Bush lo sabe
De manera indirecta, a cuentagotas, van sabiendo los españoles la posición de su Gobierno en torno a la cuestión de Irak. Porque todo es echar balones fuera, que se despejan al área del Consejo de Seguridad, como si España no tuviera allí asiento desde el 1 de enero pasado. Imposible averiguar en qué dirección se pronunciará allí nuestro embajador. Sólo de manera colateral la ministra Ana Palacio dijo el pasado jueves en la Comisión de Asuntos Exteriores que en caso de que la intervención militar en Irak sea inevitable el Gobierno autorizaría la utilización de las bases españolas. Pero tampoco se aclara a quién correspondería fijar el criterio final sobre la inevitabilidad de la guerra mientras todo apunta que se aceptaría como último el de Estados Unidos. Por eso, cuánto se echa de menos en Exteriores al tío Abel (por supuesto, Matutes), cuando el Gobierno mostraba alguna autonomía respecto al Departamento de Estado como por ejemplo nombrando a Ignacio Rupérez jefe de misión en Bagdad en febrero de 1997 para reabrir nuestra sede diplomática aunque ello contrariara a Washington.
Estas actitudes de buen vasallo, tan acreditadas ahora por Aznar, ya se prefiguraban en el pleno del Congreso de los Diputados celebrado en el primer aniversario del 11-S. La sesión empezaba con una declaración que reiteraba la condena de las acciones terroristas, la consternación por las víctimas y la confianza en las naciones democráticas para hacerles frente dentro del respeto a los derechos humanos, fundamento sobre el que puede y debe construirse un orden internacional justo y una paz duradera. Todavía estábamos, pues, en la vigencia de aquel principio tan lucrativo cuando las elecciones del 96, cuando el PP trataba de apoderarse en exclusiva de las posiciones morales, según el cual en la lucha antiterrorista no hay atajos basados en la vulneración de los derechos humanos. Ahora, si quien incurre en esos abusos es un poderoso aliado, el atrevido Aznar prefiere el silencio.
En aquel mismo pleno José Luis Rodríguez Zapatero se interesaba por la posición del Gobierno respecto de una posible acción militar de Estados Unidos contra Irak. Le decía al presidente del Gobierno: "No hemos oído cuál es su posición, y tampoco hemos sido consultados". Aznar afirmaba en su respuesta que lo determinante era terminar con la amenaza que el terrorismo suponía para todos. O sea que de la proyectada acción militar de Bush contra Irak pasaba al intento de apoderarse en exclusiva de la lucha contra el terrorismo precipitando a quienes mantuvieran alguna distancia con él en la sospecha de las más turbias connivencias. Zapatero, en su dúplica, propugnaba el mantenimiento del espíritu de la coalición internacional contra el terrorismo y excluía acciones unilaterales que además dividían a Europa y no eran inteligentes. En su opinión, cuantos más países unidos, menos terrorismo. Por eso exigía de Aznar que consultara con la Cámara cada paso que pudiera dar en nombre de España y de los españoles mientras advertía que los socialistas no respaldarían la implicación de España en una acción militar unilateral de Estados Unidos contra Irak sin el respaldo del Consejo de Seguridad. Eso mismo ha reiterado a la ministra Manuel Marín, portavoz socialista en la Comisión de Exteriores. De modo que el consenso en política exterior queda en vísperas de ruptura.
Aznar insiste, al menos desde ese pleno del pasado 11 de septiembre, en que el régimen iraquí intenta proveerse de armas de destrucción masiva y que ha dado cobertura al terrorismo. Una afirmación, ésta de la cobertura al terrorismo, repetida de modo incesante sin aducir las pruebas que cada día echan en falta, por ejemplo, los editorialistas y columnistas más prestigiosos de Estados Unidos. El presidente del Gobierno hacía entonces una revelación: el día anterior (10 de septiembre) había tenido la oportunidad de comentar la situación (en conversación telefónica) con el presidente de Estados Unidos y de fijar la posición del Gobierno español en este caso. Es decir, que Bush, nuestro señor, lo sabe. Otra cosa es que al Congreso de los Diputados se le siga manteniendo en la ignorancia sin que las preguntas de la oposición vayan a encontrar respuesta alguna.
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