Rusia ve a Irak como pieza clave para fijar los precios del crudo
Moscú ha mantenido una posición pragmática en la crisis para proteger sus intereses
Con el fin de salvaguardar sus intereses en el mercado mundial del petróleo, Rusia hace equilibrios por dejarse todas las puertas abiertas pase lo que pase en Irak. El Kremlin ha mantenido una posición pragmática a lo largo del conflicto entre Washington y Bagdad, aunque los representantes rusos, reaccionando ante los acontecimientos, subrayan unos matices u otros.
Oficialmente, Rusia ha estado en contra de un ataque a Irak y ha insistido en que cualquier decisión debe tomarse en el marco del Consejo de Seguridad de la ONU y basarse en los datos aportados por los inspectores. En Kiev, el presidente Putin afirmó la semana pasada que, "si Irak opone resistencia a las inspecciones, si las obstaculiza, no excluyo que Rusia puede cambiar su posición, y tenemos intención de colaborar con otros miembros permanentes del Consejo de Seguridad, entre ellos EE UU, para elaborar otras decisiones". "No diré cuales, pero más duras que las actuales", concluyó. El líder ruso puntualizó, no obstante, que los inspectores no se quejan hoy de "dificultades y problemas en su labor" y que "debe dárseles la posibilidad de trabajar y verificar para informar después al Consejo de Seguridad de la situación sobre las armas de destrucción de masas".
Muchos analistas interpretaron las palabras de Putin como un cambio de orientación. Sin embargo, el líder no transgredió el marco de la posición rusa, que nunca excluyó medidas más severas si los iraquíes no colaboran. A estas alturas, basándose en el informe de Hans Blix, Moscú no participaría en una intervención bélica en Irak, señalan analistas rusos, para los cuales la posibilidad de que Moscú se involucre directamente en la guerra contra Sadam Husein es remota o nula. Otra cosa es la posición que Rusia adopte en el Consejo de Seguridad si vuelve a plantearse el problema. En Moscú, políticos y analistas sopesan hoy las tres variantes existentes para Rusia como miembro permanente del Consejo de Seguridad, sin que ninguna de ellas les satisfaga del todo.
Acción unilateral
Últimamente se está abriendo paso un nuevo razonamiento, a saber, que Rusia apoyaría entre bastidores una acción bélica unilateral de Estados Unidos siempre y cuando Washington hubiera garantizado seriamente los intereses petrolíferos de Moscú en Irak. Públicamente, Rusia guardaría la cara e incluso podría ejercer buenos oficios como moderadora. Con ello se evitaría tener que elegir entre un veto, que cuestionaría la política exterior proamericana de Putin; una abstención, que situaría a Moscú en la posición de Poncio Pilatos frente a Irak, y un apoyo, que podría violentar a altos jefes militares rusos.
Irak debe 7.000 millones de dólares a Rusia, país que tiene grandes intereses en la extracción del crudo en aquel país. "Irak es fundamental para conseguir que Rusia participe en el mecanismo de formación del precio del crudo en el mercado mundial", manifestaban fuentes petroleras. El presupuesto estatal ruso depende de los precios del crudo, y un descenso por debajo de los 21,5 dólares por barril perjudicaría la economía. Rusia no puede influir en la formación del precio mundial del crudo a partir de sus propios yacimientos, donde el coste del barril llega a alcanzar los 12 dólares (seis veces más que en Irak).
Putin, aliado de EE UU en la coalición antiterrorista, es consciente de la división de los europeos sobre Irak. Es más, antes de hacer sus declaraciones en Kiev, había conversado con el primer ministro británico, Tony Blair. Según medios diplomáticos occidentales, cuando Putin apuntó hacia una mayor dureza, conocía ya la iniciativa de apoyo a EE UU que preparaban ocho líderes europeos, desde el español José María Aznar hasta el polaco Leszek Miller. El jefe del Gobierno italiano, Silvio Berlusconi, uno de los firmantes, llega hoy a Moscú.
Rusia, por otra parte, no se fía del eje franco-alemán. "La última vez que Francia empleó el veto contra EE UU en el Consejo de Seguridad fue en 1956, en la crisis de Suez", manifestaba el ex viceministro de Exteriores, Anatoli Adamishin, partidario de que Moscú apoye a EE UU en Irak sin involucrarse militarmente y tras asegurarse de que sus intereses sobre el petróleo serán respetados.
En cuanto a Alemania, Vladímir Putin debe de haberse sentido halagado de la confianza depositada en él por Bush cuando éste compartió con él sus quejas sobre el canciller alemán, Gerhard Schröder, según fuentes norteamericanas.
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