Las únicas naves capaces de volver al espacio
Los motores y la protección térmica son los elementos clave de los transbordadores de la NASA
Pese a que la imagen futurista de los vuelos espaciales da por hecho que las naves van y vuelven rutinariamente como aviones de pasajeros, la realidad está aún muy lejos de eso. Los únicos vehículos por ahora capaces de volver una y otra vez al espacio son los transbordadores de la NASA. Todos los demás han sido y son cohetes que lanzan satélites y cargas que nunca regresan, o cápsulas (como las Apolo de la Luna o las Soyuz rusas) que retornan y no vuelven a lanzarse. Por tanto, la protección térmica que llevan estos artefactos es para un solo uso (una reeentrada en la abrasadora maniobra de zambullirse en la atmósfera desde el vació espacial).
Esta característica de los transbordadores de la NASA, como aviones de ida y vuelta que nunca se alejan más de unos 500 kilómetros de altura sobre la Tierra, fue una idea soñada casi desde los primeros tiempos de la aventura espacial, desarrollada en los años setenta y estrenada en 1981 con el vuelo del primer transbordador (Columbia).
El 'Buran' soviético sólo voló una vez, y el proyecto del Hermes europeo fue cancelado
Para la NASA este proyecto revolucionario se convirtió en algo así como el sucesor del programa lunar Apolo, pero mucho más modesto en ambiciones y presupuesto. El objetivo era, al reutilizar gran parte de los sistemas en varios vuelos, abaratar significativamente los costes, lo que nunca se logró; al contrario, el presupuesto inicial de 25.000 millones de dólares se disparó, y el precio real de cada vuelo resultó 250 millones de dólares, unas 16 veces más de lo previsto.
La decisión de la NASA de volcarse en estas naves y abandonar otros frentes fue muy criticada. Además la gran complejidad técnica de los transbordadores y el mantenimiento y preparación para cada vuelo disparó las expectativas presupuestarias. Todo el plan estaba sobredimensionado, incluso se pensaba que los transbordadores harían 60 vuelos anuales, pero sólo se hacen entre 6 y 10 al año.
Dos grandes desarrollos técnicos caracterizaron este proyecto para lograr el objetivo de las naves reutilizables: los motores y la protección térmica de la nave. Cada una de las aproximadamente 24.000 placas de varios tipos, hechas de materiales compuestos de silicio, que protegen la nave del calor provocado por el rozamiento con la atmósfera, van numeradas y su revisión, reposición y sustitución es minuciosa y delicada tras cada vuelo. Estas placas, que se combinan con las mantas, también de material aislante, en superficies diferentes de la nave (alerones, frente de ataque de las alas, vientre del fuselaje, etcétera) dependiendo de las temperaturas que deben resistir, se han ido modernizando con soluciones avanzadas.
La investigación en ciencia de materiales, física e ingeniería hizo posible solucionar este problema del aislamiento de este programa, denominado oficialmente Sistema de Transporte Espacial (lo que corresponde a las siglas STS que anteceden al número de vuelo en la denominación oficial de cada misión).
Otro vehículo de ida y vuelta voló una vez al espacio: el Buran soviético. Era muy similar, pero con dos grandes diferencias. Primero, mientras que los transbordadores de la NASA siempre vuelan con tripulantes, el ruso podía navegar en régimen automático (su único vuelo lo hizo sin astronautas en 1988). Segundo, los motores principales del Buran iban en el cohete lanzador y no en la propia nave tal como sucede en las de la NASA, que llevan motores alimentados por el combustible del depósito principal. El Buran se abandonó por la devastadora crisis de la URSS.
También Europa trabajó en su transbordador, una nave pequeña que lanzaría el cohete Ariane: era el Hermes, de la Agencia Europea del Espacio, que acabó cancelándose. Los japoneses concibieron una versión reducida de vehículo reutilizable con forma de avión: el Hope.
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