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El futuro cercano: votos y coaliciones

En los próximos 15 meses lo renovaremos todo: municipios, Generalitat, Cortes Generales, Parlamento Europeo. Nunca habíamos tenido tal concentración electoral y nunca los pronósticos habían sido tan inciertos.

En parte, esa incertidumbre se alimenta de unos pronósticos electorales poco definidos. A escala española, los diversos sondeos coinciden en una sola cosa: sea cual sea el partido que se dé por ganador, su margen de victoria es inferior al margen de error de la encuesta (con lo que sería perfectamente probable el resultado inverso). En Cataluña, tras algunas oscilaciones significativas, las estimaciones más recientes anticipan una victoria socialista más amplia que en 1999, pero su traducción en escaños podría dar lugar, de nuevo, a alguna sorpresa.

Pero hay un dato más de fondo en la raíz de esa incertidumbre, que se puede sintetizar así: ya no se dan los hechos mayores que condujeron a los resultados del anterior ciclo electoral. La clave de los resultados de las últimas elecciones radicó en el crecimiento de la abstención electoral y en la orientación conservadora de los electores más jóvenes (la mitad de los de entre 18 y 21 años se abstuvieron en 2000, y la mitad de los que votaron lo hicieron por el PP).

Esos resultados casaban con el clima social y político del primer Gobierno de Aznar: éxitos sociales y económicos (el primer Gobierno de Aznar ha sido el único contra el que no se convocó una huelga general) y un ambiente político relativamente pacificado, especialmente en las relaciones con los nacionalismos. La catastrófica evolución vivida por el PSOE e IU en aquella etapa completaba el cuadro: sus electores, perplejos ante las peripecias de ambas fuerzas políticas y poco motivados para movilizarse contra el Gobierno del PP, optaron en buena medida por la abstención.

En el caso catalán, ese movimiento se completó con una reacción similar de electores de CiU, insatisfechos con el apoyo prestado al Gobierno central, pero también con las incertidumbres y el baile de nombres en la cúpula de la federación.

Hoy el panorama es otro. El embroncamiento de la política española puede deberse o no a circunstancias psicológicas, pero en todo caso tenemos un Gobierno central enfrentado, y de qué manera, con todo el mundo, la situación económica ha empezado a complicarse, las elecciones municipales abrirán un panorama inquietante en el País Vasco y el apoyo español a un eventual ataque contra Irak puede cristalizar toda una atmósfera de disgusto (desde el alza de precios del petróleo hasta la completa ruptura entre Gobierno y oposición, pasando por el rechazo de la opinión pública más pacifista y antiamericana de toda Europa).

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Un contexto político y electoral, pues, que no tiene nada que ver con el de 1999: no se dan los dos grandes factores que estructuraron los resultados electorales de aquel momento. ¿Cómo impacta este cuadro sobre las diversas fuerzas políticas catalanas?

ICV ha resuelto su problema capital del último ciclo (la ruptura con IU) y ha conseguido gestionar sin mayores dificultades la renovación de su dirección y su realineamiento político, al ser aceptada definitivamente en el Grupo Verde europeo. Porto Alegre, pacifismo y ecología son marcas de la casa, y también valores que hoy cotizan al alza. Probablemente no alcanzará el 7% que le atribuye el CIS, pero no quedará muy lejos.

Posiblemente también ERC sea vea sobreestimada en las encuestas actuales, al tener un electorado más joven y radical que el promedio. Su combinación de independentismo prudente y socialdemocracia avanzada resulta atractiva para muchos electores, de tal modo que la frontera del 10% parece un objetivo al alcance. El riesgo es que la estrategia equidistante sea percibida por los electores como imprevisibilidad; de ahí que los pactos municipales sean un momento clave en su futuro inmediato.

El PP catalán ha anunciado su proyecto de formar parte del próximo Gobierno de la Generalitat , lo que ejemplifica bien su disyuntiva estratégica: ¿en qué dirección moverse?, ¿recuperar el estilo Vidal-Quadras (antinacionalismo popular y rasgado) o definirse como partido de la burguesía? Está claro que Piqué se propone abandonar la tradición de apoyo manso a los gobiernos de CiU; sin embargo, ello le exige situarse como tercer partido y superar el 10% de los votos, lo cual es difícil si el contexto general se vuelve adverso al PP.

Entre el PSC y CiU, parece probable que hoy los socialistas se sitúen en primer lugar, pero con una ventaja menor que la indicada por algunas encuestas: parece razonable situar a ambos partidos entre el 35% y el 40% de los votos. CiU puede temer perder votos en dos direcciones distintas (hacia ERC y hacia el PP), y es difícil cubrir ambos frentes a la vez; por su parte, el PSC puede dejarse tentar por un razonamiento de voto útil que le complicaría las relaciones con sus socios izquierdistas.

Pero ambos comparten un problema agudo: el ganador deberá formar una coalición, a seis meses vista de unas elecciones generales muy inciertas. Una coalición de izquierdas encabezada por Maragall podría ponerle las cosas difíciles a Rodríguez Zapatero en el resto de España, y si es Mas quien encabeza un gobierno de coalición, el riesgo es que las elecciones españolas de la primavera muestren haberse equivocado de socio. Incertidumbre: ésa es hoy la palabra clave.

Joan Botella es catedrático de Ciencia Política de la UAB

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