, a pedir responsabilidades al maestro armero. Puede que por el camino de la vía judicial se consiga más. Y para enredar aun más el suficiente embrollo, la Asociación Nacional de la Policía, que ya había denunciado la falta de medios en la comisaría, dice que sus ordenadores, en sede policial, han sido manipulados.

Y con el buen tiempo, siguen llegando pateras con inmigrantes. Su guerra es otra, también dura y con pocas esperanzas: huir del hambre y tener otra vida. Seguirán las muertes en aguas del Estrecho. (Perdón, de nuevo la amenaza de guerra y es que el Peñón de Gibraltar también está en alerta).

Y es la guerra, o sigue al menos, la que mantiene Aznar con Andalucía. No se puede entender de otra manera la ley que hoy pretende aprobar en Consejo de Ministros para igualar las pensiones no contributivas en todas las autonomías. Aznar no está dispuesto a que se le desmanden los Gobiernos autonómicos no adictos a su idea de España, sin importarle abrir nuevos frentes de guerra pese a que desde Andalucía le hagan llegar el sonido de los tambores de quienes no quieren perder la guerra, o sea, Teófila Martínez y los suyos.

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