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Reportaje:REPORTAJE

El pujolismo, bajo el síndrome Gaspart-Van Gaal

Las cámaras de televisión insistían una y otra vez con la imagen. El Barça perdía contra el Valencia en casa. El plano que se repetía mostraba, al lado del abatido presidente del FC Barcelona, Joan Gaspart, otra cara larga: la de Artur Mas, candidato a la presidencia de la Generalitat. Era la primera estación del vía crucis que aguardaba al delfín de Jordi Pujol, vigilia de descarnadas encuestas aparecidas en dos diarios -El Periódico y La Vanguardia- que sitúan al cabeza de lista de Convergència i Unió (CiU) a más de ocho puntos por debajo de un oponente que refuerza su perfil ganador: Pasqual Maragall.

CiU corre riesgo de contagiarse del pesimismo y los modos deeste Barça gasparista-vangaaliano: empezar a familiarizarse con la derrota y elevar las jugadas de libreta a categoría de ciencia política. Jordi Pujol, con 23 años de gobierno a sus espaldas, sabe que la épica y la pasión han dado tardes de gloria tanto al fútbol como a la política. Y que no puede confiarse todo a una libreta ni a jugadas de pizarrín, sobre todo cuando se tiene enfrente a un rival imprevisible, con arrebatos de temeridad, como Maragall.

CiU corre riesgo de contagiarse del pesimismo de este Barça: familiarizarse con la derrota y elevar las jugadas de libreta a categoría de ciencia política
"En dos meses y medio, si las encuestas siguen mostrando la ventaja de Mara- gall sobre Mas, sabremos que la suerte ha sido echada", subraya un dirigente de CiU
Maragall es irregular, aduce un dirigente socialista: es capaz de marcar cinco goles en un partido o no salir del tedio del centro del campo. Genial y gris al tiempo

El alcalde de Barcelona, el socialista Joan Clos, le comentaba esta semana a un alto cargo del Gobierno de CiU: "¿Cómo se os ocurre ir al Camp Nou, con la que está cayendo? A la que te despistas se te pone cara de palo y las cámaras te lo devuelven en primer plano". A Mas se le puso. Y no sólo eso: mientras Gaspart abandonaba el palco, el conseller en cap aguantó el chaparrón. Las gradas ponían banda sonora al drama que el Barça vivía sobre el césped a los gritos de "¡dimisión!, ¡dimisión!".

Quizá para lavar esa imagen de identificación con la derrota, los asesores de Mas, hombres de planificación que no quieren dejar nada al azar, le recomendaron que opinara sobre la situación deportiva del FC Barcelona. Y así fue como por primera vez en la historia un candidato de CiU a la presidencia de la Generalitat pedía públicamente el relevo del inventor de la libreta: Louis van Gaal. "O cambia de entrenador o deberá marcharse él [Gaspart]", dijo Mas el pasado martes.

¿Fue fruto de los nervios o mera táctica electoral? Probablemente, la suma de ambas cosas. "En CiU estamos en el filo de desentrañar el futuro; en dos meses y medio, si las encuestas siguen mostrando esas distancias de entre ocho y nueve puntos, sabremos que la suerte ha sido echada", subraya un dirigente de la federación nacionalista. Son muchos años de gobierno, muchas redes de intereses. Mucho a perder. El pasado mes de diciembre, sin ir más lejos, la Generalitat dio marcha atrás en un intento de blindar altos cargos ante una eventual derrota electoral y abrir la puerta a que se reciclaran como abogados de la institución, asegura la oposición socialista.

Y es que, dentro de dos meses y medio, los comicios municipales del 25 de mayo estarán en puertas, como aperitivo de las autonómicas de otoño. "El clima preelectoral es ya ahora mismo innegable", reconoce Pere Macías, secretario general adjunto de CiU. En el trayecto hasta las elecciones, ya que los ciudadanos de Cataluña se han expresado a favor de un cambio, hay que lograr la identificación de CiU con la renovación y distanciarse del PP, según los convergentes. "Debemos trasladar al ciudadano que la renovación, las nuevas ideas y el nuevo candidato pasa por Convergència i Unió, y ello se plasmará en el Estatuto de Autonomía que prepara la federación", puntualiza Josep Antoni Duran Lleida, secretario general de CiU.

Para lograr transmitir esa idea de renovación y de equipo, CiU ha puesto tregua a las guerras intestinas que vivía la federación entre los militantes del partido de Pujol y los democristianos de Duran Lleida. No hay que olvidar que este último, además, optó en su día a la sucesión de Pujol, cargo para el que finalmente fue designado -en enero del año pasado- el actual conseller en cap. Pero la paz en CiU está plagada de dudas. En círculos próximos a Pujol aseguran que el presidente catalán sigue acariciando el viejo sueño convergente -pesadilla para los democristianos- de fusionar ambas formaciones en un solo partido (ahora es una federación) con la intención de forzar la lealtad futura de Duran Lleida, encumbrándolo. En 2004, tras las autonómicas y las generales, ambas formaciones celebrarán la convención para decidir su futuro, y desde Convergència temen que, según cual haya sido el veredicto de las urnas, Unió haga las maletas y abandone la casa común.

"La fusión no es algo que el presidente de la Generalitat se atreva a proponer formalmente, porque podría conducir a una crisis que es precisamente lo único que no necesitamos", asegura un miembro de la ejecutiva de Unió Democràtica. Los confidentes de Pujol saben que le asaltan terribles dudas. Que se interroga sobre si la designación de Mas fue buena, o que tal vez él mismo o un Duran Lleida, en un partido ya fusionado, harían mejor papel... Pujol teme por los resultados de CiU, como sufre en los partidos todo barcelonista de la ominosa era Gaspart-Van Gaal.

De hecho, Pujol quiere implicarse a fondo en la campaña. Es un elemento positivo para la marca CiU, que vende electoralmente, según algunas encuestas, más que las siglas PSC. Pero esa mayor participación puede ensombrecer, al tiempo, la imagen de Mas. En una reciente cena con un alto dignatario europeo, el invitado, sorprendido por la vitalidad del anfitrión, preguntó a su vecino de mesa después de oír la intervención del presidente de la Generalitat: "¿Éste es el que no se va presentar?".

"Es tarde para echarse atrás, pero no para tener dudas", afirma un consejero del Gobierno autónomo. Porque la caldera político-electoral de CiU ya no admite más carbón. Con lo invertido económica y mediáticamente para potenciar la figura de Mas, el candidato debe alcanzar velocidad de crucero y acercarse a Maragall. El actual conseller en cap es un hombre trabajador, ambicioso, pero que aún debe demostrar su capacidad de liderazgo, su poder de atracción del votante, sostienen algunos dirigentes de CiU. Y para ello debe luchar contra el recuerdo de un Pujol que hace vibrar a los auditorios. También contra las tablas políticas y mediáticas de su propio número dos y antiguo enemigo político, Duran Lleida, quien hace el siguiente diagnóstico: "No hay angustia en CiU por las encuestas, que yo creo que deben ser un acicate movilizador para nosotros". Efectivamente, CiU necesita desesperadamente atraer a los 200.000 votantes que desertaron de su nómina desde las pasadas elecciones autonómicas, reforzar su perfil nacionalista -para evitar la sangría de votos hacia Esquerra Republicana- sin asustar al votante moderado que UCD le prestó a fondo perdido hace ya muchos años.

En esa vía, CiU se esfuerza en marcar distancias con el Partido Popular, el cirineo que le dio la investidura a Pujol y que le ha dado la mayoría en los momentos cruciales de esta legislatura que comenzó en 1999. Desde CiU se ha administrado con suma prudencia ese distanciamiento -el PP les ayuda a aprobar los presupuestos de la Generalitat y evita que se constituyan comisiones de investigación parlamentarias- y se está preparando minuciosamente el proyecto de nuevo estatuto, la niña de los ojos de la federación, con el que pretende evidenciar su distanciamiento del partido de Aznar.

Un símbolo reciente de ese intento de despegarse ha sido el nombramiento de Àngel Colom, militante de Convergència y antiguo dirigente de causas independentistas, como embajador de una oficina del Gobierno catalán en Marruecos, país que aún no ha devuelto su embajador a Madrid. Un plato que amarga las digestiones de La Moncloa, como así lo ha hecho constar.

Desde el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) no descartan una "ruptura pactada de relaciones CiU-PP", explica el primer secretario del PSC, José Montilla. "Nos consta que el secretario general del PP, Javier Arenas, está preocupado por el futuro de Cataluña, después de ver que la suma entre CiU y los populares no les da mayoría suficiente; el PP catalán, por su parte, no mejora sus resultados, a pesar de la presencia del ministro de Ciencia y Tecnología, Josep Piqué, y los populares quizá precisen el concurso de Convergència i Unió para obtener mayoría en el Parlamento español", subraya Montilla. Conviene, por tanto, presentar ofertas diferentes y abrir mercado electoral. De ahí el interés de CiU, explican los socialistas, en su propuesta de nuevo estatuto que, todavía en estado de intenciones, fue presentado el pasado jueves por Mas a José Luis Rodríguez Zapatero en la sede socialista de Ferraz. "Convergència pone en duda nuestra voluntad sobre la reforma del Estatuto, pero lo cierto es que ellos han estado 23 años en el poder y nunca han propuesto modificar el texto autonómico", agrega el berroqueño cancerbero de Maragall, quien también asistió a la reunión de Madrid.

El PSC es en las últimas semanas el reverso de la medalla de CiU. Sus dirigentes están eufóricos por los pronósticos de las encuestas. La más negativa sitúa a Pasqual Maragall ocho puntos y medio por encima de Mas. Los socialistas han calentado los bancos de la oposición con su mejor candidato, el que más se ha acercado al Palau de la Generalitat -ganó en número de votos, pero no de escaños-, pero que es un hombre acostumbrado a gobernar, no a opositar. Su travesía del desierto no ha tocado todavía a su fin, pero sabe que en nueve meses el objetivo de la tierra prometida dejará muy probablemente de ser un espejismo.

Por eso nadie se rasgó las vestiduras cuando la pasada semana Maragall propugnó de improviso un importante cambio legislativo. Si el partido ha soportado estoicamente durante estos tres años las sorpresas políticas que de continuo lanza su líder, si ha asumido sus audaces iniciativas que a veces considera inoportunas, ahora lo hace incluso con una sonrisa en los labios, pensando en un futuro feliz.

La pasada semana, el candidato socialista a la presidencia de la Generalitat propuso una nueva ley electoral. Desde la aprobación del Estatut para las autonómicas catalanas rige la misma ley que para las generales. Y Maragall propugnó un sistema similar al alemán: que se elija un diputado por comarca y que se aplique al resto una estricta proporcionalidad. De esta manera, el voto de un ciudadano de Barcelona o su área metropolitana se aproxima algo más al voto de un leridano, afirman los socialistas. Lo cierto, no obstante, es que los dirigentes territoriales socialistas de Lleida, Girona y Tarragona no acogieron la propuesta precisamente con entusiasmo. Pero nadie rechistó.

"Maragall lo llevaba en la cabeza desde hacía mucho tiempo y sabíamos que en algún momento lo podía anunciar", afirman desde la dirección del PSC. El candidato del PSC es irregular, aduce un dirigente socialista: es capaz de marcar cinco goles en un partido o no salir del tedio del centro del campo. Genial y gris al tiempo.

Para completar el cuadro de felicidad socialista y de cumplirse los pronósticos, Maragall precisaría del apoyo de otra formación política. Pero el PSC intentará, si gana, mantenerse en solitario en el poder a la espera de las generales de 2004, en las que podrían precisar el apoyo de CiU. "Nosotros no descartamos la gran coalición, la santa alianza entre CiU y PSC", explica Joan Ridao, portavoz de Esquerra Republicana, otro partido en alza según los sondeos.

ERC será clave, pero la peor tesitura en que se podría hallar este partido es la de tener que optar entre CiU o PSC en caso de que uno de los dos ganase por un margen estrecho. Esquerra prefiere un vencedor claro, pues el partido tiene dos almas -una de izquierda y otra nacionalista- y una de las dos podría sentirse herida y desequilibrar el partido. En cambio, de darse un resultado claro, se respalda a un claro ganador, aseguran dirigentes de la formación independentista. ERC cuenta ahora con 12 parlamentarios, los mismos que el PP.

Pero mientras ERC obtendría, de seguir la tendencia actual, dos o tres parlamentarios autonómicos más, los populares perderían dos. A pesar de la presencia del ministro Piqué. Unos resultados así podrían llegar a frustrar los intentos del titular de Ciencia y Tecnología para encabezar la lista por Barcelona en las próximas generales. Y el panorama no es halagüeño: si CiU y PP no consiguen sumar, a Piqué le tocaría pasar cuatro años de calvario, calentando los bancos de la oposición en un Parlamento autónomo. La fuerza que gobierna España ocuparía la cuarta posición en Cataluña.

Maragall y Pujol, durante una sesión de control al Gobierno catalán.
Maragall y Pujol, durante una sesión de control al Gobierno catalán.TEJEDERAS

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